"Es imprescindible y difícil volver de nuevo a Palestina" Otra vez la guerra, pero ¡vaya guerra!

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"Desazona concluir que quien hoy parecía necesitado de ver reconocido su derecho, malogra su herencia al día siguiente, convirtiéndola en venganza"

"En esta situación desesperada para Gaza, decepciona observar que de las reuniones de nuestros gobiernos solo logra salir la propuesta de unas pausas humanitarias"

"La comunidad internacional tiene obligaciones de humanidad y de justicia que se traducen en objetivos precisos. El de dos Estados plenamente soberanos en su tierra"

"Propongo defender una tradición moral de humanización de los conflictos armados de los pueblos, hasta mostrar que la guerra es, ahora y ya, el mal mayor; mostrar que contamos con recursos de presión internacional que no son las armas"

Es imprescindible y difícil volver de nuevo a Palestina cuando nada parece que haya cambiado desde el primer día de la guerra. Y, sin embargo, cada momento es nuevo en fracasos añadidos y algún logro menor que nos hace seguir esperando contra toda esperanza. Porque si el terror se transforma en guerra y la guerra en terror, las palabras con sentido un día tornan vacías al siguiente.

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De hecho, después de haber medido el habla para no guiarnos por las emociones, para decir lo mínimo desde el punto de vista de la justicia y el derecho internacional humanitario, desazona concluir que quien hoy parecía necesitado de ver reconocido su derecho, malogra su herencia al día siguiente, convirtiéndola en venganza, y quien ayer representaba el terror puro y duro, recupera hoy no pocos afectos por un pueblo sometido hasta la muerte.

Benjamín Netanyahu

"Desazona concluir que quien hoy parecía necesitado de ver reconocido su derecho, malogra su herencia al día siguiente, convirtiéndola en venganza"

Y si solo fuera esto, todavía, pero de uno y otro cabe decir que sus fundamentalistas ganan con esta estrategia de terror hecho guerra y guerra hecho terror. Por supuesto que no están solos en los extremos, sin aliento alguno de sectores populares, pero ni de lejos como reacción gratuita y masiva; más bien como la rabia y el rencor que de atrás vienen y destrozan las almas. No es extraño así que los analistas reconozcan en los extremos de la nueva guerra el peor combustible para que la política humanice su salida. 

En esta situación desesperada para Gaza y temible para la esperanza y el futuro de Israel -de la mayoría de su población normal, como usted y yo-, decepciona observar que de las reuniones de nuestros gobiernos solo logra salir la propuesta de unas pausas humanitarias para que la ayuda más fundamental llegue a la población cercada; es imposible lograr un alto el fuego, menos aún la negociación de las partes para ordenar la convivencia con el mínimo equilibrio; así, las responsabilidades adquiridas por quienes aterrorizaron, primero, y contestadas de modo análogo después, lo definen todo; porque una cosa es el terror y su evidencia, y lo reconocemos cada vez más fácilmente, y otra el derecho a defenderse y hacerlo sin control ni condiciones hasta llegar a una defensa reducida al ámbito de las armas y la violencia; lejos de ser las armas el último recurso y con garantía mínima de algún éxito justo, la guerra provoca males mucho mayores de los que evita.

"Porque una cosa es el terror y su evidencia, y lo reconocemos cada vez más fácilmente, y otra el derecho a defenderse y hacerlo sin control ni condiciones"

Un sueño de la literatura moral clásica, lo sabemos, pero un sueño muy bien pensado y que en este supuesto vendría como anillo al dedo. Porque si en algún lugar es posible moderar la violencia, y erradicarla sin más, es donde la correlación de fuerzas en conflicto, y sus apoyos internacionales, es tan desigual. La responsabilidad colectiva, hasta Putin lo ha dicho, es inaceptable en la guerra contra el terror, -¡a ver si se lo aplica! Cuando se niegan esas condiciones de la defensa legítima, cuando ni se plantea que pueda dejar de ser una defensa violenta, ¡vendrá!, todo el espacio queda libre para permitir o respaldar una guerra que aplaste al enemigo. Así, la gente que vive en paz en su casa, ya no existe. 

"La responsabilidad colectiva, hasta Putin lo ha dicho, es inaceptable en la guerra contra el terror, ¡a ver si se lo aplica!"

Pues bien, no podemos renunciar a reconocer las dificultades de la política envuelta en intereses encontrados, en contraprestaciones de ida y vuelta entre los gobiernos y los países afectados por cada guerra; pero menos aún negar y callar que la comunidad internacional tiene obligaciones de humanidad y de justicia que se traducen en objetivos precisos. El de dos Estados plenamente soberanos en su tierra, dos Estados que sus poblaciones necesitan, merecen y desean, es muy claro. Nadie dice que sea fácil, hay que renunciar al terror y a la guerra de exterminio de cada uno de los bandos, pero el objetivo tiene que ser ese y ya.

Administrar el ejercicio de la fuerza, y discutir sobre quién puso antes el terror sobre el terreno, es un fracaso cruel de la política cuando esta no sirve para nada que no sea conservar el statu quo del mundo como condición de su paz. ¿Qué paz es esta?

Israel y Palestina

Una vez más, como un signo de la especie, hemos convertido el mundo en una competición darwiniana, pensada a la medida de las ideologías y poderes violentos. Las personas más sencillas e inocentes -niños, ancianos y mujeres- no valen nada; con el ruido de las justificaciones más pragmáticas, desparecen en la memoria de todos. Hay gente a quienes hemos de atender porque conocen Palestina a fondo: la historia, el lugar, sus pueblos, los intereses. No es esto lo que les quería mostrar, ni es mi caso.

Pero el silencio tampoco es nuestra encomienda; propongo defender, sin aleccionar pero defender, una tradición moral de humanización de los conflictos armados de los pueblos, hasta mostrar que la guerra es, ahora y ya, el mal mayor; mostrar que contamos con recursos de presión internacional que no son las armas y su violencia, y que no nos dejan utilizarlos; gritar que nos obliga a ello una conciencia de los derechos humanos, cumplidos y sin cumplir tantas veces, pero bien argumentada y creíble; una conciencia que nos es irrenunciable al convivir como humanos frente a los fanatismos asesinos.

¿Qué es de tu hermano?, le pregunta Yahvéh a Caín después de que hubiese matado a Abel. Hasta mí llega el clamor de su sangre desde el suelo… Me matarán por ello, responde Caín. Yo hago justicia contigo, pero te lo aseguro, “nadie tendrá derecho a matarte”.

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