Comentario a las lecturas bíblicas del domingo 12º ciclo B Jesús enseña mostrando su serena confianza en Dios
Dios interviene en la discusión entre Job y sus amigos. Y para resaltar su superioridad que no puede ser medida con esquemas humanos comienza aludiendo a la creación. El mar (tema del texto, y del Evangelio) sólo recibe los límites que el creador le asigna.
La unión entre Cristo y los cristianos es tan estrecha que estando unidos a Él estamos ya integrados en un nuevo tiempo que esperamos. La nueva creación, anunciada por los profetas, ya es una realidad “en Cristo”.
Cansado de predicar Jesús pide pasar a la otra orilla. En el mar se desata una tormenta mientras Jesús duerme. El contraste entre la confianza de Jesús y la falta de fe de los discípulos se manifiesta en una enseñanza “práctica” que el “Maestro” les dará mostrando su palabra con autoridad.
Cansado de predicar Jesús pide pasar a la otra orilla. En el mar se desata una tormenta mientras Jesús duerme. El contraste entre la confianza de Jesús y la falta de fe de los discípulos se manifiesta en una enseñanza “práctica” que el “Maestro” les dará mostrando su palabra con autoridad.
Lectura del libro de Job 38, 1. 8-11
Resumen: Dios interviene en la discusión entre Job y sus amigos. Y para resaltar su superioridad que no puede ser medida con esquemas humanos comienza aludiendo a la creación. El mar (tema del texto, y del Evangelio) sólo recibe los límites que el creador le asigna.
No es unánime entre los estudiosos la estructura del libro de Job, pero hay unanimidad – que sepamos – en que toda la larga primera parte del libro (luego de la introducción narrativa) está estructurada en un diálogo entre Job y sus (malos) amigos. La obra concluye con una segunda parte, mucho más breve en extensión, que es la respuesta de Dios a Job por sus intervenciones (no hay consenso en si se trata de uno o dos discursos de Dios). El texto litúrgico de hoy está conformado por la primera parte de este (primer) discurso de Dios a Job. Como se repetirá en 40,6 Yahvé se dirige a Job “desde la tormenta”, y la intención es “poner a Job en su lugar” ya que en sus discursos anteriores pareciera ponerse casi a la altura divina.
Las preguntas son ciertamente irónicas: “¿dónde estabas?”, “¿sabes?”, “¿quién?” … La primera pregunta es particularmente irónica: “¿quién es este…?” La referencia fundamental de las preguntas divinas alude a la creación (empieza por la tierra, sigue el mar, los astros… y finaliza con los animales) y es hecha “desde la tempestad”, señalando el ámbito especial de lo divino. La soberanía de Dios sobre el mar es uno de estos temas y colocado hoy en la liturgia como ilustración del texto evangélico. Es sólo una de las muchas preguntas de Dios a Job. El tema central radica en destacar que Dios no puede ser encerrado en esquemas.
Pero la clave comienza en v.1 (incluido en el texto litúrgico) al destacar que lo que tenemos a continuación es (la) respuesta de Dios a Job.
A diferencia de Génesis 1, aquí el mar nace de la tierra, y como un recién nacido recibe pañales y vestidos que aquí son las nubes y la niebla. Como el niño precisa que le pongan límites, Dios se los pone al mar (rememora el Diluvio, sin dudas) y lo borrascoso del mar (cf. Is 57,20; Sal 93,3).
Lectura de la segunda carta de san Pablo a los cristianos de Corinto 5, 14-17
Resumen: la unión entre Cristo y los cristianos es tan estrecha que estando unidos a Él estamos ya integrados en un nuevo tiempo que esperamos. La nueva creación, anunciada por los profetas, ya es una realidad “en Cristo”.
Pablo ha dicho cómo se ve él ante Dios. Ahora señala que todo esto es obra de Cristo (lectura teológica). Estamos ante una de las unidades más cristológicas de la carta. Un nuevo juego de opuestos (como el que volveremos a encontrar en Rom 5,12-21) entre uno y todos da sentido a la muerte de Cristo. Es una muerte de uno por (hyper), palabra que se repite seis veces en esta unidad y parece provenir de la lectura cristológica del texto del cuarto canto del Siervo de Is 53 y señala la acción en favor de todos nosotros (cf. Rom 5,6.8). El efecto de esta muerte es la reconciliación (también en Rom 5,6.8). Y porque estamos reconciliados – se reconcilia el mundo, cf. v.19 –, se les confía, a los ministros de la palabra, el ministerio de la reconciliación.
La misión del apóstol parece claramente hacer realidad (imperativo) lo que ya ocurre (indicativo) por obra de Cristo: estamos reconciliados, ¡reconciliémonos! Y lo que debe mover (a todos) es el amor, que nos apremia, nos oprime y compele (a anunciarlo a todos) por eso el efecto reconciliador busca que los que viven no vivan para sí, sino para el Señor. Solidarios con la muerte de Cristo, como su muerte es solidaria con nosotros, no debe preocuparnos que se desmorone el hombre exterior; por el contrario, eso significa una muerte a ese hombre y la irrupción de la novedad de Cristo, novedad que es presentada como nueva creación.
Una nueva paradoja: pecado-justicia se revela en esta solidaridad “por”. Jesús fue hecho pecado por nosotros (se supone: hecho por Dios, es un “pasivo divino”) y en él venimos a ser justicia, así como en él somos nueva creación.
La unidad comienza poniendo el centro en el amor de Cristo. Es ese amor el que da nuevo sentido a la cruz. Y, por ese amor, el acontecimiento de la cruz provoca reconciliación. Ese amor da a Pablo una clave, de la muerte de Cristo saca una conclusión: la unión con Él hace que su muerte provoque nuestra muerte, pero ahora entendida en un sentido metafórico, es muerte al pecado. Y precisamente por eso pasa del pasado al futuro, del don a la tarea. La vida de los que han muerto al pecado (Rom 6,11) es un anticipo de la resurrección porque para el apóstol muerte y resurrección son inseparables. El juego de paradojas es ahora entre muerte y vida; hay un interesante juego gramatical: murió y resucitó se encuentran en aoristo, por lo que se refiere a un momento puntual, obviamente la Pascua, pero como esto ocurre para ellos (hyper autôn), su efecto continúa en el tiempo, en los que han muerto al pecado – quizá remita al bautismo – y pertenecen al Señor.
Esta acción de Cristo, y acción en favor de los suyos, sigue teniendo consecuencias: nos introduce en un nuevo tiempo escatológico aunque el tiempo viejo subsista simultáneamente. “Nosotros” refiere ahora al mismo Pablo.
La actuación de Dios en Cristo provoca una novedad tan absoluta que no mira lo viejo, los delitos, la carne, sino que hay un nuevo modo de mirar las cosas, un modo “escatológico”, reconciliado, de justicia. Se ha querido ver en 5,16b una referencia a que Pablo conoció antiguamente a Jesús según la carne. No parece que el párrafo esté preocupado por esto; no sólo porque dice Cristo, cuando, en ese caso, sería de esperar “Jesús”, sino porque según la carne es sinónimo de “a modo humano”, o también viejo, que se contrapone a nuevo. Es un nuevo modo de conocer todo, a lo que Pablo se refiere; por eso es más probable que diga “conocer según la carne”; antes que “Cristo según la carne”.
En todo caso, también es probable que se refiera a su conocimiento de Cristo antes que éste le fuera revelado, es decir, su conocimiento del Cristo predicado por los cristianos. Ese es según la carne; es un conocimiento incompleto de Cristo que no viene acompañado por la revelación de Dios y que, por lo tanto, no puede alcanzar una plena comprensión. Sabemos y conocimos son paralelos y también lo son ahora no y ya no. El tiempo al que se refiere es el anterior a Damasco. Cuando en los tiempos finales Dios le reveló (apokalypsai) a su Hijo (cf. Gal 1,16), ya no lo conoce según la carne, como lo había conocido en un primer momento; Pablo ya está en Cristo, y recibió en un momento específico, el de su vocación, el ministerio de la reconciliación.
Estar en Cristo, que como se sabe es un “lugar teológico” en Pablo, muestra una in-corporación, entrar en un cuerpo, fundirse en la realidad escatológica de Cristo, lo que se logra por el bautismo. La preposición en, en este caso, está cargada de sentido antropológico, cristológico, eclesiológico y también escatológico. Por eso puede decir algo tan terminante, aplicado a los cristianos lo que no ha de entenderse de un modo individualista: si alguno (está) en Cristo, (es) nueva creación. La semejanza que hemos visto con Rom, la velada alusión a Adán y el nuevo Adán en v. 14bc, y las alusiones al AT (como también las encontraremos en 6,2 donde cita expresamente Is 49,8) parecen invitarnos a pensar en textos como Is 48,5; 65,17; 66,22 donde se presentan los tiempos escatológicos como novedad. Así lo primero, lo viejo, lo anterior a Cristo y según la carne, ya pasó (aoristo, ¿refiere al bautismo?), y ya estamos (y seguimos estando, tiempo perfecto) en el nuevo eón, el nuevo tiempo.
+ Evangelio según san Marcos 4, 35-41
Resumen: Cansado de predicar Jesús pide pasar a la otra orilla. En el mar se desata una tormenta mientras Jesús duerme. El contraste entre la confianza de Jesús y la falta de fe de los discípulos se manifiesta en una enseñanza “práctica” que el “Maestro” les dará mostrando su palabra con autoridad.
Narrativamente, el texto de la llamada “Tempestad calmada” es una continuación coherente con la escena de la predicación “desde la barca” (4,1) en parábolas. Cansado de predicar Jesús pide “pasar a la otra orilla” y se queda dormido “sobre el almohadón de popa” (v.38). Pero veamos el texto:
En el paso a “la otra orilla” se desata una “gran tempestad” (= Job 38,1, lailaps; cf. Sir 48,9.12; Jer 25,32 [32,32 LXX], un término utilizado en teofanías: en esto se manifiesta el poder de Dios). Las olas, por su parte son signo de muerte (2 Sam 22,5; Sal 18,17; 69,3.4; ver Sal 107,25b; 1QH 11.15; 14.23). Acá es importante recordar que Israel no es un pueblo marinero (como sí lo son los fenicios, por ejemplo). De allí que su relación con el mar no es amable (más allá de que en este caso se trata de un lago no demasiado grande, aunque sea llamado "mar", vv.39.41).
Esto lleva a que sea frecuente en la Biblia la identificación del mar con el mal (Leviatán [Job 3,8; 40,25-32; Sal 74,14; 104,26; Is 27,1], Rahab [Job 9,13; 26,12; Sal 87,4; 89,11; Is 30,7; 51,9], serpiente [Is 27,1]). Pero los lectores de Marcos ya sabemos que Jesús ha venido a vencer las fuerzas del mal (de eso también se trata el Reino de Dios). En el mundo griego (p.e. Heródoto) y judío (Sal 105,9 LXX) hay personificación y demonización del viento y el mar (cf. Test Sal 16).
“Rey Salomón, yo soy un malvado espíritu marino. Me levanto y circulo por la superficie de los mares y estorbo a los hombres que en él navegan. Me pongo en movimiento como una ola y, metamorfoseado así, me lanzo sobre los barcos. Este es mi cometido: recoger riquezas y hombres. Así pues, recibo, remuevo y lanzo a los hombres bajo el mar (…) Tengo otra gloria y cometido: me trasformo en olas, subo desde el mar y me muestro a los hombres…” (Escrito apócrifo, Testamento de Salomón 16 [el rey es presentado como un gran exorcista y confronta con diversos demonios. Pero el libro tiene, también, influencia cristiana como se ve en el cap. 11 muy semejante al endemoniado de Gerasa]).
Aunque también haya que resaltar las diferencias, es importante notar el paralelo del texto con el comienzo de la historia de Jonás:
La principal diferencia radica en los personajes: mientras el sueño de Jonás es visto irónicamente, ya que él es el responsable de la tormenta, el de Jesús es signo de su confianza en Dios. También se ha señalado el paralelo con La Odisea, de Homero y el sueño de Odiseo.
Es interesante a su vez recordar el Sal 44.24-27:
¡Despierta ya! ¿Por qué duermes, Señor? ¡Levántate, no rechaces para siempre! ¿Por qué ocultas tu rostro, olvidas nuestra opresión, nuestra miseria? Pues nuestra alma está hundida en el polvo, pegado a la tierra nuestro vientre. ¡Álzate, ven en nuestra ayuda, rescátanos por tu amor!
También el Sal 107,23-32:
Los que a la mar se hicieron en sus naves, llevando su negocio por las muchas aguas, vieron las obras de Yahveh, sus maravillas en el piélago. Dijo, y suscitó un viento de borrasca, que entumeció las olas; subiendo hasta los cielos, bajando hasta el abismo, bajo el peso del mal su alma se hundía; dando vuelcos, vacilando como un ebrio, tragada estaba toda su pericia. Y hacia Yahveh gritaron en su apuro, y él los sacó de sus angustias; a silencio redujo la borrasca, y las olas callaron. Se alegraron de verlas amansarse, y él los llevó hasta el puerto deseado.
Semejante también la literatura de Qumrán:
Se desviaron del camino de tu corazón, [cayeron] presas de destrucción. Como consejero de Belial está su corazón […] en [la reunión] de impiedad, envueltos en la culpa. Yo como navegante en una nave [abandonada] a la furia del mar. Sus olas y sus mareas rompían contra mí; [me azotaba] un viento de perdición, [andaba] desconcertado, sin rumbo. No había brisa que me consolase, ni sendero por donde dirigir mi camino sobre la superficie del mar. El abismo repetía el eco de mi angustia. Llegué hasta las puertas de la muerte. (1QH 11,21-24; también 14,22-24).
A causa del miedo, los que están con él en la barca lo despiertan, y lo llaman “maestro”. El título no parece apropiado para esta circunstancia, pero es paralelo al hecho de que hasta hace unos momentos “enseñó con palabras” (= parábolas), y ahora enseña con hechos (tormenta). Como en el exorcismo de Mc 1, la gente reconoce la “doctrina”. La enseñanza se ilustra con hechos.
Un nuevo paralelo que permite entender el texto se encuentra, precisamente, en el primer hecho de Jesús en Marcos, la expulsión de un demonio en la sinagoga:
En la conclusión Jesús se dirige a los compañeros. La pregunta es por qué no tienen fe. Y esa falta de fe se manifiesta en el miedo (que contrarresta con la calma de Jesús). La cobardía continúa todavía en la reacción: “se llenaron de gran temor” donde se formulan una pregunta clave: ¿quién es este? Narrativamente, esta queda sin respuesta. Queda abierta para el lector. La tormenta es ocasión para enseñar acerca de la “confianza” (cf. Mc 11,22-23, si hay fe los elementos naturales se someten). La respuesta a la pregunta (ya insinuada en 1,1) se irá descubriendo todo a lo largo del Evangelio (8,29; 15,39). Se trata de una fe en camino hacia la cruz.
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