Mártir será proclamado patrono de los laicos mexicanos Beato Anacleto, orgullo cristero...
En entrevista, el cronista de Tepatitlán, Francisco Gallegos afirma de Cleto: “No tiene aún la correcta evaluación como se le hace en otros países…”
| Guillermo Gazanini Espinoza
Tepatitlán, Jalisco.- La región de Los Altos fue el epicentro del cristianismo social y la rebelión cristera que hace 90 años fue traicionada por los acuerdos que llevaron a la reapertura de los templos y el fin de tres años de guerra civil cuya huella está en la sangre de los mártires.
Aún el pueblo de Los Altos sabe que aquí ocurrió algo importante que sigue permeando en la fe y las creencias. La globalización y la posmodernidad ha roto el aislamiento y sentido exclusivo de pertenencia de la sangre alteña en donde casi el mestizaje fue ausente. Y la fe católica era el motor más importante que sigue moviendo tradiciones y costumbres.
Los mártires de la Cristera son símbolo y orgullo. Se elevan templos en nombre de quienes fueron cruelmente ejecutados, colgados y fusilados. En Tepa, pronto el santuario de san Tranquilino Ubiarco, el cura colgado en los árboles de la alameda en 1928, será un poderoso referente de que los mártires siguen vivos, adentrándose en la conciencia de cada fiel alteño.
Y esa tierra ha dado sacerdotes y obispos tal vez como ninguna otra parte del país. De aquí han salido los actuales pastores de Tenancingo, Aguascalientes y Apatzingán. Y son miles los laicos que siguen emprendiendo la incansable tarea de evangelizar y mantener viva la llama de la fe que se resiste a morir
Uno de los hijos más preclaros nació en este lugar de contrastes, de riqueza y pobreza. El maistro Cleto adorna la principal vía que une a Tepa con la capital de Jalisco. Su imagen en bronce se yergue en las afueras de la parroquia de san Francisco y parece indicar el camino de quienes lo ven como el tribuno cuya palabra fue más filosa que la espada. Y ahora, Cleto será proclamado solemnemente como patrono del laicado mexicano, el 23 de noviembre, en un evento masivo convocado por el episcopado mexicano a los pies del Cristo Rey, en Silao.
Anacleto González Flores nació en Tepatitlán, Jalisco, cuando era un caserío de unos cientos de habitantes. El 13 de julio de 1888, el Lic. llegaría al mundo en la casa marcada con el número 89 de la calle de Bartolo Hernández, ahora domicilio particular, cuya única referencia de la historia es una deslavada placa de mármol que soporta el paso del tiempo.
A 131 años de su nacimiento, el Lic. Cleto será modelo de la fe cristiana y de la acción social llevada al grado heroico por la sangre derramada. Al inicio, el gozo del Episcopado no fue recibida tan vehemente en Tepatitlán; sin embargo, poco a poco, los fieles han advertido de la trascendencia del hecho. Omnipresente, el nombre de Anacleto es, para muchos, el del perfecto desconocido. Nadie es profeta en su tierra, reza el adagio bíblico.
Pocos tepatitlenses saben realmente lo qué fue la guerra cristera y cada uno de sus mártires. Don Francisco Gallegos Franco (Jalisco, 1937), es el cronista de la ciudad. Es de esas aves raras en vías de extinción que cada vez se ven menos en el mundo de la vorágine de información rápida y fácil. Su cabeza es una biblioteca de datos, de anécdotas; de conocimiento enciclopédico es patrimonio viviente de la cultura de los Altos de Jalisco. Autor de más de 40 libros, entre los que destacan Historia de Tepa en monitos, Rebeldía cristera, Cronología Tepatitlense (2006), Los Retablos del Señor de la Misericordia de Tepatitlán (2001), quien fue funcionario municipal y director del museo de la ciudad se encuentra en la jubilación activa elaborando una serie de guiones de la guerra cristera y un nuevo libro titulado De qué mueren los verdugos, la historia de los victimarios de los mártires y su destino, de próxima aparición.
Francisco Gallegos es heredero de la cristera. Nació diez años después del fin de la guerra y escuchaba de sus padres las anécdotas directas que le fueron cautivando hasta reunir un vasto archivo de cristeros de los altos a quienes entrevistó personalmente. Conoce bien la personalidad del Lic. Cleto y hace un juicio sobre la concesión del título de la Congregación para las Causas de los Santos.
-¿No le llega demasiado tarde este reconocimiento? “Anacleto no tiene aún la correcta evaluación como se le hace en otros países”, dice el cronista. “En Tepatitlán, el conjunto escultórico hecho por el señor cura Zúñiga, en el que Anacleto se encuentra con Gómez Loza, está precisamente en la banqueta y no en el atrio de la parroquia para que la gente entienda que su acción fue entre la calle y el altar”.
Y así fue. Anacleto fue hombre de acción y combate como cuando se unió a los villistas de la revolución. Dice Gallegos: “Su padrino, Miguel Pérez Rubio, era de armas tomar. Era un buen cura con alma de soldado. Se unió a las fuerzas villistas del general Antonio Delgadillo y su ahijado, Anacleto, había tomado la causa de la revolución y lo acompañó no en combato activo sino en la redacción de proclamas y discursos del general. Pero su padrino fue traicionado y pasado por las armas, Anacleto se salvó puesto que, en el momento de la traición, estaba ausente por impartir catecismo. La muerte de su padrino le dolió y frustró sus simpatías por el villismo”.
Gallegos afirma que Anacleto siguió su actividad social y reunió círculo estudiantil de la Gironda, llamado así en honor de Jerónima Sonora, doña Giro. Un aspecto importante de su vida fue el ingreso al seminario de san Juan de los Lagos a la edad de 20 años, antes de su incorporación al villismo, pero su frustrada vocación al sacerdocio le sirvió a manera de trampolín para ascender en el conocimiento gracias al estudio de las leyes. Anacleto, no era agraciado físicamente. Según Gallegos, era Gómez Loza el de la presencia, quien tenía la gallardía, pero Cleto era el de la elocuencia, el de la palabra, de una oratoria de fuego Y así fue. Gladium fue el arma por el que el abogado extendió sus ideas y más adelante fundamentó el boicot católico a los negocios. Es seguro que, si Anacleto viviera en este tiempo, las redes sociales estarían a su favor y la prensa, en su contra, afirma.
Unido a la vida de Cleto, es inevitable que Francisco Gallegos no traiga a cuenta todos esos hechos particularmente trascendentes de la Cristera como el bombardeo de la incipiente fuerza aérea sobre Tepatitlán en el que se juró borrarla del mapa. Pero la vida del beato pudo haber sido como la de cualquier otro: Era muy enamoradizo, reconoció que no tenía vocación sacerdotal, le gustaban las mujeres… y se casó fundando así una familia. Anacleto era un hombre ilustrado, de su tiempo. Su oposición a las leyes anticlericales trae también la remembranza de uno de sus escritos, En la cárcel, la apología del mártir sobre la labor civilizadora de la Iglesia. Y esto es paso para recordar su incansable labor: Anacleto tuvo un radio de acción más amplio en Guadalajara ya que Tepatitlán era un lugar muy pequeño. Allá tenía el mimeógrafo donde se imprimían los 300 mil ejemplares semanales de Gladium. Allá realizó el llamado catolicismo social fundado en la Rerum Novarum de León XIII.
Contrario a lo que podría pensarse, el Gandhi mexicano no era hombre preso en las iglesias, no era un santurrón, dice el especialista, era hombre de acción. Y Gallegos afirma categórico lo que ha sido la principal controversia sobre Anacleto: Cuando fue tomado prisionero, él había tomado la decisión de tomar las armas. Ese día había llegado a Guadalajara y estaba escondido cuando el detective Quintana supo de su paradero, pero él era sólo el instrumento. Su real enemigo era el gobernador del Estado. Sabían que Anacleto era el alma de todos los grupos de la resistencia católica.
La captura de Anacleto fue en casa de la familia Vargas González en la noche y sin hacer ruido. El general Ferreira fue el responsable de la ejecución y del juicio sumarísimo que le hizo mártir el 1 de abril de 1927. La manifestación popular por su muerte fue muy grande, lo que demuestra que la acción social de Anacleto había calado muy profundo en el pueblo.
Posterior al martirio, afirma Gallegos, el movimiento social de González Flores disminuyó, pero siguió activo a través de los diversos grupos que le conocieron: Desde luego no tenían la misma calidad moral ni el pegue que tenía Anacleto. Gómez Loza recogió la estafeta, él era el gobernador civil de Jalisco. La causa no acabó con él.
Ahora, Anacleto González Flores es proclamado santo patrono de los laicos mexicanos. Gallegos ve este reconocimiento como un añadido a su personalidad. No se le rinde honor con eso. Para el especialista, esto no añade nada ni modifica su talante, se le reconoce la estatura moral y católica que tuvo. A Anacleto lo tomamos como un medio, Dios lo hizo medio para dar fuerza al movimiento católico. Hoy esos liderazgos están muy diluidos. Hombres de la valía o de la talla de Anacleto serían atacados de otras maneras, sería muy difícil que hoy surgiera una persona de esa talla, pero para Dios no hay imposibles…”