Un santo para cada día: 18 de diciembre Beata Nemesia Valle. (El Ángel de la Comunidad)
El matrimonio compuesto por Anselmo Valle y Cristina Dalbar estaban rebosantes de alegría con la venida al mundo de su primera hija, a la que horas después, en la pila bautismal de la iglesia de S. Orso, pondrían como nombre Julia. Esto sucedía el 26 de junio de 1847 en Aosta, una antigua población, la más importante, de las ubicadas en el majestuoso y bellísimo valle de Aosta, próximo a los Alpes italianos. La laboriosidad del padre, que trabajaba en el mundo del comercio y la abnegada dedicación de su madre, que se dedicaba a la costura, permitía a la familia vivir desahogadamente sin apuros económicos. Posteriormente la familia se trasladó a Besançon, capital de la región administrativa de Franco_Condado. Aquí precisamente fallecería Cristina cuando Julia tenía 5 añitos. A partir de ahora todo iba a cambiar, comenzaba lo que sería para ella un largo peregrinaje por el mundo. Fue llevada a casa de unos familiares de su padre, posteriormente se harían cargo de ella unos familiares maternos que vivían en Donnas, donde aprendería las primeras letras y recibiría la correspondiente instrucción religiosa, para poder recibir los sacramentos.
En el 1858 cuando ya contaba 11 años la volvemos a ver en Besançon, para realizar los estudios con las Hermanas de la Caridad. Ésta sería una etapa importante en cuanto a su formación humana y espiritual se refiere; tuvo entonces la oportunidad de perfeccionar sus conocimientos de la lengua francesa y empaparse de la cultura religiosa. A los 5 de permanencia en el internado siente la necesidad de volver con los suyos, pero la situación familiar había cambiado mucho. Su padre se había vuelto a casar en segundas nupcias, trasladándose a vivir a Pont Saint Martín. El ambiente le resultaba extraño y poco acogedor. Su padre la animaba constantemente a casarse y formar su propio hogar, pero se da cuenta que esa no es su vocación, lo que a ella verdaderamente le atrae es llegar a ser un día hermana de la caridad. Con este convencimiento, el 8 de septiembre, acompañada de su padre, se dirige al convento de Sta. Margarita que las Hermanas de la Caridad tenían en el pueblo de Vercelli y allí pide ser admitida, abriéndosele de par en par las puertas del convento. Aquí haría el noviciado, acabaría su carrera y tendría lugar su profesión que la convertía en una hermana de la caridad según sus deseos, cambiando su nombre por el de Nemesia.
Puesta ya su vida en manos de Dios y bajo el suave yugo del voto de la obediencia, con el que se acababa de comprometer, acepta de buen grado el ser destinada al instituto de S. Vicente en Tortona, donde habría de permanecer 36 años, ocupada en las más diversos menesteres; según las necesidades de la orden hará de profesora, realizará los trabajos más humildes, ejercerá el apostolado, el cuidado de los enfermos, consolando, dando ánimos, en una palabra se dedicará a ejercer la caridad en las formas más diversas, tanto que quienes la conocían se admiraban y decían “¡Oh, qué corazón el de la Hermana Nemesia!”
Cuando las Hermanas de la Comunidad se percataron de sus dotes de gobierno la nombran superiora a la edad de cuarenta años. Nemesia, convencida de que la ayuda de Dios no le va a faltar, acepta resignada la pesada carga de servir a la Comunidad, porque es así como ella entendía el cargo de superiora. “sufrir, mas jamás hacer sufrir. Seré severa conmigo misma y toda caridad con las hermanas”. En el convento gobernado por Nemesia, a excepción de las pequeñas cosillas inevitables, no habrá problemas mayores, todo funcionará a las mil maravillas y en general las hermanas de la comunidad se muestran encantadas con la Madre a la que ya no llaman Superiora, sino “nuestro ángel”
El 10 de mayo de 1903, Nemesia se despedía con esta nota escrita de su puño y letra “Me voy contenta, las confío a la Virgen…Las seguiré en cada momento del día.” En Borgaro le esperaba un plantel de novicias que se incorporaban a la orden y ella habría de ser su guía y su maestra. Quinientas novicias pasarían por sus manos. El método basado en la bondad y la comprensión marcaría su hoja de ruta en la formación de estas jóvenes religiosas, pero esta forma de proceder no gustaba a la M. Provincial y a otras religiosas, por lo que le hicieron la vida imposible, en cambio sus novicias la recordarán con cariño “Nos conocía a cada una, comprendía nuestras necesidades, nos trataba según nuestra manera de ser, nos pedía aquello que conseguía hacernos amar…” Las constantes incomprensiones afectaron a su salud, que se vio agravada en el otoño de 1916, acabando sus días en la paz del Señor el 18 de diciembre de este mismo año.
Reflexión desde el contexto actual:
Nemesia del Valle nos deja hoy esta reflexión, que merece ser tenida en cuenta. "La santidad no consiste en hacer muchas cosas o hacer cosas grandes, sino que se trata de hacer lo que Dios nos pide, con paciencia, con amor, y sobre todo con la fidelidad a su deber, fruto del gran amor”. “Santo es el que se entrega cada día al Señor en su lugar”. “¡El amor donado es lo único que queda, antes que tu felicidad, procura haber amado mucho!” No hacen falta mayores comentarios. Este ramillete de reflexiones piadosas por sí solas dan para mucho.