La homilía debe durar como máximo diez minutos. El cardenal Carlos  Aguiar  Retes,  primado de México,  opina sobre las homilías.

EUCARISTÍA
EUCARISTÍA Alejandro Fernández Barrajón

La preparación de las Homilías, factor para promover a los fieles en la escucha de la Palabra de Dios. Hay muchos sacerdotes que aún utilizan sus homilías para reprender a la gente.

1) ¿Cómo deben ser las homilías para la comunidad de hoy? ¿Cree que los sacerdotes preparan en serio sus homilías?

RESPUESTA:

Hay de todo en la viña del Señor. Sin embargo son muchos los fieles que buscan celebraciones presididas por sus buenas homilías. Y ese fenómeno se ha intensificado a partir de las transmisiones digitales, que la Pandemia ha provocado como consecuencia de los confinamientos y previsiones para evitar los contagios. Pero, ante todo, hay que considerarlo como oportunidad para una mejor preparación de las homilías dominicales. De hecho, hoy existen en el mundo virtual muchos sitios de internet, que ofrecen los elementos necesarios para una preparación de las predicaciones dominicales. Ante el incipiente regreso a la convivencia social, gracias a la vacunación, hay que insistir en la presencia física de los fieles en la Eucaristía, para participar no solo de la escucha común de la Palabra de Dios y el predicador vea los rostros de quienes escuchan, sino también del encuentro con la comunidad parroquial, y del gran don de recibir el cuerpo de Cristo, bajo el signo del pan eucarístico.

2) ¿Cuánto debe durar como máximo una homilía?

RESPUESTA:

Cuando yo era un seminarista en la última etapa de la formación al Sacerdocio ministerial, me quedaron grabados dos consejos de nuestro querido formador en el Seminario de Montezuma, el Padre Jesuita Luis María Narro, que ya está gozando de la Casa de Dios Padre; consejos que trato de asumir hasta el día de hoy: ser puntual en las celebraciones litúrgicas y preparar la homilía para un máximo de diez minutos. La explicación para motivar el inicio puntual de la celebración fue muy sencillo y lógico: cuando inicien tarde vean cuánta gente los esperó y multipliquen los minutos por el número de las personas que esperaron; de ese tiempo tendrán que dar cuenta al Señor. El argumento para no durar más de diez minutos en la predicación fue porque después de esos 10 minutos la feligresía pierde la atención: -Sea porque algún punto de la explicación le llamó la atención o le iluminó en algún problema que vive y se quedó meditando su situación, -Sea porque se distrajo en algún movimiento o ruido en su entorno, -sea porque perdió el hilo de la temática expuesta, -O, finalmente, porque en general toda persona después de 10 minutos se cansa de atender, y empieza a mirar su reloj y a esperar a qué hora el sacerdote terminará la predicación, en lugar de atender al mensaje; e incluso algunas salen molestas de la larga homilía y olvidan los puntos que al inicio de la predicación les había atraído. Personalmente he procurado en mis 48 años de ministerio sacerdotal ambas cosas, y con mucha frecuencia me lo han agradecido.

3) ¿Las homilías deben centrarse más en la Palabra de Dios o también en cuestiones sociales?

RESPUESTA:

Ambas cosas deben ser objeto de la predicación, porque la Palabra de Dios exige por sí misma una respuesta. Ella interpela, cuestiona e ilumina la vida en sus diferentes circunstancias, sea sobre la relación interpersonal, sea familiar, sea vecinal, sea social de la región, del país, o de carácter global. Recordemos que Jesucristo es la Palabra del Padre, enviado como mensajero para revelar el plan de Dios sobre la Creación en todas sus dimensiones. Y es un mensajero que testimonió la necesidad de responder a ese mensaje con la vida personal, confiando en el amor misericordioso del Padre, y en la asistencia del Espíritu Santo para dar la respuesta al Plan de Dios. Finalmente, considero que centrar la homilía en la Palabra de Dios recién proclamada, evita que el predicador repita la doctrina aprendida y la aplicación moralizante de la misma; ya que la Palabra de Dios es mensaje que se actualiza al escucharla, y que ilumina y orienta las experiencias de vida, tanto personales como sociales. Por ello, la mejor preparación de una Homilía es haber leído y escuchado previamente la Palabra que será proclamada; y, según mi experiencia, esa escucha facilita el presentarla a los fieles, con las interrogantes que plantea o cuestiona, y también surgen con facilidad los aspectos y las características del amor de Dios en sus diferentes modalidades. No cabe duda de que el predicador que ha escuchado primero la Palabra de Dios antes de exponerla, y es consciente de la realidad socio-cultural de su ambiente, experimentará la asistencia del Espíritu Santo para elegir los puntos a transmitir y para diseñar la homilía.

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