#adviento Las Marías que Viajan

“Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto, y quédate allí hasta que yo te diga, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo” (Mateo 2:13)

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He sido muy privilegiada en mi vida de viajar fuera de mi país y conocer hermosos lugares, culturas fascinantes y sobre todo personas inolvidables. Sin duda la más de ensueño de todas, y que rompió mi corazón, la tuve hace poco cuando viajé por primera vez al continente africano, donde tenía que asistir a un evento de trabajo en Kenia. Un país del que sólo había escuchado en algún documental de Discovery Chanel, pero también había podido conocer personas increíbles en los múltiples viajes que he tenido. Antes de continuar quiero aclarar que para mí viajar ha sido literal un regalo, porque han sido viajes que he hecho por mi trabajo en las organizaciones civiles que he colaborado a lo largo de mi carrera profesional. Para mí como mujer nicaragüense de clase media baja, viajar es un lujo que no puedo costear, más desde hace 6 años que me convertí en madre.

Viajar desde Nicaragua, a Kenia es un viaje enormemente largo que toma básicamente 2 días el hacerlo y esto con sus respectivas escalas. La conexión era así Nicaragua- México- Ámsterdam, Ámsterdam – Kenia.  Sólo de pensarlo o través es abrumador, Sin embargo, me encanta viajar, aún cuando cada día me convenzo de que el mejor de los inventos sería descubrir como teletransportarse al lugar del destino, sin tener que pasar por los terribles checkeos migratorios y más era pos covid.

El primer dolor de cabeza, y quizás el único que tuve fue en México. Como Nicaragüense no puedo hacer escala de horas en México, sin una visa gringa o mexicana.  Mi visa estadounidense había expirado unos años más, y sorprendentemente nunca me interesó renovarla, y aunque intenté conseguir una visa mexicana la embajada en este momento no atiende a ningún nacional, sino a sus propios ciudadanos en el extranjero. Con esta incertidumbre me aventuré a presentarme en el aeropuerto sin saber realmente si podría subirme en ese avión que me llevaría a las Europas y luego a las Áfricas. “Es necesario tener Visa Americana o mexicana” me confirmó el agente de la aerolínea, mientras hojeaba todas mis estampillas en mi casi ya agotado pasaporte. Sin embargo, me dijo, “podría acceder a un “servicio de Custodia” que básicamente consiste en entregarle tu pasaporte a la aerolínea, pasar directamente del avión a un cuarto federal, donde no podías usar el teléfono y estar ahí las horas previas a tu viaje sin poder salir, y esperar que un agente de la misma aerolínea te llevará a tu siguiente vuelo.

La idea no me pareció nada mal, tomando en cuenta que siempre tengo temor de perderme en aeropuertos enormes y no poder hacer mi conexión. Sin embargo, entregar tu pasaporte, a otra persona, sobre todo con el único documento de identidad que tenés en el extranjero es aterrador. Desde ahí me sentí vulnerable y poco entusiasmada con la idea. Sin embargo, lo tomé, ya había comentarios sobre esta práctica, y por un no módico precio pagué a la Aerolínea 160.00 Dólares por este “servicio”. Todo pasó exactamente como el agente me había explicado, sólo que no mencionó que en el cuarto donde colocan a las personas en “tránsito sin visa” también están las personas que se les ha negado la entrada a México y están siendo deportadas. Una especie de cárcel dentro del aeropuerto. Muchas mujeres y hombres de países centroamericanos, Colombia y África estaban ahí. Entre las mujeres, todas rápidamente empezamos a formar una comunidad. Varios nicaragüenses iban conmigo y algunos mencionaban que la práctica era de los más normal, otras como yo pensábamos que no era justo.  No tuve si tiempo de profundizar más con mis nuevas compañeras, pero pronto me di cuenta que de todas yo era la única que no viajaba a Europa como destino final para migrar.

Una hora después, y aunque mi tiempo de espera era de 4 hrs, el agente de la Aerolínea llegó por mí y otra compatriota y nos llevaron a nuestro vuelo, eso sí siempre supervisadas, bajo la sospecha que nos podríamos escapar, cruzar las ciudades controladas por los carteles, conseguir un coyote, y si no éramos violadas en el camino en el mejor de los escenarios,  llegar a la tan ansiada tierra prometida de los Estados unidos de Norte América. (Nótese mi sarcasmo)

Al parecer esta salida tan temprano fue sorpresiva, más de otras compañeras que tenían casi la misma hora del vuelo. Interesantemente las que salimos éramos las “más clara de tez del grupo”

Conversando con mis “custodios” me di cuenta (un hombre y una mujer)  que no estaban al tanto de la situación de su embajada en otros países, no entendían porque teníamos que pagar tanto para venir a su País tan caótico y entre bromas y bromas me recomendaron los mejores precios para comprar en el aeropuerto.  ¡Listo! Me dije a mi misma, respiré, nada mal, excepto por el susto de estar en un cuarto, sin tu teléfono, y pasaporte y tratada como un delincuente.  Un solo adjetivo podría describir esta situación: ¡Humillante!

 Pero el dolor de mi corazón, lo tuve, al regreso de Kenia. Aunque tuve la expectativa que pasara igual como de ida, esta vez  pude comprobar  que en nuestras sociedades latinoamericanas impera el racismo, la discriminación y la xenofobia.  Esta vez mi tiempo fue de 4 hrs, 4 hrs dónde escuché de colombianas con 4 días encerradas en este lugar esperando su vuelo, de nicaragüenses aún con visa americanas pero enviados ahí porque estaban tatuados,  eran de  tez oscura y tenían pinta de pandilleros. Pero quizás la más fuerte que me entristeció fue ver cómo fueron  tratadas un grupo de mujeres Haitianas.

Cuando entré o través al cuarto a mi regreso, entró conmigo un grupo de personas que venían del algún rincón de Europa que no tenían visa mexicana o estadounidense, se nos explicó porque estaríamos ahí, que era una zona federal y hasta se detenía de vez en cuando el oficial para saber que  se había entendido el mensaje. Uno de los agentes bromeó conmigo por mi segundo nombre y aplaudió el ingenio de mi padre por llamarme Gahoma.  Cuando las mujeres de Haití con niños y niñas en mano entraron el discurso fue distintos. Se les gritaba y ordenaba quitarse los cordones de sus zapatos y se les quitaba a los niños sus tablets y todo artefacto electrónico. (Me quedé en Shock, mi hija Brisa no me dejaría tranquila si no le permitiera ver sus dibujos en la Tablet) Lo peor no se les explicaba porqué estaban ahí. Algunas hablaban un poco de español, y podían comprender un poco, pero no lograban entender si de ahí irían a su destino final o de regreso a su hogar.  Una mujer joven se me acercó y mencionó que iba a Chile. Lo que si sabían es que la mayoría tenía su vuelo en 5 días. 

Describiré un poco “el cuarto de espera”: pequeño, con sillas un televisor y unas cuantas literas, con colchones fríos, sin ninguna sábana, con 2 baños, que muchas veces no funcionan. No hay aire acondicionado. No puedes llevar comida, aunque al parecer en casos de días, la Aerolínea lleva alimentos. No estoy segura de este último. Mi corazón se encogió. Pensar a niños “en esas situaciones” exigiendo, llorando, en todo su derecho a madres agotadas sin saber realmente que pasaba, es simplemente cruel. Es hasta la fecha y sigo pensando en la mujer haitiana, mientras su hija lloraba por su Tablet, que se me acercó y preguntó “¿Sabe Porque tengo que quitarme los cordones de los zapatos?

Este segundo domingo de adviento quisiera encender mi candelita por todas las mujeres que viajan, dejan sus hogares y familias y parten sin rumbo desconocidos a otros lugares. La Pobre, la marginada, la adolescente embarazada, la juzgada en una sala del hospital a la merced del sistema del hombre que la violenta, aún dando a luz apresurándola a través del cuchillo. La mujer joven que no tiene otra opción que tomar una maleta e irse para enviar dinero a sus hijos a su familia, y la que los lleva en sus brazos. La que creemos que no tiene nada en común con aquella María, la adolescente, la niña que también con un niño en pecho tuvo que huir a otro país, por su vida y la vida de su hijo, no si antes escuchar el llanto de las madres que gritaban por sus hijos asesinados por Herodes. 

Por ellas, por nosotras oremos que la Rúa, nunca nos abandone y la estrella que inundó con su luz Belén, ilumine también nuestras oscuridades.

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