Filipinas, un desastre anunciado.

Como puede verse en el vídeo adjunto, el desastre actual de Filipinas venía anunciado desde el año anterior, cuando otro tifón, Bopha, de categoría 5, llevó la muerte y destrucción a aquel país del sudeste asiático. En dos años dos tifones de categoría máxima cuando en 50 años no se había visto ninguno en aquel país. Esto no es por casualidad, son las circunstancias del cambio climático que empiezan a sentirse en su máxima crudeza. El representante de la delegación filipina tomó la palabra en Doha mientras Bopha arrasaba su país para pedir que se tomaran medidas de inmediato, antes de que una catástrofe que se presagiaba entonces pudiera ponernos antes imágenes dantescas de sufrimiento. Hoy es muy complicado evitar este tipo de fenómenos, pero sí se puede organizar los países de modo que ante esta eventualidad las personas tengan donde refugiarse. Sin embargo, las situaciones de pobreza y subdesarrollo lo impiden, de ahí que los males naturales encuentren en los males sociales un buen aliado para multiplicarse.


El último informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático alerta sobre la alta probabilidad de episodios extremos climáticos: sequías, inundaciones, tifones, etc. Estos fenómenos atmosféricos son debidos al desequilibrio climático provocado por el aumento descontrolado de las emisiones de CO2 y otros gases contaminantes. En mayo de este año, por primera vez en la historia, llegamos a las 400 partes por millón de CO2 en la atmósfera, una cifra que se acerca peligrosamente a las 450 ppm que cifran la diferencia entre un clima aceptable y un clima imprevisible y extremadamente peligroso. Si en los próximos cinco años se mantiene la tendencia, el aumento de la temperatura de los océanos producirá más de estos super tifones, más destructivos aun que el de Filipinas. A ello se unirán los episodios de sequías extremas que predisponen el terreno para la desertificación. El panorama es desolador: los pobres de la tierra sufrirán las consecuencias de un modelo de desarrollo del que no se han beneficiado y del que solo han obtenido injusticia y muerte.

Los medios de comunicación se quedan en lo imprevisible del evento o en la "mala suerte" de las víctimas, pero la realidad es que estos acontecimientos son provocados por el modo de vida que hemos organizado en el planeta. Sin embargo, no hay mal que por bien no venga. Es muy probable que en algún despacho de Wall Street o en algún sillón de una multinacional haya alguien pensando en cómo rentabilizar esta "oportunidad" de negocio. Así sucedió con el Katrina, con el tsunami en Ceilán y con el terremoto de Haití. Los pobres ponen las víctimas y los esclavos para que los intereses de los capitales sigan engordando sus cifras de negocio. Por un lado ganan mucho dinero con la contaminación del medio ambiente y cuando este medio se rebela aprovechan la oportunidad generada al "despejar" amplias zonas que pueden ser aprovechadas para la inversión productiva. Haiyan es la muerte misma que pasa por las vidas de tantos millones, pero para algunos es una simple y pura oportunidad de negocio. Y si no lo creemos, al tiempo.

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