Cuando te preguntes cómo y por qué vemos los conflictos de manera tan sesgada, 'ponte en su lugar' La cara oculta de la verdad corporativa
Todo es relativo a la dignidad de los seres humanos, en la comunidad de vida de todo lo creado; por eso mismo hay que romperse la cabeza y el corazón por mostrar cómo todo es relativo a esa condición humana digna, a esa vida digna que todos los humanos merecemos
Nosotros, algunos de tradición social cristiana, creemos que la situación de los más débiles y maltratados del mundo es determinante para dar una respuesta justa. Decimos que sin esa preferencia contra la injusticia de origen en tantos pueblos, nuestra dignidad y derechos son un abuso que encubre el modo de llegar al desarrollo y la riqueza
Ni se me ocurre a estas alturas del pensamiento moderno hablar de la verdad con mayúscula y pensar que estoy diciendo algo completo en cualquier sentido. Hablo del saber humano sin pretensiones metafísicas. La religión es otra cosa. No es lo contrario, pero es otra cosa en su dimensión de fe. Sinceramente, solo en Facebook pueden encontrarse máximas que reclaman la verdad completa y definitiva sobre algo. Solo los suyos lo toman en serio. Esto no significa que todo conocimiento es relativo, igual de verdadero o falso, sin posible discernimiento, sino que todo es relativo a la dignidad de los seres humanos, en la comunidad de vida de todo lo creado; por eso mismo hay que romperse la cabeza y el corazón por mostrar cómo todo es relativo a esa condición humana digna, a esa vida digna que todos los humanos merecemos.
Con nuestro esfuerzo, según posibilidades propias y de la sociedad toda y, por lo mismo, justa sólo cuando respeta el principio de responsabilidad con los que hoy vivimos y los que nos heredarán. Obra de tal modo “que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia sobre la Tierra de una vida humana auténtica”; hoy y mañana, para tu país y para todos los pueblos, para esta generación y para las que vengan, para ti y para la casa común de la vida. Por tanto, “no pongas en peligro la continuidad indefinida de la humanidad en la Tierra” (Hans Jonas). Nosotros, algunos de tradición social cristiana, creemos que la situación de los más débiles y maltratados del mundo es determinante para dar esa respuesta justa. Decimos que sin esa preferencia contra la injusticia de origen en tantos pueblos y personas, nuestra dignidad y derechos son un abuso que encubre el modo de llegar al desarrollo y la riqueza. De hecho, casi nadie quiere hurgar en la memoria histórica de la riqueza de los pueblos. Otra forma de memoria histórica mil veces soslayada.
Esta entrada densa en el problema de la verdad en la vida social, la más fácil y práctica de las consideraciones del tema, me lleva a verla en la perversión del uso al que la sometemos. Acabo de adelantarlo. En su sentido más fácil tiene que ver con el olvido de la máxima “ponte en su lugar”. Cuando te refieras a cómo y por qué vemos los conflictos de manera tan sesgada “ponte en su lugar”. De hecho, en la sociedad española se presentan casi como insuperables. No sólo los referidos al fundamento y sentido último de la vida, sino sencillamente a cuestiones del día a día, las más tangibles y no tan difíciles de reconocer en la arbitrariedad con que las asumimos.
Un repaso de todo lo vivido nos dejaría sin aliento, pero hay ejemplos prototípicos del sesgo tan interesado que damos a la verdad. Cuando nos referimos a Cuba, por ejemplo, vemos que los medios se desviven en contar la falta de democracia con elección plena de los gobernantes y división de poderes; pero por qué tiene que padecer un embargo comercial y financiero desde los Estados Unidos, y por qué este país nos obliga en la misma práctica, no hay juicio. Cuando nos referimos a la crisis institucional que España vive por cómo cada tendencia política soslaya la Constitución, callamos que cada una la evita a su manera en lo que le conviene; por ejemplo, si el rey emérito es juzgado y condenado, será un desastre porque hay gente que no acepta la verdad en lo que le perjudica, no por el hecho en sí. Sigamos.
Si la energía es cara porque depende de un acuerdo regulador del mercado que hay que respetar, bien, sí, pero alguien lo planteó, lo valoró y lo firmó, y los que se benefician lo hicieron en fraude de lo justo y a sabiendas. Hablemos de ellos. Están ahí, en el sistema energético, decidiendo todavía. Si los pueblos con conciencia nacional reclaman su derecho de soberanía es lógico valorarlo, pero alguien tiene que reconocer la difícil compatibilidad con el propósito de ser solidarios con otros pueblos con los que se convive sin opresión alguna, y respetuosos de los otros ciudadanos del mismo pueblo en la extrema diversidad que los configura.
Si las religiones son una expresión de la cultura humana que representa ventajas y desventajas para la convivencia en paz y el sentido final de la vida, no pueden resolverse las dificultades por el camino de evitar sus expresiones en la vida pública. ¿Por qué? ¿No habíamos quedado que la libertad de expresión y de conciencia es definitivamente decisiva en nuestra cultura? ¿Salvo si algo molesta a muchos, incluso a la mayoría? De antemano, lo que molesta no tiene que ser prohibido, sino lo que molesta por injusto e inhumano. Pues a discernir. O al contrario, si la religión es legítima expresión de la cultura humana, ¿cómo hay que presentarla en la escuela? Como hecho religioso de la cultura en sus variantes más próximas y extendidas. Y así, hasta el infinito. En todos los casos, la cara oculta de la verdad a la medida de la dignidad humana de todos, de todos, y desde los más débiles y olvidados.