Comentario del Evangelio para el Dato Diario del 2 de junio de 2024 (Mc 2,1-12) "Para encontrarse con Jesús, cuando no es posible un acceso suave, hay que hacer un agujero en alguna parte"
"Jesús está en casa. Anuncia la palabra. La casa se llena de tanta gente que ya no cabía ni delante de la puerta principal"
"De repente vemos llegar a un paralítico sostenido por cuatro personas: hay decisión, obstinación en proceder, sufrimiento ciertamente"
"El círculo familiar es un muro: es imposible atravesarlo. Jesús está dentro, y dentro se queda. ¿Qué hacer? ¿Cómo avanzar hacia él?"
"Para encontrarse con Jesús, cuando no es posible un acceso suave, hay que hacer un agujero en alguna parte"
"El círculo familiar es un muro: es imposible atravesarlo. Jesús está dentro, y dentro se queda. ¿Qué hacer? ¿Cómo avanzar hacia él?"
"Para encontrarse con Jesús, cuando no es posible un acceso suave, hay que hacer un agujero en alguna parte"
Nos enteramos de dónde está Jesús: en casa. Esto ya suena muy extraño para un hombre siempre en acción, siempre en camino. Y está en Cafarnaún, Kĕfar Naḥūm, es decir «aldea de consolación», el lugar donde había ido a vivir después de dejar Nazaret. Está, pues, encerrado, contenido en un espacio doméstico de la ciudad que es también el hogar de los primeros discípulos, el centro de la actividad de Jesús en Galilea.
Marcos (2,1-12) lo muestra en acción dentro del perímetro doméstico. Les anunciaba la Palabra». El espacio de la casa se vuelve abierto, es una plaza: ya no protección, sino espacio abierto y lugar de acción. La casa se llena de tanta gente que ya no cabía ni delante de la puerta principal. La puerta está cerrada porque está abierta. No hay presión física. La casa de Jesús se abre para contener a la multitud, y así el espacio doméstico queda sitiado, rodeado. Jesús está encerrado porque ha abierto completamente su espacio al mundo exterior. Sus palabras apenas se oyen por encima de la multitud.
De repente vemos llegar a un paralítico sostenido por cuatro personas: hay decisión, obstinación en proceder, sufrimiento ciertamente. El círculo familiar es un muro: es imposible atravesarlo. Jesús está dentro, y dentro se queda. ¿Qué hacer? ¿Cómo avanzar hacia él?
Marcos desplaza su óptica desde arriba, como desde un dron. Algunos suben al tejado. Localizan el lugar donde estaba Jesús. Como los zahoríes, dan con el punto exacto. Jesús es el tesoro escondido: destapan el tejado y hacen un agujero. Por esa abertura bajan al paralítico con la camilla en la que estaba tumbado. Vemos la escena desde fuera y desde arriba. La compresión es máxima, pero el agujero en el tejado es un golpe de genio, una jugada astuta, un acto de obstinación. No hay que forzar tanto un empujón, sino agujerear el techo, perforar, hacer una excavación. Para encontrarse con Jesús, cuando no es posible un acceso suave, hay que hacer un agujero en alguna parte.
Jesús, al ver la escena, percibe la fe de aquella gente y reacciona. Dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados». Le llama hijo. Le cura perdonándole. ¿Por hacer qué? No lo sabemos. Las enfermedades se entendían a menudo como castigo por alguna falta. Jesús le cura de raíz y utiliza una fórmula fuerte, divina. La mirada se detiene en esta imagen de curación. En realidad es una imagen fija que se disuelve inmediatamente en un plano de seguimiento rápido que encuadra miradas perplejas y recelosas. Son las de unos escribas, eruditos y cultos, sumidos en sus pensamientos invisibles. Pero Marcos entra en su psicología descifrando sus miradas: «¿Por qué habla así este hombre? ¡Blasfema! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?».
A los escribas no les importa nada la curación, nada de lo que ha sucedido ante sus ojos. La experiencia no les cuestiona en absoluto. Pero, ¿por qué estaban allí, quizá dentro de la casa de Jesús? ¿Curiosos? Espiando, tal vez. Este hombre hace lo que sólo Dios puede hacer. Entonces, ¿se cree Dios? Marcos continúa su relato con el hilo de la psicología. Jesús «sabe en su espíritu que así pensaban ellos».
Hasta aquí, ni los escribas ni Jesús han dicho nada ni han movido un dedo. Marcos narra de forma totalmente introspectiva. «¿Por qué pensáis estas cosas en vuestro corazón?», pregunta en voz alta. Se vuelve hacia el paralítico que hasta ese momento había permanecido inmóvil, aunque curado, como suspendido entre los pensamientos mudos de los demás. Jesús: «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. El hombre se levantó e inmediatamente tomó su camilla y se marchó ante los ojos de todos.
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