La Iglesia, como los padres, tiene derecho a no denunciar a sus hijos curas

Esto es lo que la vieja guardia curial, liderada por Sodano, Castrillón, Rodé et alii, piensa de la actitud que los jerarcas de la Iglesia deberían adoptar ante la pederastia. Se lo explica a Il Foglio (un periódico italiano) un obispo que, según el rotativo, jugó un papel importante en el pontificado del Papa Wojtyla. Estremece leerlo, pero seguro que la teoría sigue contando con seguidores entre la "derecha" eclesiástica. Porque, al sector conservador es más papista que el Papa cuando le conviene y, cuando no, le da la espalda sin miramiento alguno.

Este es el razonamiento del alto prelado curial: "Tiene razón Castrillón. En la Curia, todos estaban convencidos y, a mi juicio, lo siguen estando, de que la discrección es la mejor arma para afrontar los casos delicados. La justicia de la Iglesia se mueve en otro nivel diferente a la de la justicia ordinaria. Y no siempre se pueden conpatibilizar los dos niveles. Más aún, en ciertos casos, conviene mantenerlos separados, incluso por el bien de las víctimas".

Y continúa el prelado: "A los periódicos les gustaría imponer una 'transparencia total'. Quieren obligar a la Iglesia a que denuncie ante las autoridades civiles cualquier delito que cometan sus sacerdotes. Y ésa es una exigencia con trampa. Porque presupone, sin probarlo, que hasta hoy la Iglesia ha actuado ocultando las cosas. Y, además, induce a confusión, porque sostiene que sólo las denuncias ante las autoridades civiles son el camino legítimo a través del cual la Iglesia tiene que tratar estos casos".

Esta exigencia, según el curial vaticano, "olvida que la Iglesia mantiene con sus sacerdotes una paternidad espiritual que ningún tribunal puede ofrecer. Está claro que, si un tribunal civil decide investigar a uns acerdote, nadie en la Iglesia lo va a obstaculizar. Pero, obligar a la Iglesia a denunciar a sus sacerdotes a los tribunales no tiene sentido. Es un derecho humano (y no eclesiástico) que un padre no denuncie a su hijo a la autoridad civil. Es un derecho que nadie puede negar".

"La Iglesia se ocupa de estos casos con criterios distintos a los del mundo y sabe que existen la compasión y la misericordia. Que hay una enorme diferencia entre un delito y una debilidad humana. Y que existen el arrepentimiento y el propósito del no peques más. Y que hay un proceso canónico cuyas penas, si el delito se ha establecido, son para la iglesia mucho más importantes que los años de prisión a los que un tribunal civil puede condenar a los culpables".

Y ante la exigencia papal de que se denuncien los casos de abusos del clero a las autoridades civiles, el prelado replica: "Una cosa es pedir que se cumplan las leyes. Otra, obligar a los obispos a denunciar. Esta obligación no se encuentra siquiera en muchas leyes civiles".

Afortunadamente, parece que, en la Iglesia, comienza a imponerse, por la vía de los hechos consumados la teoría fiel a las exigencias del Papa. Como demuestra el caso del carmelita español o el de los dos curas de Augsburgo, todos ellos denunciados por sus superiores a la justicia civil.

De no seguir esta línea, para creyentes y no creyentes, prevalecerá la duda acerca de cuál es el alcance real de las declaraciones de los obispos y del Papa. Una duda que será especialmente inquietante porque afectará a quienes administran los destinos de una institución entre cuyas atribuciones se cuenta la de ser guía moral de la comunidad. Solo así se frenará el descrédito y la falta de confianza.

José Manuel Vidal
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