El "odio" Desobediencia civil
La historia de la desobediencia civil es larga, tan larga como la historia de la humanidad. Los esclavos solo pueden rebelarse y luchar hasta la muerte; los hombres libres, aquellos que no viven en estado de esclavitud material o moral, no se rebelan, no luchan porque no están dispuestos a perder la vida, aun no han perdido bastante como para que no les importe morir. Ahí nació la desobediencia civil como una manera de conservar la dignidad y la libertad interior cuando la libertad material ha sido puesta en cuestión. Mientras las luchas de los pobres siempre acaban en masacres por parte de los poderosos y rara vez en revoluciones, las luchas de los hombres libres suelen tener un componente lampedusiano implícito: hay que hacer todo lo posible por conservar el status quo ante. No son revoluciones ni sociales ni personales, se trata de una defensa moral de la libertad personal. Así lo hicieron Thoreau, Whitman o Gandhi. Ninguno de ellos llamó a revoluciones sociales, sino a tomas de postura personales que sumaran al mayor número posible de "liberados". Son, en definitiva, la recuperación de la dignidad dañada por el poder o por el Estado dictatorial, de ahí que no puedan acabar con la dictadura ni con la opresión, no se lo propusieron nunca. Solo pretendían poder vivir de acuerdo a su conciencia individual.
Un caso específico de esta desobediencia civil está en el Movimiento de Objeción de Conciencia al que pertenecí otrora. Este movimiento había nacido de la desobediencia civil pacifista de los sesenta y setenta y tenía sus máximos referentes en posiciones personales que eran llevadas al límite. El caso paradigmático en España es Pepe Beunza, un referente para todos los que nos movimos en esos pagos. Se negó al final del franquismo a hacer el servicio militar y fue encarcelado en África 2 años 4 meses y 1 día. Al salir de la prisión militar le obligaban a hacer el servicio militar y lo volvieron a encarcelar, por el mismo delito que ya estuvo preso. Salió definitivamente con la ley de amnistía de la democracia. Venció al Estado y su victoria iluminó a muchos en el camino, muchos como yo cristianos. Pero es una lucha personal, casi individual, en la que cada uno arrostra su sino sin un destino común. Al final, el servicio militar fue eliminado por obsoleto, no por la lucha de los objetores. Muchos nos negamos a hacer la mili, pero eso no acabó con ella. De ahí que la desobediencia civil no sea el medio para transformar radicalmente la realidad.
La desobediencia civil es el mínimo que nos queda antes de perder definitivamente la dignidad y no podemos renunciar a ella, pero no es la solución al problema, solo es un parche al mismo. El proceso totalitario del actual gobierno indica el miedo que tiene a los movimientos sociales, pero también nos pone un enorme reto. Ante leyes claramente injustas como la de supuesta seguridad ciudadana, que penaliza el disenso activo y conculca los derechos básicos de una ciudadanía libre, hay un único camino: desobediencia extrema, no transigir ni lo más mínimo. Ningún gobierno puede soportar una ciudadanía en pie de guerra, no un día ni una semana, cuanto sea necesario para que no ponga en marcha la ley. Ya no podemos esperar a que los jueces intervengan, pues están sujetos a esa misma ley, debemos actuar de forma contundente, de forma organizada, de forma sistemática. No necesitamos una marea, sino un tsunami que inunde las calles y las conciencias, que arrastre los miedos y las mentiras y que nos lleve hacia otra sociedad, no hacia un parcheo de la actual.
Estamos en una hora crítica y de nada servirá acuchillar al dictador en las escalinatas del senado, pues lo idus de marzo solo son presagio del advenimiento de la guerra civil y el Imperio. No, no se trata de quitar a unos para poner a otros, se trata de organizar la nueva sociedad que debe venir, más allá de la sociedad transparente, más allá de la sociedad del espectáculo, más allá de la propuesta impolítica. Hoy, no mañana, hoy, tenemos que poner en práctica el amor como liberación, el odio como liberación, el sacrificio personal como liberación. Para que el hombre nuevo nazca de las cenizas del hombre viejo.