Discernir política y políticos

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En Chiapas, las campañas para la sucesión en la gubernatura están desatadas. Aunque la ley electoral no permite hacerlas, se han buscado muchos subterfugios para hacerse presentes los aspirantes a ese cargo. Por todas partes aparecen espectaculares con rostros, logos y frases que, de una forma u otra, manifiestan quiénes anhelan llegar a ser nuestro próximo gobernador.

Yo me pregunto: ¿Por qué, habiendo tantos problemas y habiendo gobernadores en la cárcel por corrupción, varios aspiran con todas sus fuerzas a ser gobernadores de nuestro Estado? ¿Es porque aman mucho a nuestro pueblo? ¿Es porque tienen soluciones viables a nuestra situación, sobre todo de pobreza y marginación? ¿Es por otros intereses políticos, económicos, psicológicos y coyunturales? ¿Es porque conocen muy bien la realidad estatal y tienen suficientes alianzas para gobernar? ¿Es porque han desgastado su vida en favor de los demás, y tienen experiencia en el servicio, sólo por la pasión de hacer el bien?

A nivel nacional, la lucha por la presidencia de la República está igualmente cada día más intensa y aguerrida. Los cálculos de las preferencias por uno u otro candidato, visible o posible, promueven una serie de estrategias, sin las cuales se podría prever una derrota anticipada. Parece que no cuentan las convicciones políticas, sino las conveniencias de asegurar un puesto en el próximo sexenio.

Algunos cambian de opción política con tanta facilidad, que nos hacen pensar en qué los mueve: el bien del país, o su bien personal. La buena política puede ser una altísima expresión de amor, de caridad, de servicio y entrega al bien del pueblo; puede ser incluso una expresión de santidad cristiana, porque lo más sublime de nuestra fe es la donación de sí mismo a los demás; pero también se puede degradar en una ambición sólo por el poder, la fama y el dinero. Son las clásicas tentaciones de la humanidad.

PENSAR

Dijo el Papa Benedicto XVI, en Deus caritas est: “La Iglesia no puede ni debe emprender por cuenta propia la empresa política de realizar la sociedad más justa posible. No puede ni debe sustituir al Estado. Pero tampoco puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia. Debe insertarse en ella a través de la argumentación racional y debe despertar las fuerzas espirituales, sin las cuales la justicia, que siempre exige también renuncias, no puede afirmarse ni prosperar. La sociedad justa no puede ser obra de la Iglesia, sino de la política. No obstante, le interesa sobremanera trabajar por la justicia esforzándose por abrir la inteligencia y la voluntad a las exigencias del bien” (28).

Dice el Papa Francisco: “¡Pido a Dios que crezca el número de políticos capaces de entrar en un auténtico diálogo que se oriente eficazmente a sanar las raíces profundas y no la apariencia de los males de nuestro mundo! La política, tan denigrada, es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común. Tenemos que convencernos de que la caridad no es sólo el principio de las micro-relaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño grupo, sino también de las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas.

¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres! Es imperioso que los gobernantes y los poderes financieros levanten la mirada y amplíen sus perspectivas, que procuren que haya trabajo digno, educación y cuidado de la salud para todos los ciudadanos. ¿Y por qué no acudir a Dios para que inspire sus planes? Estoy convencido de que a partir de una apertura a la trascendencia podría formarse una nueva mentalidad política y económica que ayudaría a superar la dicotomía absoluta entre la economía y el bien común social” (EG 205).

ACTUAR


Exhorto a la comunidad a ser críticos ante los movimientos políticos y partidistas que estamos viviendo. No se dejen engañar por promesas que son difíciles o imposibles de cumplir, como cuando alguien promete que va a acabar con la corrupción, que los precios de la gasolina y de la luz eléctrica van a bajar, que los sueldos van a subir, que todo va a cambiar. Hay que ser realistas y analizar qué sí es posible y qué no. Y sobre todo, que nuestro pueblo pobre no se deje comprar por dádivas, pues pareciera que hoy el control del pueblo es con dinero, no con proyectos, ni con políticas para el bien común, sino sólo con estrategias para lograr el poder. La buena política es algo mucho más noble y digno; es dar la vida para que otros tengan una vida mejor.
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