Vida en los pueblos, de la pandemia al desarrollo "No sabéis lo que tenéis aquí. O, más bien, no le sabéis sacar provecho"
¿Qué duda cabe que muchos en nuestro país han descubierto que la pandemia se sobrelleva mejor en un pueblo?
El 15 de mayo se celebró el Día del Mundo Rural y esta visión positiva sobre el mismo nos debe alegrar. Pero no nos engañemos, hablamos de un paraíso mejorable
Es preciso que nuestros pueblos se conciencien de que ser menos no resta derechos; sino que, al contrario, exige una mayor atención por parte de los poderes del Estado, en todos los niveles
El mundo rural debe pasar de ser un viejo paraíso, redescubierto en la pandemia, a ser una nueva plataforma de desarrollo y de futuro
Es preciso que nuestros pueblos se conciencien de que ser menos no resta derechos; sino que, al contrario, exige una mayor atención por parte de los poderes del Estado, en todos los niveles
El mundo rural debe pasar de ser un viejo paraíso, redescubierto en la pandemia, a ser una nueva plataforma de desarrollo y de futuro
| Eugenio Campanario. Consiliario diocesano del Movimiento Rural Cristiano-Extremadura Vaciada
¿Qué duda cabe que muchos en nuestro país han descubierto que la pandemia se sobrelleva mejor en un pueblo? No es lo mismo para confinarse un piso en una colmena urbana que una casa amplia, con patio, frecuentemente con vistas al campo que la rodea. Además, con el teletrabajo se puede seguir desempeñando la misma función, pero con menos estrés y más integrado con el entorno.
El 15 de mayo se celebró el Día del Mundo Rural y esta visión positiva sobre el mismo nos debe alegrar. Pero no nos engañemos, hablamos de un paraíso mejorable. Hablamos, generalmente, de pueblos menguantes, donde los niños y los jóvenes cada vez son más escasos, mientras el resto de la población envejece preocupantemente. En este paraíso, con frecuencia, tendremos serios problemas para lograr cobertura para nuestro móvil u ordenador. Y las carreteras son más inseguras y lentas que las de las zonas urbanas. El sistema sanitario se resiente y los médicos andan dosificados entre varios pueblos, los carteros están un rato muy concreto en el despacho; y los bancos sorpresivamente pasan de menguantes a ausentes. El mundo rural arrastra una larga historia de desigualdad, abusos y explotaciones.
No obstante, crece la conciencia de que es un mundo lleno de valores y posibilidades. En primer lugar, los del paisanaje. Las personas son la primera riqueza de estos pueblos llenos de problemas y carencias. Han de coger con fuerza su arado, eso sí, y ponerse a trabajar por una tierra que sepa sacar todo el provecho a sus recursos, sin dañar su esencia y su gran valor, que es la convivencia con el medio ambiente.
El conformismo, la pasividad, el ir tirando… tienen que dejar de ser fáciles descripciones de esta población rural, que da origen a numerosos ejemplos de emprendimiento, de organización y de trabajo cooperativo. Hay que sembrar un futuro nuevo, en el que, por ejemplo, los productos de excelente calidad de Extremadura sumen el valor de la transformación que ahora se hace en otras zonas; un futuro en el que se priorice la producción ecológica y una naturaleza que valoran los que nos visitan como el bien más preciado: «No sabéis lo que tenéis aquí».
O, más bien, no le sabéis sacar provecho. Porque una región que es un gigantesco sumidero de los gases que provocan el calentamiento global, debería ser subvencionada y protegida para que siga ejerciendo esa función, al tiempo que desarrolla centenares de iniciativas en la senda de una economía verde, sostenible y circular, que reforzaría, creando puestos de trabajo, la función de conservación global.
No falta en el paraíso rural la serpiente de la tentación: puede ser un proyecto disparatado de supuesto desarrollo; puede ser el sueño de convertir la región en un gigantesco campo de golf lleno de centenares de agujeros de megaminas expoliadoras. Es el viejo sueño de explotación de un territorio con rasgos de colonia; es la multiplicación del efecto expulsión de la población y la convalidación del mundo rural como zona de sacrificio rediviva.
Es preciso que nuestros pueblos se conciencien de que ser menos no resta derechos; sino que, al contrario, exige una mayor atención por parte de los poderes del Estado, en todos los niveles; y la creación de un proyecto de desarrollo que sea coherente con nuestros valores humanos, ambientales, patrimoniales e históricos. Lo que el papa Francisco denomina «ecología integral».
El mundo rural debe pasar de ser un viejo paraíso, redescubierto en la pandemia, a ser una nueva plataforma de desarrollo y de futuro.
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