"El toque de la fe nunca es mágico" "Un Jesús de pie, pero inseguro y oscilante ante aquellas manos extendidas"

Tiberíades
Tiberíades

"Se dirige al lago, que la gente llamaba "mar" por su tamaño. El lago no es un espacio religioso, como la sinagoga. Pero allí mismo afluye gente de todas partes, incluso de regiones lejanas"

"Había curado a mucha gente. Ahora los enfermos se lanzan literalmente sobre él para tocarle en un intento desesperado por recuperar la salud"

"Jesús asciende, habiendo llamado a algunos de sus discípulos para que suban con él. Doce en total. Los elige conscientemente"

Mar, montaña y ciudad. Este es el itinerario de Jesús cuando deja Cafarnaún y su sinagoga. Ya no tendrá la paz de un púlpito, de un auditorio acostumbrado a sus palabras (que, al fin y al cabo, nunca tuvo). El ambiente allí se había vuelto pesado. Fariseos y herodianos ya conspiraban contra su vida. Está indignado por la reacción de ellos a sus palabras y acciones. Se va a hablar más libremente a la multitud que venía de Galilea y le seguía con entusiasmo.

Se dirige al lago, que la gente llamaba "mar" por su tamaño. El lago no es un espacio religioso, como la sinagoga. Pero allí mismo afluye gente de todas partes, incluso de regiones lejanas: de Judea y Jerusalén, de Idumea y de más allá del Jordán y de las partes de Tiro y Sidón. Se ve un río de gente de los cuatro puntos cardinales pisoteando la tierra para llegar a aquella masa de agua, lugar natural y público. La gente se enteró de lo que hacía Jesús y acudió a él, que no tenía un lugar adecuado para hacer oír su voz, ni protección de ningún tipo. La gente acudía allí. Libremente.

Mar de Galilea

En un momento dado, Jesús siente la presión física de la gente. Siente los cuerpos que se agolpan sobre el suyo. Lo siente físicamente. Está siendo aplastado.

¿Por qué el asedio? Había curado a mucha gente. Ahora los enfermos se lanzan literalmente sobre él para tocarle en un intento desesperado por recuperar la salud. No hay aire. La situación se vuelve dramática. Ocurren cosas extrañas: los "espíritus inmundos" -como los llama Marcos-, en cuanto le ven, caen a sus pies y gritan: "¡Tú eres el Hijo de Dios!". Y decían la verdad. Pero a Jesús no le importa: si la verdad la dice el mal, no es "verdad". Expresa su poder y los reprende. Les ordena severamente que no revelen su identidad.

Entonces no sólo se agolpan los cuerpos, sino también las voces: los gemidos de los enfermos, los desgarbados de los espíritus inmundos, la de Jesús que reprende. La esperanza fermenta en los corazones y en los cuerpos. La curación es siempre cuerpo a cuerpo. El Maestro dice a sus discípulos que le tengan preparada una barca. ¿Quiere huir?

Es una barca pequeña, la de los pescadores: Jesús sube a ella, utilizándola como púlpito para hacerse oír, para que su voz no se confunda con el caos de las manos tendidas hacia él. No huye, sino que se encoge de hombros ante el aura de magia que le oprime, pero sin perder el contacto con la gente. Jesús crea distancia, pues, pero para estar verdaderamente cerca sin dejarse abrumar por la obsesión de la multitud. El toque de la fe nunca es mágico.

El relato de Marcos hace una ruptura repentina. Nos quedamos con la imagen de Jesús en una pequeña barca agitada por el lento batir de las aguas. Un Jesús de pie, pero inseguro y oscilante ante aquellas manos extendidas.

El mar es sustituido por la imagen de una montaña. Jesús asciende, habiendo llamado a algunos de sus discípulos para que suban con él. Doce en total. Los elige conscientemente. Quería que se quedaran con él y que fueran a predicar con el poder específico de expulsar demonios. Es una instantánea.

Luego habrán bajado, se habrán dicho cosas. Pero no importa. Marcos vuelve a cambiar la escena. Vemos a Jesús en la ciudad, en Cafarnaún, mientras entra con los suyos en una casa puesta a su disposición. Y de nuevo se reúne una multitud. El caos penetra y rompe los muros domésticos. Para Jesús y los suyos ya no hay espacio ni tiempo ni siquiera para comer. La presión es insoportable y su comportamiento fuera de lo normal. La noticia llega a oídos de los familiares, que salen a buscarlo. ¿Cómo lo harán entre toda esa multitud? Ya corre el rumor de que Jesús es un hombre exaltado, fuera de sí.

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