El Padre Apeles y el "agua viva"

Fue y sigue siendo (quien tuvo retuvo) uno de los curas más mediaticos de la última década. El Padre Apeles llegó a los medios y, con su antigua apologética, quiso utilizar la televisión como un púlpito moderno. Y lo cosiguió. Eso sí, con una predicación visceral, de clérigo que sabe de antemano las objecciones que le van a plantear y tiene respuestas para todo. Fino dialéctico, daba bien en la tele y, durante unos años, arrasó en popularidad. Y, como es lógico, las teles se lo rifaban. Hasta consiguió programa propio, junto a Rociíto, y fracasó en el intento. La dinámica perversa de la caja tonta, que crea personajes, los encumbra y los entierra. Personajes mediáticos de usar y tirar. Con un recorrido más o menos largo, a todos les pasa lo mismo. Y el padre Apeles no iba a ser la excepción.

Mantuve con él, en sus años de gloria, una relación tensa, pero cercana. Recuerdo una larga conversación en el Palace de Madrid, fruto de la cual publiqué en El Mundo un amplio reportaje sobre la persona y el cura que se escondía detrás del personaje. Nunca estuve de acuerdo con el modelo (casi tridentino) de Iglesia que predicaba. Ni con su forma apologética de salir en los medios. Pero siempre admiré su valentía para hacerlo.

Todos los eclesiásticos utilizan como muletilla lo de los púlpitos mediáticos o lo de San Pablo periodista, pero casi ninguno se atree a dar el salto y entrar en el cruel mundo de los medios y, desde él y con él, batirse el cobre para anunciar de forma significativa (con el lenguaje de hoy) la Buena Nueva del Evangelio.

Apeles lo hizo y se quemó en el intento. Volvió, hace unos días, a La Noria. Y allí contó que está al borde el abismo. Sin ganas de vivir, sin rumbo ni norte.

Ya no lo quedan ni amigos. Y los tuvo a montones. Hasta los suyos reniegan de él.

Pues a mí me da pena. Y, desde aquí, le ofrezco mi solidaridad sincera. Y hasta me atrevería a pedir a su obispo que le eche una mano. El poblema es que no tiene obispo. Su incardinación es incierta. Perteneció al Instituto Cristo Rey Sumo Sacerdote, donde se ordenó. Pero no sé si sigue en él. En cualquier caso, tiene que haber en Barcelona (donde vive) curas, frailes, canónigos y obispos samaritanos, dispuestos a echarle una mano al bueno de Apeles, quemado por los focos de la fama y víctima de su propia e histriónica personalidad.

¡Ojalá tengas suerte y superes este bache! Y, si algún día regresas a Madrid, y quieres tomar un café, podemos quedar de nuevo... En el Palas o en el café del cura Lezama. Y recordar viejos tiempos. Y echar unas risas y, quizás incluso, rezar juntos. Después de tantos años en la profesión, conozco a gente como tú, que se ha achicharrado las alas bajo los reflectores. Pero tú tienes una fuente que mana agua viva y unas alas para seguir volando. Y defendiendo tus ideas, a tu iglesia y a tu Dios, con tu rancia apologética. Pero también respetable. ¡Suerte!

José Manuel Vidal
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