Que Jesús bendiga al pueblo cubano y Nuestra Señora de la Caridad del Cobre lo cuide y acompañe. Rezo por ustedes y les pido, por favor, que recen por mí. Papa Francisco envía carta al pueblo de Cuba por los 25 años de la visita de san Juan Pablo II
El papa Francisco ha querido hacerse presente y cercano enviando una carta, en la que anuncia la visita del Cardenal Beniamino Stella, Nuncio Apostólico en esos años en Cuba, con motivo de esta celebración.
Que la celebración del acontecimiento nos haga a muchos recordar y otros conocer los mensajes, las imágenes y sobre todo el espíritu que animó esta memorable visita, que tantos frutos dejó para la Iglesia y la nación cubana.
Julio Pernús corresponsal en República Dominicana
La iglesia cubana se prepara para celebrar los 25 años de la visita de san Juan Pablo II. Veinticinco años de un acontecimiento que marcó nuestra historia.
El papa Francisco ha querido hacerse presente y cercano enviando una carta, en la que anuncia la visita del Cardenal Beniamino Stella, Nuncio Apostólico en esos años en Cuba, con motivo de esta celebración.
Que la celebración del acontecimiento nos haga a los cubanos recordar y otros conocer los mensajes, las imágenes y sobre todo el espíritu que animó esta memorable visita, que tantos frutos dejó para la Iglesia y la nación cubana.
Compartimos con los lectores de religión digital el texto íntegro de la carta.
Al santo Pueblo fiel de Dios que peregrina en Cuba
Queridos hermanos y hermanas:
Han pasado 25 años del Viaje Apostólico de San Juan Pablo II a Cuba, un momento de gracia y bendición para todos. En el marco de este aniversario, los obispos de esa Conferencia Episcopal han tenido la deferencia de invitar al cardenal Beniamino Stella, que en esos años como Nuncio Apostólico fue un testigo privilegiado de aquel acontecimiento, para que los visite, y le he pedido que les lleve mi saludo y bendición, expresando la cercanía del Papa a cada uno de ustedes, a su Eminencia el cardenal Juan de la Caridad García Rodríguez, a los obispos, sacerdotes y seminaristas, a los religiosos y religiosas y a todos los fieles laicos.
Me gustaría que durante este tiempo vuelvan a hacer presente en sus corazones los gestos y las palabras que mi predecesor les dirigió durante su visita, que resuenen con fuerza en el presente, y den un nuevo impulso para seguir construyendo con esperanza y determinación el futuro de esa nación. Una de sus exhortaciones en aquel momento fue: «¡Afronten con fortaleza y templanza, con justicia y prudencia los grandes desafíos del momento presente; vuelvan a las raíces cubanas y cristianas, y hagan cuanto esté en sus manos para construir un futuro cada vez más digno y más libre! No olviden que la responsabilidad forma parte de la libertad. Más aún, la persona se define principalmente por su responsabilidad hacia los demás y ante la historia» (Mensaje a los jóvenes cubanos, 23 de enero de 1998).
También yo los animo a volver a sus raíces cubanas y cristianas, es decir, a su propia identidad, que ha generado y sigue generando la vida de ese país. Esas raíces se han robustecido permitiéndonos verlas crecer y florecer en el testimonio de tantos de ustedes que trabajan y se sacrifican cada día por los demás, no solo por sus familiares, sino también por sus vecinos y amigos, por todo el pueblo, y de modo especial por los más necesitados. Gracias por ese ejemplo de colaboración y ayuda mutua que los une y que revela el espíritu que los caracteriza: abierto, acogedor y solidario. Sigan caminando juntos con esperanza, sabiendo que siempre, y particularmente en medio de las adversidades y sufrimientos, Jesús y su Madre Santísima los acompañan, los ayudan a cargar la cruz y los consuelan con el gozo de la resurrección.
Como signo de mi cercanía y comunión con el querido pueblo cubano, que cuenta con grandes escritores y artistas, quisiera recordar unas palabras del padre Varela, que expresan la necesidad de radicarse en el bien y la fecundidad de este esfuerzo: «Luego que el árbol se radique, bien pronto extenderá sus ramas, y a su sombra reposará la virtud». Este árbol pleno de vitalidad bien puede representar al hombre que tiene enraizada su confianza en el Señor, como dice el profeta Jeremías: «Él es como un árbol plantado al borde de las aguas, que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme cuando llega el calor y su follaje se mantiene frondoso; no se inquieta en un año de sequía y nunca deja de dar fruto» (Jr 17,8). Confiando en el Dios de la vida, los invito a que continúen ahondando en sus propias raíces con valentía y responsabilidad, y sigan dando frutos unidos en la fe, la esperanza y la caridad.
Que Jesús bendiga al pueblo cubano y Nuestra Señora de la Caridad del Cobre lo cuide y acompañe. Rezo por ustedes y les pido, por favor, que recen por mí.
Fraternalmente,
Francisco
Roma, San Juan de Letrán, 8 de diciembre de 2022