3.6. La recepción del Concilio en cada Continente
3.6.1 Recepción en África
En este apartado seguimos a Theobald en la obra que orienta esta parte del trabajo:
“En el pontificado de Pablo VI, sobre todo en el momento del sínodo sobre la evangelización de 1974, se decide positivamente la legitimidad de una aproximación de la fe propia para el África. Los años 1976-1977 representan un verdadero cambio de dirección. En 1976 tiene lugar en Dar-es-Salaam, en Tazania, el primer encuentro de la Asociación de teólogos del Tercer Mundo (EATWOT): es el primer encuentro entre la teología de la liberación –G. Gutiérrez se hace presente en Dar-es-Salaam- y una teóloga africana que comienza a pensar, desde la parte protestante, en términos de ‘contextualización’ y, del lado católico, en términos de ‘inculturación’ [...]. En el coloquio de Accra de 1977, organizado por la fundación de la Asociación ecuménica de teólogos africanos (AOTA), surgen las mismas cuestiones. Del lado católico es Jean-Marc Ela quien insiste sobre el hecho de la promoción de una autenticidad cultura y de una liturgia indígena, que ‘hará olvidar al Africano que él es un hombre dominado danzando su calvario con cánticos que le darían la esperanza de una felicidad celeste’, lo cual no llevaría más que a una decepción. Desde l977 aparecen dos tendencias en la Iglesia africana: una tendencia cultural-religiosa, en aquel tiempo mayoritaria, y una tendencia sociopolítica, más cercana a las intuiciones de la teología de la liberación latinoamericana [...]. En los últimos años, los terribles conflictos de los clanes y la violencia ejercida en nombre de las etnias...suscitan una nueva reflexión africana. En tiempos de Juan Pablo II, se fragua un camino, en el sínodo africano de 1994, con su insistencia sobre la concepción de una Iglesia-Familia y sobre todo en el congreso de la Spiritan International School of Theology en Nigeria en 1996 sobre África, hacia las prioridades de la misión” [...]. Sin duda la comprensión de la figura de Jesucristo –un extranjero para la cultura africana- es el punto clave de todo este esfuerzo de inculturación... Los autores africanos comienzan a utilizar ‘títulos’ acreditados por la cultura tradicional del África: el ancestro, el jefe, el maestro de iniciación, el curandero...”
3.6.2 Recepción en América
América Latina
Tres conferencias generales del episcopado latinoamericano jugaron un papel decisivo en la primera fase de la recepción del Vaticano II: Medellín (1968), Puebla (1979 y Santo Domingo (1992). En estas asambleas continentales se impuso un nuevo “otro” en la persona de los “pobres”.
Ahora bien –comenta Theobald- es imposible referirse a los pobres sin evocar en primer lugar el discurso del cardenal Lercaro al final del primer período del Concilio: -‘el tema del Concilio es la Iglesia en tanto en cuanto es especialmente la Iglesia de los pobres’-; al ‘grupo de la Iglesia de los pobres’ constituido en ese momento, pero que quedó relativamente marginal en el Concilio, y a una señal modesta que quedó de esta preocupación fundamental en el No. 8 de Lumen gentium: “Así como Cristo realizó la obra de la redención en la pobreza y la persecución, también la Iglesia está llamada a seguir el mismo camino para comunicar a los hombres los frutos de la salvación[...]. [Ella] abraza con amor a todos los que sufren bajo el peso de la debilidad humana; más aún, descubre en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y sufriente, se preocupa de aliviar su miseria y busca servir a Cristo en ellos. Pero, entre el Concilio y Medellín, se sitúa la encíclica “Populorum progressio” de Pablo VI (26 de marzo 1967) sobre el desarrollo de los pueblos que, refiriéndose a la “Gaudium et spes” (63-72), subraya los elementos del diagnóstico ausentes del texto conciliar e insiste en la urgencia de las reformas.
Algunos elementos característicos de esta recepción del Concilio en América latina:
* El método de las Conferencias (excepto Santo Domingo) es netamente el inductivo;
* El desarrollo de las acciones pastorales sigue un orden “ascendente”;
* El punto de partida es la tarea profética de la Iglesia que consiste en situar, el momento histórico vivido por América latina, en la historia de la salvación; por lo mismo debe recurrir al discernimiento de los signos de los tiempos que le lleva a escuchar el llamado de Dios ante la injusticia institucionalizada y el pecado social.
* La respuesta a este llamado es una evangelización integral, traducida en términos de liberación que no se puede vivir sino en la Iglesia local; de ahí el interés por las ‘comunidades eclesiales de base’ y por la religiosidad popular.
* En este contexto, nace la teología de la liberación cuya primera señal la da Gustavo Gutiérrez; junto a él surge un número significativo de teólogos de la liberación;
* Al mismo tiempo se organiza la oposición interna a la teología de la liberación, con acusaciones dentro del mismo del CELAM y posteriormente de Roma;
* Ante los terribles conflictos políticos y eclesiales, que surgen en este tiempo (regímenes militares), la Iglesia de América latina tiene más mártires que durante los primeros cinco siglos de su existencia.
“En su estilo y en su método, la recepción del Concilio sobre el continente latino-americano puede entonces ser considerado como una recreación original, dando honor a los “otros” olvidados por el Vaticano II y proponiendo una relectura y, a la vez, re-escritura de “Gaudium et spes”.
América del Norte
El Padre John McCloskey caracteriza así la situación de la Iglesia católica en EE.UU:
La Iglesia Católica en los Estados Unidos está en un profundo estado de transición. Si se trasladara en el tiempo a un sacerdote o laico del año 1965 al año 2005, se quedaría asombrado y seguramente desconcertado ante los cambios dramáticos que se han dado en los 40 años transcurridos desde el final del Concilio Vaticano II…La naturaleza jerárquica y sacramental de la Iglesia permanece inmutable, por supuesto. Sin embargo, lo que ha cambiado claramente son la cantidad y el status del laicado, de los religiosos y sacerdotes en el Cuerpo Místico de Cristo y en relación con esto, también ha cambiado la forma de entender los papeles que les corresponde desempeñar en el seno de la Iglesia”.
3.6.3 Recepción en Asia
Nuevamente la descripción hecha por Christoph Theobald:
“Asia es la cuna de todas las religiones, allí se encuentran las prácticas religiosas más populares como también las místicas más sofisticadas; el cristianismo allí solo representa el 2% de una población que cubre ella sola más de la mitad de la humanidad... Forma parte del tercer mundo y conoce situaciones de pobreza social y cultural dramáticas; en India, más de la mitad de habitantes viven por debajo del mínimum vital. La teología asiática, que es el reflejo de esta situación de una diversidad casi indefinida, casi no es conocida en Europa. Una nueva conciencia de su identidad original se manifiesta al final del Concilio y a partir de la gran consulta de las Iglesias cristianas de Asia oriental realizada en Kandy en Sri Lanza en 1965. Esta lenta maduración comenzó más adelante en el encuentro realizado en 1979 en el congreso de la Asociación ecuménica de teólogos del Tercer Mundo (EATWORT 3) en Wennappauwa (Sri Lanka) que intenta una especie de inventario de la reflexión asiática en toda su diversidad. Aloysius Pieris anota, durante este coloquio, que la teología asiática está marcada por dos polos: el polo “tercer-mundista”, a causa de la situación de pobreza en la cual se sitúa, y el polo “asiático”, con un contexto cultural y religioso específico. .. Es en 1997-1998 cuando la opinión pública de la Iglesia toma conciencia de la situación de la teología asiática, a partir del sínodo de los obispos para el Asia (1998), con ocasión de la puesta en examen de la teología del P. Jacques Dupuis por parte de la Congregación para la doctrina de la fe y también gracias a la publicación de un documento de la Comisión Teológica Internacional sobre ‘cristianismo y religiones’.
3.6.4 Recepción en Europa
Reflexionando sobre la recepción del Concilio Vaticano II en Europa, hay que tener en cuenta: los niveles de división político-ideológico y socio-cultural del viejo continente; la diversidad de posiciones dialécticas frente al acontecimiento conciliar, y los principales campos de la aplicación del Concilio.
En el contexto europeo, la recepción del Concilio se dio de diversas maneras, según cada uno de los niveles que condicionaban la comprensión de las reformas estructurales necesarias para seguir las orientaciones del Concilio. Durante el post-concilio en las comunidades eclesiales de Europa surgía, cada vez con más insistencia, el envejecimiento y la revolución cultural que ha sacudido al viejo continente y que, poco a poco, ha marginado el rol público de la jerarquía en la sociedad, reconociendo dolorosamente el fin de la época de cristiandad y del protagonismo del modelo europeo de cristianismo que, a pesar de los esfuerzos de reforma, no lograba el cambio de esta tendencia, tan anhelado en el período inicial. Sin perder de vista el papel importante que la Iglesia tenía en Europa en el momento del Concilio, la aceptación del mismo fue muy exigente, ya que estaba entrando en un proceso de debilitamiento de la presencia de la Iglesia en el continente.
La apropiación del Concilio en Europa se da en fases cronológicamente organizadas. El Cardenal Ratzinger distingue como una primera fase de “euforia” (hasta finales de 1968), seguida de una fase de “desilusión” (1970 - 1980) y, como tercera una de “síntesis” y de equilibrio (a partir de los años 80). H.J. Pottmeyer organiza los datos de manera dialéctica, presentando el período de la recepción del Concilio Vaticano II como un único movimiento organizado en tres fases que tienden a una sola síntesis: una primera fase de “entusiasmo y de florecimiento” (expresa la fuerza innovadora); seguida de una fase de “desilusión o de reacción” (favorable a las tendencias conservadoras); y finalmente una tercera fase de “síntesis”, que retoma una unidad más coherente con los principales aportes de las fases anteriores. Actualmente predomina el parecer de quienes afirman que estas fases no actuarían solamente según una forma diacrónica, sino de manera sincrónica.
Divisiones en Europa.
El Concilio encontró a Europa dividida por el “telón de hierro”, como consecuencia de los acuerdos de Yalta entre los vencedores de la Segunda Guerra Mundial. A la división política se une una fuerte tensión ideológica que influyó en la asimilación del Concilio. Entre los factores más importantes a destacar en la Europa dividida están: el respeto a la libertad de la persona, a la inclusión y otros derechos fundamentales de la persona; el estilo de gobierno político del estado, valores dominantes sea en el discurso como en las elecciones que haga la gente. Esta división materialmente estuvo suspendida cerca de veinte años, a consecuencia de la caída del régimen comunista, a finales de los años 80, pero sobrevivió bajo diversos aspectos en la mentalidad y en el estilo de vida fundado sobre la trágica experiencia de la vida.
Otro criterio que se debe considerar, en la recepción del Concilio en Europa, es la diversidad del papel del cristianismo y en particular del catolicismo, que se formó en la fase de la creación de los estados modernos europeos, que conviene distinguir los países con una mayoría católica y un fuerte papel de la jerarquía en la vida pública, y los países donde los católicos conviven con otras denominaciones cristianas presentes de manera significativa.
La diversidad en la recepción del Concilio se puede presentar, en síntesis, distinguiendo las principales expectativas frente a las reformas conciliares que se presentaron en la fase inicial; la fase de desilusión en la aplicación de las reformas conciliares y, la fase de las búsquedas actuales de síntesis del Concilio.
3.6.5 Recepción en Oceanía
En Australia los cambios conciliares, de manera especial, han estado en el modo de celebrar la Eucaristía y los sacramentos. Se puede decir que generalmente la liturgia ha sido el campo de los mayores cambios de la Iglesia en los últimos 50 años, dando apertura a preguntas relacionadas con la renovación de la vida litúrgica de la Iglesia.
Otro aspecto de la recepción del Concilio, en Australia, está relacionado con el mayor aprecio del papel de los laicos en la Iglesia, aspecto que se nota, en particular, en relación con la presencia de mujeres a nivel de la comunidad local. Entre los mayores campos de vida eclesial en que se han ocupado los laicos están: la liturgia, la educación religiosa, servicios sociales y generalmente los temas de justicia social. Se nota una mayor comprensión de la fe bautismal que ha llevado a una mayor formación de los laicos para comprometerlos en el derecho que tienen en la vida eclesial.
De alguna forma, con el mayor compromiso de los laicos en la comunidad eclesial, se logra una mejor educación teológica y pastoral, con un apreciable efecto en la valorización de la Palabra de Dios, que con mayor frecuencia es más estudiada y reflexionada en particular por los propios laicos.
La apertura del Concilio al mundo ha llevado a la necesidad de afrontar los grandes problemas, provocados por los grandes cambios sociales y culturales de los últimos decenios, que en Australia han sido generalmente similares a los del Occidente (por ejemplo: el crecimiento del secularismo, el individualismo, la prosperidad económica junto con el crecimiento de la distancia entre los más ricos y los más pobres, un difundido sentido de autosuficiencia, progreso científico y de medios de comunicación, etc. La Iglesia de este modo ha comenzado a entender y a reconocer las necesidades y expectativas de los hombres y mujeres de hoy. En cambio los fieles paradójicamente manifiestan una mejor comprensión pastoral de la vida moral no vinculada a los “tradicionalistas” moralizadores.
Oceanía, donde el cristianismo se presenta como una religión fuertemente dividida resulta paradójico un terreno de gran sensibilidad para el diálogo ecuménico e interreligioso, cosa que se manifestó, de manera particular, después de la apertura del Concilio. El diálogo se viene realizando desde los años sesenta por parte de la Conferencia de la Iglesia del Pacífico, de la cual forma parte también la Conferencia del Episcopado del Pacífico, que representa la Iglesia católica del conjunto de la región, con las Islas Salomón, lo cual es un hecho elocuente, teniendo en cuenta que la Iglesia católica no forma parte del Consejo mundial de las Iglesias.