Defensor de los mapuche, los pobres y los DDHH Jaime Francisco de Nevares, un obispo incómodo para el poder

Jaime Francisco de Nevares, un obispo incómodo para el poder
Jaime Francisco de Nevares, un obispo incómodo para el poder

Participó del Concilio Ecuménico del Vaticano II. Defendió a los huelguistas obreros en el Chocón a fines de la década de 1960. Fue fundador de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos en plena dictadura cívico-militar argentina. Miembro de la CONADEP (Comisión nacional sobre la desaparición de Personas), el trabajo de Jaime de Nevares lo posicionó como un referente ético, tanto para los católicos como para otros muchos actores sociales.

El 17 de agosto de 1971 el Obispo de Nevares y el presbiterio emitieron una declaración por la que declaraban: “Estaremos presentes junto al pueblo y apoyaremos toda iniciativa que se dirija al bien de todos. Pero estaremos ausentes de los lugares de privilegio que insinúen una adhesión a una situación que no refleja el sentir del pueblo; por ejemplo, de los palcos en los actos oficiales"

Con ocasión de la visita de la esposa del dictador Jorge Rafael Videla a Neuquén, Don Jaime quería poder hablar con la Junta militar para pedir por los desaparecidos y los campos de concentración. Cuando llegó la acompañó al interior de la catedral y a la salida le dijo: "Señora, hay muchas madres que no saben dónde están sus hijos". A lo que ella respondió: "Yo sé dónde están mis hijos". Don Jaime le dijo: "Creí que hablaba con una madre", se dio la vuelta y la dejó sola.

Su cuestionamiento a la dictadura y su compromiso popular, le generó un progresivo aislamiento respecto de los círculos de tomas de decisión de la Conferencia Episcopal Argentina, que tuvo como presidentes rotativos a los cardenales Juan Carlos Aramburu y Raúl Primatesta.  Por eso no pudo participar de la Conferencia Episcopal de Puebla porque no fue elegido por la mayoría del Episcopado argentino, pero él decidió que esos documentos se trabajaran en la diócesis, incluso hicieron un libro llamado: “Talleres de Puebla”.

Jaime Francisco de Nevares nació en Buenos Aires el 29 de enero de 1915. Su accionar como obispo se centró en el ejercicio de la justicia y de la defensa de los Derechos Humanos durante las décadas de 1960, 1970 y 1980 del siglo pasado.

Participó del Concilio Ecuménico del Vaticano II. Defendió a los huelguistas obreros en el Chocón a fines de la década de 1960. Fue fundador de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos en plena dictadura cívico-militar argentina. Miembro de la CONADEP (Comisión nacional sobre la desaparición de Personas), el trabajo de Jaime de Nevares lo posicionó como un referente ético, tanto para los católicos como para otros muchos actores sociales.

El 12 de junio de 1961, Juan XXIII lo había designado obispo de la diócesis de Neuquén, creada el 10 de abril de ese año. Jaime de Nevares participó como padre conciliar en las cuatro sesiones del Concilio Vaticano II, alineado con las tendencias renovadoras. Siempre dijo que había aprendido a ser Obispo en el Concilio: “me sirvió de curso acelerado de preparación al ejercicio de Pastor”.

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En 1968, tomó parte en la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano que se desarrolló en Medellín, Colombia y que fue la recepción del Concilio en América Latina. Medellín impulsaba la naciente Teología de Liberación También fue importante para él las Encíclicas “Populorum Progressio” y “Evangelii Nuntiandi” de Pablo VI que marcaron la pastoral latinoamericana de esos años. La diócesis de Neuquén imprimió 30 mil ejemplares que repartieron por todas las comunidades.

Una de sus actuaciones emblemáticas fue su intervención en la protesta de los obreros por las condiciones laborales a los que fueron sometidos los trabajadores durante la construcción de la represa El Chocón, entre 1969 y 1971. Por ello fue llamado el «obispo del choconazo». El presidente de facto, general Alejandro Agustín Lanusse recurrió al vicario general del ejército Victorio Bonamín, quien envió un capellán militar para que bendijera la capilla de El Chocón, quitándola de la jurisdicción del Obispo de Nevares y poniéndola bajo la órbita del Vicariato castrense. Porque De Nevares se había negado a bendecirla hasta que no fueran repuestos los obreros en sus puestos de trabajo, se liberaran a los dirigentes gremiales y al Padre Pascual Rodriguez y se quitaran los nombres de “listas negras” para que no fueran empleados en obras.

El 17 de agosto de 1971 el Obispo de Nevares y el presbiterio emitieron una declaración por la que declaraban: “Estaremos presentes junto al pueblo y apoyaremos toda iniciativa que se dirija al bien de todos. Pero estaremos ausentes de los lugares de privilegio que insinúen una adhesión a una situación que no refleja el sentir del pueblo; por ejemplo, de los palcos en los actos oficiales"

Durante los primeros meses posteriores al golpe de Estado en Argentina de 1976, Jaime De Nevares, apoyado por muy posos obispos, instó a la Conferencia Episcopal Argentina para que se emitiera documentos que repudiaran las acciones de la Junta Militar, pero nunca lo hicieron.

Jaime De Nevares creó el Equipo Diocesano de Pastoral Aborigen y las áreas pastorales de Migraciones, Carcelaria y de Pastoral Social y también el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos formado por: MEDH (Movimiento ecuménico por los Derechos Humanos), los 100 para Seguir Viviendo; los muchachos del FOSMO contra el servicio militar obligatorio, el Servicio Pastoral para la Comunicación (SERPAC) y CONADEP.

Con ocasión de la visita de la esposa del dictador Jorge Rafael Videla a Neuquén, Don Jaime quería poder hablar con la Junta militar para pedir por los desaparecidos y los campos de concentración. Cuando llegó la acompañó al interior de la catedral y a la salida le dijo: "Señora, hay muchas madres que no saben dónde están sus hijos". A lo que ella respondió: "Yo sé dónde están mis hijos". Don Jaime le dijo: "Creí que hablaba con una madre", se dio la vuelta y la dejó sola.

Se comprometió directamente con la muerte en extrañas circunstancias de Monseñor Angelelli hablando abiertamente de su asesinato y martirio, como de tantos otros sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos y laicas de su diócesis y de toda la Argentina.

Su cuestionamiento a la dictadura y su compromiso popular, le generó un progresivo aislamiento respecto de los círculos de tomas de decisión de la Conferencia Episcopal Argentina, que tuvo como presidentes rotativos a los cardenales Juan Carlos Aramburu y Raúl Primatesta.  Por eso no pudo participar de la Conferencia Episcopal de Puebla porque no fue elegido por la mayoría del Episcopado argentino, pero él decidió que esos documentos se trabajaran en la diócesis, incluso hicieron un libro llamado: “Talleres de Puebla”.

Volcó sus esfuerzos como miembro de la CONADEP durante los años 1983 y 1984. El 9 de abril de 1984, señaló: "Es necesario un examen de conciencia de la Iglesia argentina en relación con su actitud durante la dictadura militar". Por eso nunca estuvo de acuerdo con la llamada Ley de Punto Final. Aprobar este proyecto, significará convivir con los criminales. “Con esta mafia, con el poder de la fuerza, ¿qué será del país?”, había declarado.

En agosto de 1991 se retiró a una humilde casa cerca de la parroquia de San Cayetano en el Parque Industrial, barrio que ahora lleva su nombre luego de su fallecimiento.

Jaime De Navares murió en Neuquén el 19 de mayo de 1995.

Obtuvo muchos premios y condecoraciones en su vida, pero de la que más orgulloso se sentía, la más importante para él, fue el título que le dio la Comunidad Mapuche de Colipilli, nombrándolo el 22 de marzo de 1990 "Peñi" (que significa hermano, en mapudungún). El Pergamino que le entregaron escrito a mano decía: "En señal de afecto y gratitud, declaramos a nuestro obispo: "Peñi Jaime de Nevares, mapuche”.

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