La Obra de Escrivá de Balaguer y la pandemia 'OPUS DEI': ni está, ni se le espera
¿Es posible que alguno de los dos términos “Opus” (obra) y “Dei” (de Dios) no tenga que admitir necesariamente la presencia del prójimo más pobre y necesitado, para ser acogido?
Es a la conclusión a la que llegan no pocos, dentro y fuera de la Iglesia, al plantearse y analizar el comportamiento personal y colectivo de adictos y adeptos a cualquiera de las situaciones y organismos en los que es, actúa y se hace presente la Iglesia, con ocasión de la feroz pandemia “coronovírica” que define e identifica la época en la que vivimos…
Para algunos, el comportamiento eclesial que se registra en la administración de la justicia –caridad en las trincheras religiosas, es el normal, esperado y refrendado a lo largo y ancho de los siglos, en los que Órdenes Religiosas consagraron, con la fuerza y patrocinio de sus votos, sus preferencias espirituales y mantearles a favor de los más débiles y enfermos, instruyendo e instando a los poderosos a dotar sus políticas con soluciones tangibles que se concretaron en hospitales, donaciones, fundaciones, además de los rezos, de las procesiones y cultos, que no tienen por qué ausentarse ahora, siempre y cuando los mantengan la fe y demás virtudes cristianas.
Según otros, la Iglesia como tal, con su teología, evangelios y todo el Antiguo y Nuevo Testamento como base y justificación, pudiera y debiera comprometerse más –bastante más- en la tarea-ministerio de la sanación de los cuerpos y las almas, que demandan los enfermos, sus familiares y la sociedad entera. Interpretaciones como la de “castigos de Dios”, aún por comportamientos irreligiosos o inmorales, están de más y son contrarias al dogma, a la penitencia, a la sensibilidad, al sentido común, a la lógica, al “sensus fidei fidelium” y a la misma idea religiosa de Dios. Comportamientos de esta calaña son otras tantas ofensas para la Santísima Trinidad y, en definitiva, a los más pobres que son y serán siempre los perjudicados en mayores proporciones.
La autocrítica profundamente religiosa habrá de ser elemento clave e indispensable, en el examen de conciencia que se lleve a cabo en cristiano, en el contexto en el que nos hallamos. Huelga reseñar que precisamente en los estamentos de la jerarquía eclesiástica es en los que se habrán de aprender y practicar las normas, reglas y leyes “anti- coronavíricas”, adelantándose a otros a poner a disposición de los enfermos y necesitados también otros medios que, por “sagrados”, se creía que habrían de seguir siendo intangibles e inalienables , con flagrante, y a veces, indecente olvido, de que, lo que de verdad consagró y consagra tales bienes es su capacidad de servicio a favor de la colectividad….
Reconociendo que en este panorama “religioso“ se contabilizan comportamientos personales no dignos de este nombre e invocación, no pocos echan de menos que el “Opus Dei” apenas si se haya hecho presente, al menos en España, patrocinando algunas de las actividades demandadas por las graves circunstancias que relejan cada día los números y las estadísticas que se nos ofrecen en los medios de comunicación social. El simple dato de tener que revestir la cara con la mascarilla, y de advertir que los demás han de hacer lo mismo, testifica a las claras que, por muy alejados del mundo que se intente vivir, hoy no es posible hacerlo, aunque se invoquen normas y reglar “espirituales”, sean o no canónicas, misteriosas, o no tanto.
De entre las preguntas que se formulan en los alrededores del mundo clerical -y también en el laical-, en relación con el tema destaca esta leve antología: “¿Es que el Opus no dispone de medios de comunicación social para difundir sus obras de misericordia, precisamente las de carácter anti-coronavíricas? ¿Acaso la de la humildad y ejemplaridad, es virtud característica de la Obra, a la que dedican sus miembros toda clase de cultos y de reverencias? ¿Es que la carencia de medios económicos es connotación relevante en la interpretación de la doctrina y del estilo de vida que profesan sus devotos y devotas? ¿Es posible que alguno de los dos términos “Opus” (obra) y “Dei” (de Dios) no tenga que admitir necesariamente la presencia del prójimo más pobre y necesitado, para ser acogido? ¿Se oculta alguna estrategia pastoral, ascética o mística, en el hecho evangélico de que “la mano derecha no ha de conocer lo que hace la izquierda” o viceversa, sabiendo, como se sabe, y de muy buena tinta, que en la Iglesia, una y otra mano tienen idéntica vocación, es decir, la adoración a Dios, mediante el servicio?
“El Opus Dei, ni está, ni se le espera”, es frase que precisa ser tachada, arrestada y arrasada cuanto antes, del léxico “religioso”, en beneficio de la propia institución y de las demás que se relacionan con la Iglesia. De ser frase sin contenido, o inventada con aviesas intenciones, nosotros estamos a la espera para hacernos eco, con grandes titulares, de su falta de veracidad, sin escatimar los datos y detalles que se nos proporcionen o que descubramos.
Etiquetas