"Por ser larga, prolija, retórica, obvia, superficial, abstracta, copiada, etc..." Piden un tiempo de 'ayuno' de homilías y sustituirlas por un instante de silencio
"Quizás ha llegado el momento de darnos un tiempo de 'suspensión' de las homilías dominicales: unas semanas, unos meses para dar un respiro a la asamblea litúrgica, y también a los predicadores que cada domingo tienen que encontrar algo significativo que decir sobre la Palabra de Dios y la vida, predicadores que a veces recurren al atajo de descargar de Internet palabras ajenas"
"Un tiempo de suspensión, que sustituya la homilía por unos momentos de silencio, guiados quizás por un par de preguntas, y así despertar en el Pueblo de Dios el deseo de escuchar alguna buena voz sobre la Palabra, e inspirar en el clero una seria reflexión sobre la calidad de su propia predicación"
Si queremos ser formales, el Código de Derecho Canónico dice que la homilía dominical puede suspenderse por "causas graves" (canon 767). La escucha y degustación sine glossa de la Palabra de Dios entre los fieles podría ser quizás una "causa grave"
Si queremos ser formales, el Código de Derecho Canónico dice que la homilía dominical puede suspenderse por "causas graves" (canon 767). La escucha y degustación sine glossa de la Palabra de Dios entre los fieles podría ser quizás una "causa grave"
| Joseba Kamiruaga Mieza CMF
La homilía, como se sabe, es uno de los temas favoritos del debate eclesial: por ser larga, prolija, retórica, obvia, superficial, abstracta, copiada, etc... Hay muchas razones, a menudo válidas, por las que el momento de la homilía es más inmediata que vivida: escuchas con esfuerzo (si va bien) tomando algunas ideas para tu propia vida... y si va mal oyes palabras flotando en el aire, esperando que el predicador se dé prisa, o pensando en otra cosa…
Y los propios predicadores son conscientes de ello, porque cualquiera que habla en público se da cuenta de si el auditorio realmente escucha o navega en otros mares de pensamientos (y aburrimiento).
Llevamos tiempo hablando de la homilía. El papa Francisco dedicó al tema un núcleo de Evangelii gaudium (a partir del párrafo 135), dando repetidamente recomendaciones sobre tiempos, caminos, temas... pero muchas veces todas estas exhortaciones han caído en oídos sordos… Sin ir más lejos, hace unos días, el 12 de junio, el Papa Francisco volvió a abordar la realidad de las homilías con algunos consejos al respecto.
Salir 'ileso' de la homilía
Se espera -para aquellos que aún permanecen fieles a las celebraciones dominicales- encontrar al sacerdote "adecuado" que hará que la Misa dure el tiempo necesario, saliendo ‘ileso’ del momento de la homilía. Entonces, puede suceder que, en cambio, se escuche una homilía verdaderamente inspirada por la Palabra de Dios y que ponga en relación Dios y humanidad hoy. Pero éste es un bien escaso aunque sea un bien deseable y buscado: algo así como una especie eclesial extraña para ser protegida y custodiada.
Quizás ha llegado el momento de darnos un tiempo de 'suspensión' de las homilías dominicales: unas semanas, unos meses para dar un respiro a la asamblea litúrgica, y también a los predicadores que cada domingo tienen que encontrar algo significativo que decir sobre la Palabra de Dios y la vida, predicadores que a veces recurren al atajo de descargar de Internet palabras ajenas (sin recordar que basta con poner un hilo corto en la red para rastrear y encontrar la fuente de sus reflexiones homiléticas).
Un tiempo de suspensión, que sustituya la homilía por unos momentos de silencio, guiados quizás por un par de preguntas, y así despertar en el Pueblo de Dios el deseo de escuchar alguna buena voz sobre la Palabra, e inspirar en el clero una seria reflexión sobre la calidad de su propia predicación.
Silencio y oración
- Un tiempo de silencio y oración, que devuelva así las celebraciones a los cánones de equilibrio y razonabilidad, incluso cronológicos.
- Un tiempo sin homilía, que purifique el hablar y la escucha, en una sociedad, y también en una Iglesia, híperverbosa que lucha por encontrar las palabras para hoy.
- Un tiempo de pausa que así pueda reiterar que el centro de la Misa está formado por la Palabra y la Eucaristía, y nada más (mucho menos el narcisismo retórico del predicador).
- Un tiempo sin predicación, que nutra y abra, quizás con alguna simple ayuda, a un retorno pausado, meditado y sapiencial a la Palabra de Dios.
- Un tiempo de respiro, también, para fortalecer la paciencia en el Pueblo de Dios, a menudo puesta a prueba por los predicadores.
- Un tiempo de pausa, para ayudar a los predicadores a regenerar una preciosa tarea de su ministerio.
Si queremos ser formales, el Código de Derecho Canónico dice que la homilía dominical puede suspenderse por "causas graves" (canon 767). La escucha y degustación sine glossa de la Palabra de Dios entre los fieles podría ser quizás una "causa grave".
Y quién sabe, tal vez alguien vuelva a Misa...
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