Calvinismo financiero: no merecemos salvarnos.

Una de las sentencias que más se extiende en los medios de comunicación de las élites sociales, es decir, en casi todos, es que el mercado premia a los eficientes y castiga a los que no se adaptan. Se trata de una suerte de neodarwinismo financiero por el que los menos aptos deben ser eliminados por el sistema. Los menos aptos, se entiende, son aquellos que han perdido en la batalla económica cotidiana: los desahuciados lo son, también los parados, igual que los autónomos y los pequeños empresarios. Todos esos han sucumbido al dios mercado, que determina quién debe salvarse y quién condenarse al ostracismo financiero. La tesis weberiana sigue vigente. La ética protestante es la que rige el capitalismo, pero ahora fusionada con el neodarwinismo social. La conclusión de esta fusión entre calvinismo y neodarwinismo es que los perdedores en el juego financiero global no merecen ser salvados, rescatados, en la terminología al uso. Sí lo merecen, pues han demostrado que son imprescindibles, los bancos, las entidades financieras y las grandes corporaciones.

Si analizamos los hechos y los cotejamos con el credo financiero, no parece que estén en consonancia. Se nos dice que es justo y legítimo que aquellas empresas que no han sido bien gestionadas vayan a la quiebra y sean sustituidas por otras que sí tengan buena administración. Es más, se nos dice que los fondos de inversión libre o 'fondos buitre' ayudan a que el sistema se sanee, justo como hacen esas aves en la naturaleza, al eliminar la carroña que puede contaminar el medio natural. Cuando un fondo buitre se aprovecha de la debilidad de una empresa o de un país, sólo está haciendo una función necesaria de limpieza. Como, por ejemplo, cuando aterriza en Madrid y se lleva a precio de saldo viviendas públicas y expulsa a sus inquilinos. Lo único que hace es 'limpiar' el sistema económico putrefacto español. Los inquilinos, al ser incapaces de pagar una vivienda a precio de mercado, son perdedores que deben ser expulsados del sistema, de lo contrario, contagiarían a otros hasta que todo el sistema muera. Sin embargo, los precios de mercado, como les llaman, son creados por esos mismos fondos de forma torticera. En puridad, el precio de mercado de un bien que nadie quiere adquirir y que el fondo de inversión lo ha adquirido al 25% de su valor nominal es ese 25%, no el 150% sobre el valor anterior que ahora quieren cobrar. En otros términos, los fondos buitre se aprovechan de la debilidad de las autoridades, debilidad moral, política o humana, para imponer su ley de mercado, un mercado creado por ellos mismos, a falta de una intervención pública.

Se nos machaca constantemente la idea de que hemos sido unos malos gestores de nuestra economía personal, familiar y colectiva. Por esa razón debemos pagar las consecuencias, de lo contrario tendríamos un problema moral, pues si los ineficientes son salvados por el sistema, es el mismo sistema el que se vuelve ineficiente y acabará sucumbiendo. Ahora bien, los mismos que esto dicen son los que hicieron todo lo posible para que el Estado pusiera cantidades inmensas de dinero, hasta el 40% del PIB español, para salvar o rescatar, como se prefiera, el sector financiero que había quebrado por, entiendo, ineficiente, a la hora de gestionar sus empresas. Sin embargo, si analizas bien lo que dicen es que en realidad no ha sido ineficientes, el problema es que lo han sido demasiado, en función del marco regulatorio que tenían. Cuando Aznar liberalizó el suelo español y flexibilizó el sistema de concesión de préstamos, tanto para los bancos como para las cajas de ahorro, lo que estaba haciendo era mandar una señal clara: 'señores, se ha abierto la veda, tonto el último'. Y eso hicieron, lanzarse a la codicia y proponer la codicia como modelo económico. ¿No tiene casa, ni sueldo fijo, ni propiedades?, no se preocupe, aquí está su caja de confianza para darle un préstamo que le permitirá tener esa casa soñada, y un coche, y unas vacaciones en las Bahamas. ¿Tiene usted una casa?, venga que le financiamos una mucho mejor. Le damos dos hipotecas y usted no se preocupe, ya lo pagará. En el fondo, lo que creían es que si no pagaban, les quitarían las casas y las venderían por un precio aún mayor. El negocio de la especulación estaba servido.

Ellos, los que han quebrado la economía, lo han hecho siguiendo los estímulos que se les dio, por eso no creen ser culpables de nada y este es el mayor problema. Si alguien ha cometido un crimen y no se hace responsable de sus actos, es muy difícil que no lo repita. El sistema financiero cree haber actuado correctamente, ha sido la organización política la que actuó mal y por eso es la sociedad entera la que debe pagar. En un acto de cinismo definitivo, afirman que es la sociedad la responsable de las políticas permisivas con sus abusos y por tanto la que debe pagar. Es la sociedad la que no merece ser salvada, sí el sistema financiero, pues es el que ha sido elegido para ser salvado. Los poderosos saben que siempre tendrán suficiente dinero para pagar su salvación. Siempre podrán pagar protección, salud, educación, vivienda, comida, todo. El resto, además de ser una enorme massa damnata es la condición de posibilidad de su salvación. Es necesario que el 90% de la sociedad esté al servicio de un 10% para que pueda seguir viviendo en la opulencia y proteger su nivel de vida. El 90%, como en el caso de San Agustín, son los que no se salvan y no pueden salvarse. Calvino diría que es justo que así sea porque Dios mismo lo ha establecido previamente. Con una mala lectura de Darwin, la naturaleza misma lo ha determinado: ellos son los más aptos y los que sobreviven.

Este sistema financiero tiene la misma estructura que los cinco famosos puntos del calvinismo, resumidos con el acrónimo TULIP*: el hombre es un ser depravado por el pecado y nada que haga puede ser bueno en esencia; pero, Dios puede elegir a aquellos que él considere, llevando a cabo una salvación parcial y una expiación limitada o condicionada; la llamada de Dios es irresistible, por lo que si alguien está salvado se mostrará en su vida, de tal modo que la riqueza es un signo de la elección divina; estos tales, los que muestran ser elegidos, han de perseverar en la salvación incoada por la riqueza. Los ricos, por tanto, no deben sentirse mal por su riqueza, pues, en el fondo, es obra de Dios. Es más, deben evitar perder esta riqueza a manos de los pobres, que han demostrado con su pobreza la falta de elección y su lugar en la creación. Es misión de los ricos seguir siéndolo para hacer justicia a Dios. Se se mira bien, esta idea, aunque no sea conscientemente, es la que rige en las élites globales a lo hora de actuar, es la que les da fuerza, es su espíritu.

En el fondo, sin ser cínico, creo que tienen razón los poderosos. Si nosotros somos la mayoría, el 90%, y no somos capaces de impedir que la minoría del 10% impongan su ideología para mantener sus prebendas, es que no merecemos la salvación. No somos más que un montón de acobardados incapaces de hacer nada que no sea sobrevivir de mala manera. El mundo, decididamente, es de los audaces, no de los cobardes, por eso, la máxima que debe imperar hoy no es otra que Agere Aude!, ten el valor de actuar por ti mismo.

*TULIP: Total depravity, Unconditional election, Limited atonement, Irresistible calling, Perseverance of the Saints.

Dedicado a mis alumnos del Máster en Teología y de Licenciatura en Teología Fundamental
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