Los santos, testigos de Cristo

Este domingo celebraremos en la Catedral el inicio del Año de la Fe, como un eco de la reciente inauguración del mismo por parte del Papa Benedicto XVI. Hoy deseo reflexionar sobre la vida de los grandes testigos de la fe, los santos, con mayor motivo porqué el domingo pasado tuve el gozo de asistir en Roma a la proclamación de uno de ellos, San Juan de Ávila, como Doctor de la Iglesia.

El título lo concede la Iglesia a aquellas personas que han dejado huella de fidelidad y han sido maestros de espiritualidad y elocuencia teológica. Habían sido proclamados 33 hasta el momento, comenzando por San Atanasio, pasando por San Agustín y llegando a Teresa de Lisieux. San Juan de Ávila tiene la particularidad de que muchos santos contemporáneos y algunos posteriores ya admitieron su magisterio, como Pedro de Alcántara, Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, fray Luis de Granada, Alfonso María de Ligorio, Ignacio de Loyola…

Para un Arzobispo de Tarragona la proclamación de Juan de Ávila como Doctor de la Iglesia tiene otro motivo de especial satisfacción: fue monseñor Laureano Castán Lacoma, buen conocedor de aquel maestro, el primero que propuso este Doctorado, cuando era obispo de Sigüenza-Guadalajara. Y fue, más tarde, mi predecesor monseñor Benjamín de Arriba y Castro, de quien Castán Lacoma fue obispo auxiliar, quien logró que la petición a la Santa Sede fuera avalada por el plenario de la Conferencia Episcopal Española en 1970.

Me he fijado en Juan de Ávila, pero cualquiera de los santos es testigo de Cristo en su época y en todos los tiempos. El cristianismo no es esencialmente una doctrina, una tesis o una colección de mandamientos y orientaciones para la vida. Ante todo es adhesión a la persona de Cristo y los santos son quienes mejor encarnan la realidad del amor de Dios. Nuestra época, no menos que ninguna otra, necesita de estas personas que dan testimonio de su fe, una fe enraizada en la razón, no en los mitos, y visible por la caridad, es decir la atención a los demás, sobre todo a los más necesitados.

Son por ello innumerables los santos ligados a la fundación o impulso de instituciones educativas y asistenciales, para niños, adultos y ancianos, para huérfanos y viudas, para enfermos ocasionales y crónicos, para personas rechazadas por la sociedad, drogadictos, leprosos, enfermos del SIDA, para pobres y moribundos. Por supuesto en los altares sólo hay una infinitésima representación de las personas que han vivido santamente, la gran mayoría anónimas, pero bien conocidas por Dios. Santos en su vida ordinaria, hombres y mujeres, jóvenes y mayores, seglares y religiosos, con el común denominador del amor a Dios y al prójimo.

En estos comienzos del Año de la Fe, la lectura de sus vidas puede constituir una saludable dieta alimenticia espiritual para todos los fieles cristianos.

† Jaume Pujol Balcells
Arzobispo metropolitano de Tarragona y Primado
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