San Romero de América... (cf. Pe. Juan Carlos Rengucci PSSC)
...Si denuncio y condeno la injusticia es porque es mi obligación como pastor de un pueblo oprimido y humillado (D. Romero)
El legado romeriano que dejó como servicio a la Iglesia estuvo guiado siempre por el Evangelio y en las opciones pastorales enraizadas en la fe cristiana, tomadas de varias fuentes doctrinales, donde encontró criterios fundamentales para decir que la Iglesia no vive para si misma, sino encarnada en medio de su pueblo.
A San Romero de América, en su época, la realidad le hizo de contexto en los años de su ministerio y a pesar de los varios componentes, como lo fueron la conservadora estructura eclesial, el también conservador entorno social que rodeaba al arzobispado de San Salvador, un clero y un laicado comprometidos con las exigencias de justicia, y un país sumido en la pobreza y la violencia. Todas estas realidades fueron una constante interpelación para San Romero, y lo obligaron a hacer que su postura fuera cada vez más cercana a la realidad de su país y a su relación con el Dios de Jesús. El aceptar el desafío de romper con la dicotomía entre mundo e Iglesia dio lugar a una amplia actuación con muchas facetas, interpretaciones y reflexiones para poder dejar de ser una Iglesia encerrada en si misma y en teorías doctrinales.
Su legado nos interpela para no olvidar que la misión de la Iglesia es reino-céntrica y Cristo-céntrica y de ellas deriban las características que el mismo San Romero llevó adelante. La Iglesia tiene el desafío de construir el Reino de Dios en la historia, donde el anti-reino se hace presente y empuja con fuerza. Pero en la persona de Monseñor Romero se descubre que los valores del Reino de Dios, y de otros muy nobles que surgen del mundo de los pobres, son los que verdaderamente dan más vida y enseñan a mejoran el mundo en donde vivimos.
La Iglesia a la que este pastor respondió, tuvo el desafío de tener como fundamento a Cristo Jesús; parece obvio, pero en el mundo de hoy no lo es. El ejemplo de San Romero llama a no perder de vista que la ultimidad esencial de la Iglesia es Cristo en la historia, y su presencia en medio del pueblo debe ser salvífica. No debe olvidar su historicidad, es decir, el deber grave de la Iglesia de realizar históricamente la salvación divina, yendo a las raíces profundas del mal en el mundo, deshaciéndolas y construyendo las raíces del Reino de los Cielos. Por eso tiene la misión de ser fiel, incluso hasta llegar a dar la sangre, la misión de la Iglesia consiste en testimoniar la presencia de Jesús en la historia, hacerlo conocer y amar. Tan importante es esta realidad que de lo contrario dejaría de ser la Iglesia de Cristo.
En esta misión la Iglesia esta expuesta a tener como característica propia la persecución.
No extraña de que la Iglesia sea perseguida precisamente cuando es fiel a su misión. Esto es un gran desafío ya que de aquí depende la verdadera realización de la Iglesia, es decir, cuando lleva a cabo su misión en la historia de la salvación resulta ser la verdadera Iglesia de Cristo, y por lo tanto esta conllevará persecuciones por doquier. Esta es instrumento vivo en la construcción del Reino de Dios, así como de velar por la vida y dignidad de los hombres y mujeres de manera especial por los pobres y oprimidos, que debe tener al centro de su praxis, es su deber y su derecho, y por lo tanto, no puede descuidarse de esta gran responsabilidad que nos deja este santo y el gran desafío para ponerla en práctica en nuestra realidad de hoy.
El legado romeriano que dejó como servicio a la Iglesia estuvo guiado siempre por el Evangelio y en las opciones pastorales enraizadas en la fe cristiana, tomadas de varias fuentes doctrinales, donde encontró criterios fundamentales para decir que la Iglesia no vive para si misma, sino encarnada en medio de su pueblo.
A San Romero de América, en su época, la realidad le hizo de contexto en los años de su ministerio y a pesar de los varios componentes, como lo fueron la conservadora estructura eclesial, el también conservador entorno social que rodeaba al arzobispado de San Salvador, un clero y un laicado comprometidos con las exigencias de justicia, y un país sumido en la pobreza y la violencia. Todas estas realidades fueron una constante interpelación para San Romero, y lo obligaron a hacer que su postura fuera cada vez más cercana a la realidad de su país y a su relación con el Dios de Jesús. El aceptar el desafío de romper con la dicotomía entre mundo e Iglesia dio lugar a una amplia actuación con muchas facetas, interpretaciones y reflexiones para poder dejar de ser una Iglesia encerrada en si misma y en teorías doctrinales.
Su legado nos interpela para no olvidar que la misión de la Iglesia es reino-céntrica y Cristo-céntrica y de ellas deriban las características que el mismo San Romero llevó adelante. La Iglesia tiene el desafío de construir el Reino de Dios en la historia, donde el anti-reino se hace presente y empuja con fuerza. Pero en la persona de Monseñor Romero se descubre que los valores del Reino de Dios, y de otros muy nobles que surgen del mundo de los pobres, son los que verdaderamente dan más vida y enseñan a mejoran el mundo en donde vivimos.
La Iglesia a la que este pastor respondió, tuvo el desafío de tener como fundamento a Cristo Jesús; parece obvio, pero en el mundo de hoy no lo es. El ejemplo de San Romero llama a no perder de vista que la ultimidad esencial de la Iglesia es Cristo en la historia, y su presencia en medio del pueblo debe ser salvífica. No debe olvidar su historicidad, es decir, el deber grave de la Iglesia de realizar históricamente la salvación divina, yendo a las raíces profundas del mal en el mundo, deshaciéndolas y construyendo las raíces del Reino de los Cielos. Por eso tiene la misión de ser fiel, incluso hasta llegar a dar la sangre, la misión de la Iglesia consiste en testimoniar la presencia de Jesús en la historia, hacerlo conocer y amar. Tan importante es esta realidad que de lo contrario dejaría de ser la Iglesia de Cristo.
En esta misión la Iglesia esta expuesta a tener como característica propia la persecución.
No extraña de que la Iglesia sea perseguida precisamente cuando es fiel a su misión. Esto es un gran desafío ya que de aquí depende la verdadera realización de la Iglesia, es decir, cuando lleva a cabo su misión en la historia de la salvación resulta ser la verdadera Iglesia de Cristo, y por lo tanto esta conllevará persecuciones por doquier. Esta es instrumento vivo en la construcción del Reino de Dios, así como de velar por la vida y dignidad de los hombres y mujeres de manera especial por los pobres y oprimidos, que debe tener al centro de su praxis, es su deber y su derecho, y por lo tanto, no puede descuidarse de esta gran responsabilidad que nos deja este santo y el gran desafío para ponerla en práctica en nuestra realidad de hoy.