Un santo para cada día: 18 de noviembre S. Odón de Cluny (El gran patriarca del Cluny)

San Odón de Cluny (El gran patriarca del Cluny)
San Odón de Cluny (El gran patriarca del Cluny)

En la organización medieval, donde el elemento religioso era básico, llegó un momento en que los nobles intentaron colocar la religión bajo su dominio, hasta el punto de poder comprar y vender las bendiciones y oraciones de los monjes, los cargos y dignidades eclesiales, las indulgencias etc. En los conventos y monacatos se había perdido el genuino espíritu benedictino. El hijo de Carlomagno, Luis el Piadoso, intentó recuperarlo y con ese propósito, también Guillermo I de Aquisgrán cedió unos terrenos que irían destinados a la fundación de Cluny, llamada a ser la sede central borgoñesa que aglutinaría en torno a sí la vida monacal. De este modo podía funcionar de forma autónoma, independientemente de los poderes feudales y solo tendría por encima al papa, que por quedar tan lejos, sus injerencias serían mínimas. En torno a esta nueva abadía se congregaron una gran multitud de monasterios y conventos, abades y priores, como si fueran sus satélites, acatando como autoridad suprema a su abad, que cuidaría de mantener en todo momento la pureza del inicial espíritu benedictino. Esta iniciativa monacal pudo llevarse a cabo gracias a dos personalidades que han quedado asociadas a la fundación del Cluny, que son Bernón y fundamentalmente Odón, conocido como el rey del Cluny. 

Una primera aproximación en torno a la semblanza de Odón nos la ofrece su biógrafo y confidente Juan Salerno, quien refiriéndose a él nos dice: ”Durante sus primeros años tuvo muy poca salud ; era bastante feo de cuerpo y de presencia mezquina , pero los defectos de su naturaleza desaparecieron conforme iba desarrollándose y a los quince años, se había convertido en un adolescente fuerte y hermoso. Pensando dedicarle a la vida militar, su padre le criaba con dureza. Su comida consistía en pan, agua y habas. Pasó algún tiempo en la corte de Guillermo, duque Aquitania, pero estaba hecho más para el estudio de la gramática, del salterio y de la música, que para los torneos, los ejercicios de caza, el cuidado de los perros y los gerifaltes y otras ocupaciones de los castillos feudales. Él mismo nos dirá “Dios hacía que me fatigasen mis diversiones. Cuanto más me enfrascaba en los juegos, más cansancio y tristeza sacaba de ellos”.

Un día, cuando él andaba por los 16 años, su padre, Abbón, Señor de Tureña, le comentó que le había sido ofrecido a S. Martín. Fue entonces cuando se le abrieron los ojos, se cortó la cabellera, se dirigió a la basílica de Tours, su ciudad natal y allí se puso al servicio del santo. El ambiente que reinaba en este recinto sagrado no era precisamente lo que Odón esperaba, por lo que buscó en Balme ese rincón que el necesitaba. Dentro ya del convento, algún monje trató de disuadirle, diciendo que el abad Bernón les trataba muy duramente, matándoles de hambre; tan negro se lo pusieron que ya estaba dispuesto a tomar las de Villadiego, cuando otro monje le aconsejó que se quedara.  Le hizo caso y allí permaneció. Los frailes, con raras excepciones estaban encantados con él, por lo que no hubo dificultades para la toma de hábito. En vista de sus evidentes progresos en la virtud, el abad expresó su deseo de ordenarle sacerdote.  En este monasterio borgoñón de Cluny, sabia y santamente gobernado por el abad Bernón, pudo encontrar Odón la paz soñada, se encontraba a gusto y podía dedicarse a la oración, al canto gregoriano y a la cultura sacra. ¿Qué más podía pedir? 

Cuando Bernón murió, fue Odón el encargado de sucederle, cumpliendo su función con acierto.  Bajo su mandato Cluny llegó a convertirse en centro de referencia, se alcanzó una profunda restauración de la vida monacal, donde se observaba con rigor la clausura y el silencio. Ello atrajo todas las miradas y las gentes supieron ver en este abad al impulsor del espíritu monacal que los nuevos tiempos exigían.  Odón intensificó el culto y la oración , los actos litúrgicos adquirieron mayor esplendor, en tanto que decreció el trabajo manual, que fue pasando a manos de colonos, los cuales tenían que pagar una renta , pero  aún con todo Odón seguía siendo un hombre de acción, que como abad general visitaba los conventos a él encomendados y quería conocer  de primera mano lo que se guisaba en cada uno de ellos, incluso llegó hasta Roma en misión pacificadora para tratar asuntos delicados, manteniendo unas excelentes relaciones con el papa.  De regreso de Roma pasó por la ciudad de Tours donde le sorprendió la muerte el año 942

Reflexión desde el contexto actual:

El nacimiento, desarrollo y posterior florecimiento de Cluny, en que tomó parte tan activa Odón, supuso una aportación importante en la construcción de Europa. Benedicto XVI se hacía eco de esta impresión cuando dijo:  “La reforma cluniacense tuvo efectos positivos, no solo en la purificación y en el despertar de la vida monástica,  también en la vida de la Iglesia universal…Fueron igualmente significativos los beneficios aportados a la sociedad por los monasterios inspirados en la reforma cluniacense…De este modo, hace mil años, cuando estaba en pleno desarrollo el proceso de formación de la identidad europea, la experiencia cluniacense, difundida en vastas regiones del continente europeo, ha aportado su contribución importante y preciosa. Reclamó la primacía de los bienes del espíritu; tuvo elevada la tensión hacia los bienes de Dios; inspiró y favoreció iniciativas e instituciones para la promoción de los valores humanos; educó a un espíritu de paz”. En el momento presente, en que tanto nos preocupa el futuro de Europa, debiéramos volver los ojos al pasado religioso de los tiempos de Odón  y acertar a ver  en él un rico patrimonio, que bien pudiera ser la base de ese humanismo fecundo que tanto estamos necesitando.

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