Padre y Madre nuestra, Dios de la vida. Ternura infinita.
Fuente de agua viva, de paz y consuelo.
Tú estás presente en nuestra Tierra,
en nuestro hondón interior y dando consistencia y sentido
al misterio diáfano de tu presencia en la Creación.
Hoy te nombramos con todos los nombres
con los que te llaman y alaban
los distintos pueblos del mundo.
El mundo nuevo, que ya está brotando
en medio de nosotros,
solo podrá hacerse realidad con nuestro esfuerzo humilde,
junto con el Espíritu de Jesús que nos mueve, fortalece y anima.
Queremos ser lo que tú deseas que seamos:
mensajeros de paz, justicia y solidaridad, de felicidad,
en especial para los más empobrecidos, excluidos y marginados.
Solo compartiendo lo que tenemos y somos,
dejando de ser consumistas y viviendo de forma sencilla,
podrá haber vida en abundancia para todos.
Perdonando, intentando entender al otro, disculpando
los errores de los demás, crearemos una sociedad
más armoniosa, en verdadera paz y reconciliación.
No permitas que nos quedemos al margen de las injusticias,
del odio, del hambre, de la noche oscura
de la desilusión y el sinsentido de la existencia.
Protégenos de la posesión egoísta, del miedo,
de la indiferencia, para llegar a ser hermanos
y hermanas de una sola familia humana, en unión
con toda la naturaleza y el universo.
Para mostrar la imagen que llevamos impresa
en la mirada, en las entrañas,
Tú ya al fin en nosotros y nosotros en ti.