All you need is money

La desconstrucción derridiana puede sernos útil para analizar el mundo en quiebra en que vivimos. En último término, Nietzsche tenía razón, la época que se abre tras él es la de la transvaloración de todos los valores, nada del mundo anterior queda en pie y el último hombre, el pulgón inextinguible se abre paso sin miramientos. Pero, al contrario de lo que muchos dicen, no han sido las fuerzas liberales, en el sentido americano, sino las conservadoras, las que han permutado todos los valores. Ellos, que tanto presumen de valores tradicionales y espirituales, son los que han aplicado el más craso materialismo, hedonismo e inmanentismo. Justo lo opuesto de lo que su verborrea ideológica transmite. Y en esto, han ido del brazo del cristianismo más rancio y de cierto catolicismo que se dice "de derechas". En 1966, los estudiantes de primer curso de universidad en EE.UU decían que ganar mucho dinero era su prioridad absoluta en un 44%, en 2013, estos 'economistas racionales' son el 82%. Qué es lo que ha sucedido entre tanto: la revolución conservadora del neoliberalismo posmoderno.

Desde 1980 se implantan los principios de la Escuela de Chicago y la Sociedad del Mont Pelegrin, procedentes de la estirpe austriaca de Von Mises. Una de sus máximas aplicadoras en Europa, Margaret Thatcher, llegó a expresar con precisión qué es lo que pretendían: 'la economía es el método, el objetivo es el corazón y el alma'. Se trata de cambiar las condiciones materiales para que cambien las estructuras ideológicas y morales. Al estilo de los buenos marxistas, los neoliberales saben muy bien que uno piensa según vive y no al revés, es decir, que la infraestructura económica condiciona la superestructura ideológica. Tras tres décadas de keynesianismo, el mundo capitalista era menos injusto y más proclive a lo común, a la solidaridad, al altruismo y a la bondad social. Esto, según los conservadores neoliberales, es el caldo de cultivo para una sociedad socialista, de ahí que haya que cambiar el modelo económico y social, de modo que se transforme el hombre. Lo primero es reducir el Estado a la mínima expresión, de modo que cada cual se solucione sus problemas. Hay que eliminar la educación, la sanidad y las prestaciones públicas para conseguir que el egoísmo y la avaricia se extiendan entre la gente. Unas condiciones de vida individualistas y elitistas hacen a la gente más egoísta y menos empática. Cambiar las condiciones sociales es el paso previo a transformar el corazón y el alma de la gente, y lo han conseguido. Bien decía Kafka que el capitalismo es un estado del alma, corrupta, añado yo. El capitalismo es el pecado original adánico extendido al orden social.

Todo lo que necesita el hombre para ser corrompido es dinero. El amor, la compasión, el altruismo, nos desarrollan como lo que somos, seres humanos nacidos para la relación. El dinero como instrumento de control y dominio nos empuja hacia posiciones antihumanas. Si se nos obliga a vivir en una sociedad indiviualista donde cada cual ha de solucionar sus problemas y se nos enseña que el pobre lo es por vagancia o mala suerte, los seres humanos tendemos a ser autómatas egoístas que no se preocupan por los demás y que acaban apoyando esas mismas medidas que los deshumanizan. Este es el motivo por el que las fuerzas políticas que propugnan estas políticas acaban ganando las elecciones. Tomemos comos ejemplo la Comunidad de Madrid, donde se han aplicado sistemáticamente las políticas neoliberales y las máximas thatcherianas. Los servicios públicos han sido puestos al servicio de los intereses privados y de los políticos corruptos que han obtenido grandes beneficios de esas privatizaciones. Se ha impuesto, con la ayuda de ciertos grupos católicos, una política antihumana que rebaja al hombre a la condición de mero consumidor egoísta y productor de riqueza para sí mismo. En Madrid se ha aplicado el pragmatismo ultraconservador a rajatabla y se ha ido creando un ser humano que apoya estas políticas, es decir, con la economía como método, se ha transformado el corazón y el alma. El ser humano que se tiene como proyecto es lo opuesto a lo que defiende la Doctrina Social de la Iglesia, pero una parte de ella lo ha apoyado, incluso ha alentado su voto.

El proyecto neoliberal capitalista posmoderno está ganando la guerra ideológica mediante la aplicación de políticas de desregulación económica, reducción de impuestos, destrucción de servicios públicos y denigración de las estructuras comunitarias. En lugar de organizar la sociedad en función del bien común, como propugna la Doctrina Social, organizan la sociedad para construir el hombre hobbsiano, aquel que es un lobo para el hombre. Pues este ser abyecto no existe por naturaleza, debe ser producido por un cierto orden social, el orden social neoliberal. Curiosamente, tras la caída de las explicaciones marxistas, son los neoliberales los verdaderos marxistas, los que aplican sus máximas. Si quieres crear al hombre verdadero socialista, te diría Lenin, debes crear las condiciones sociales para ello. Hoy, los neoliberales hacen lo mismo para crear al hombre capitalista, al pulgón intextinguible, al ser lleno de nada, a la parodia de lo humano, a la imagen de un mundo inhabitable. Se trata de un ser repugnante que sólo necesita dinero, todo lo demás son cuentos para transmitir a sus hijos mientras les enseñan lo verdaderamente importante: tú a lo tuyo, lo que hagan los demás no te importa.
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