Arquimedios Guadalajara El México posible y los laicos
Los católicos, para ser coherentes con el Evangelio, debemos aprender a actuar gozosamente en la sociedad civil, sin ocultar nuestra identidad, sin enmudecer para satisfacer las demandas de otros.
| El Semanario de Guadalajara
Si le hacemos una biopsia, al nombramiento de la titular de la CNDH, la Comisión Nacional de Derechos Humanos, tendremos un diagnóstico de lo que sucede con el tejido político en nuestro país.
Lo que vemos son procedimientos cuestionables ya que candidaturas que necesitan de autonomía, se asocian a militancia partidista. Todo lo cual nos lleva a escenarios de una clase política que no podemos aceptar. La autonomía de la CNDH queda maltrecha. Este episodio es una pieza del clima político que domina hoy al país y que nos hace reflexionar como ciudadanos y creyentes en nuestra participación en la vida social y política de nuestro país.
Hoy más que nunca es necesaria una nueva actitud que los laicos católicos deberíamos asumir en el debate público. Se nos atribuye no estar al día con las tendencias de los tiempos, razón por la cual nunca seremos aceptados en la sociedad, según algunos. Eso lo dicen muy fuerte quienes promueven con la agenda de la izquierda liberal en temas como vida y familia; pero ciertamente no es de ellos el monopolio. Lo mismo se comenta entre las derechas, acusando a los católicos de ser desorientados en temas como la economía y la justicia social.
El orden constitucional mexicano, por maduración de la sociedad civil y de los católicos, ha definido nuestro Estado laico dentro del horizonte de una laicidad propositiva. Nuestra participación puede confirmar que las personas que profesan una religión pueden manifestarse libremente en México, en pleno ejercicio de su libertad religiosa, dentro de un marco de normalidad ciudadana.
Pobreza extrema, deterioro de la economía y del medio ambiente, con la persistencia de la discriminación, se refuerza de la mano de la permisividad con los grupos que promueven la violencia.
Algo debemos hacer. Hay cansancio, desesperanza, hartazgo, una búsqueda de salidas que a veces no son las mejores. El escenario de un México fallido, nos muestra una sociedad polarizada y una disrupción y agresión generalizada. Todo empeora, mientras el crimen organizado se apodera del territorio nacional y se paraliza la economía. Este podría ser un México en estado de excepción.
Los católicos, para ser coherentes con el Evangelio, debemos aprender a actuar gozosamente en la sociedad civil, sin ocultar nuestra identidad, sin enmudecer para satisfacer las demandas de otros.
Jesús nunca se intimidó. No lo hizo cuando fue empujado a predicar en las periferias de Jerusalén por sus detractores, ni cuando sus seguidores le abandonaron, tampoco cuando Pedro lo negó, Judas lo vendió y sus discípulos huyeron. A Pedro le habló fuerte cuando éste le insinuó que debería moderar sus palabras.
El futuro no está escrito, será fruto de lo que hagamos o dejemos de hacer con personas de diferentes condiciones e idearios para trabajar unidos por proyectos conjuntos, benéficos para todos y no solo para una fracción de la sociedad.
Cristo nunca ocultó su identidad, ni siquiera en los momentos más difíciles. Siempre habló desde la misericordia, en la caridad, abriendo anchas puertas a la esperanza.