Bienaventuranzas del no consumista
Felices quienes descubren, después de contemplar con detenimiento el mundo que les rodea, qué es lo necesario y qué lo superfluo en su existencia.
Felices quienes comprenden que para ser más humanos, deben liberarse de lo que les encadena, tanto en lo material, como en su yo más íntimo.
Felices quienes analizan críticamente y se liberan de las corrientes de opinión, de la televisión, de la publicidad, insensibles y mimetizados con el ambiente en el que viven.
Felices quienes viven sin que le hagan mella las marcas, ni los reclamos publicitarios, ni las modas de otoño-invierno, ni el pensamiento políticamente correcto.
Felices quienes intentar llevar una vida sencilla, sin pisar a los demás para medrar, sin dos casas, sin ropa de marca, sin adornos suntuosos, sin grandes cuentas en los bancos.
Felices quienes comparten lo que son y tienen con quienes sufren en sus carnes el consumo desenfrenado de los países ricos, para no ser cómplices de la injusticia que reina en el mundo.
Felices quienes disfrutan sin tener que seguir las normas de la sociedad para pasarlo y vivir bien, sino que gozan paseando, leyendo, riendo, viajando, charlando y brindando con los amigos…
Felices quienes consumen y emplean su fortuna en acrecentar la amistad, en acompañar a quienes se encuentran solos, en solidarizarse con los desheredados, en ser felices aprendiendo de cada situación, buena o mala de la vida. En ser siempre, más que en tener.