Todo confluye.
Todo se complementa.
Todo posee su importancia.
Por eso, no sobra nadie.
Cada una aporta su granito de arena,
su perspectiva, su pasado, su anhelo.
Nadie es imprescindible,
todas son necesarias.
Todas invitadas hoy a la fiesta.
Redescubriendo la historia silenciada,
los cuerpos invisibles, escondidos,
las manos que escribieron tras otro nombre,
los dedos que pintaron sin ningún aprecio,
las mentes que descubrieron y crearon,
la devoción con que educaron.
Que nadie oculte sus lágrimas,
los golpes de la vida, el hambre,
la ilusión desvanecida entre brumas.
Que unas a otras se conforten,
se contagien el virus de la esperanza,
y se inmunicen contra el desconsuelo.
Las diosas protectoras allanen sus senderos,
concedan el espíritu vinculante y ardiente,
convoquen a la danza y la celebración,
unan las manos y los corazones de sus divinas hijas,
tan diferentes, indecisas y audaces, sedientas de libertad,
cada una ella misma, hermanadas por un mismo sueño.
Aquí no sobra nadie.
Hay mucha labor por delante.
Se necesitan todas las manos,
los colores y los olores de la piel,
todas en un mismo abrazo, apretado,
preñado de vida, dignidad y futuro.