Es en lo débil y junto a los débiles, donde se obra el milagro, donde renace la vida. Cuento de Navidad: María y el sueño de la hospitalidad
En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios y era Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de la humanidad. Esa luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no han logrado apagarla.
María con su sí representa a toda una humanidad deseosa de encontrar un sentido a sus vidas, a salir de tanta ceguera y hostilidad, para dejar de vivir aislados por muros grises. Con su sí María permite que Dios obre el milagro de la hospitalidad.
Un mundo nuevo, lleno de color y de vida. Un lugar donde hay sitio para todas y todos, donde nos podemos sentar a la mesa a comer y celebrar, y siempre sobra, donde los más pequeños tienen un lugar privilegiado, donde nadie se siente excluido.
Un mundo nuevo, lleno de color y de vida. Un lugar donde hay sitio para todas y todos, donde nos podemos sentar a la mesa a comer y celebrar, y siempre sobra, donde los más pequeños tienen un lugar privilegiado, donde nadie se siente excluido.
| Alberto Ares director del Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones y adjunto a la coordinación del Servicio Jesuita a Migrantes en España
“En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios y era Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de la humanidad. Esa luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no han logrado apagarla.
La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo ser humano que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos e hijas de Dios, a los que creen en su nombre.
Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.” (Jn. 1, 1-15)
Pronto nos cegamos [EE 106] y le dimos la espalda a la Luz verdadera. Nos creímos dioses y ya sólo sabíamos conjugar la primera persona del singular: yo-me-mi-conmigo. Comenzamos a tener miedo, pues cualquiera podría arrebatarnos “nuestras posesiones” y nos iniciamos en la construcción de muros, armándonos hasta los dientes y cercando nuestra casa. Muros grises, que parecían darnos seguridad, pero que nos aislaban y que producían esterilidad. Muros altos que separaban y que engendraban soledad y hostilidad. Nuestra ceguera nos había llevado al abismo.
Es en este mundo complejo y ciego, donde a Dios se le conmueven las entrañas y decide salir de sí,¡Hagamos redención! [EE 107] y convertirse en el primer migrante, el primer peregrino. Como si esto fuera poco, Dios hace planes para cambiar el mundo y sacarnos de tanta ceguedad. No recorre palacios, ni va a la Casa Blanca, para nacer, sino que parte a una pequeña aldea, de un pueblo vencido y sometido a un gran imperio. Por si no nos parecía suficiente. ¿Irá pues a nacer en casa de las familias ilustres del lugar, la de los sacerdotes o levitas? Pues no. Dios llama a la puerta de María, una joven sencilla, aún soltera y desposada con José. Es allí donde Dios pide permiso para nacer. María entre el aturdimiento, el sobresalto y la alegría, se fía y desde la humildad y el agradecimiento, dice que sí. ¡Pues buena se armó! “madre joven soltera y en un pueblo pequeño”, por si nos gustaban los chismes. Y para José, tan ilusionado con la boda, menudo plan.
Allí están los dos (o más bien los tres) cruzando fronteras sin papeles, y María a punto de dar a luz. Dios estaba también planeando un buen lugar para su nacimiento, junto a María y José. ¿Será en casa de sus familias junto a los suyos? ¿Será en una habitación confortable? ¿Será en la capital, Jerusalén, para que todos se enteren? Pues no. María da a luz a Jesús en una cuadra, junto a animales y estiércol (con perdón), porque nadie les abrió su puerta, ni siquiera en la posada. Jesús nace como un migrante forzoso, nadie le abre su puerta. Nadie los acompaña en el nacimiento salvo unos pastores. No tuvo la exclusiva de su nacimiento la CNN, ni salió en portada de ¡Hola!. El anuncio lo hicieron unos pastores a la luz de las estrellas, unos pastores que tenían fama en el lugar de “amigos de lo ajeno”. Este es el plan de Dios. ¡Se ha vuelto loco! ¿Y así va a cambiar el mundo? ¡Esto lo que parece es el mundo al revés!
María con su sí representa a toda una humanidad deseosa de encontrar un sentido a sus vidas, a salir de tanta ceguera y hostilidad, para dejar de vivir aislados por muros grises.Con su sí María permite que Dios obre el milagro de la hospitalidad. Ante tanta hostilidad, María comienza a soñar y en sus sueños ve como el muro gris empieza a resquebrajarse, y lo que antes era una pared alta y fría, ahora empiezan a surgir puertas que se abren. En sus sueños, María se arrodilla, como el mismo Dios y como Nicodemo, para nacer de nuevo. Como si volviera a ser niña otra vez, toma sus lápices de colores y comienza a pintar el nuevo mundo que se abre tras las puertas. Un mundo nuevo, lleno de color y de vida. Un lugar donde hay sitio para todas y todos, donde nos podemos sentar a la mesa a comer y celebrar, y siempre sobra, donde los más pequeños tienen un lugar privilegiado, donde nadie se siente excluido. Un lugar donde el muro hostil se transforma en puerta abierta a la hospitalidad, al Reino.
Christmas Story: Mary and the Dream of Hospitality
“Es en lo débil y junto a los débiles, donde se obra el milagro, donde renace la vida y la hospitalidad, donde se tienden puentes, donde todo cobra sentido, y donde la semilla de Reino comienza a germinar”.
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