La encíclica Lumen fidei es un hito histórico del magisterio de la Iglesia en su relación con la modernidad
En la presentación, el Vicedecano recordó que Lumen fidei se publicó en el marco del Año de la Fe, que ahora está a punto de terminar, y completa una tríada que había iniciado Benedicto XVI con sus encíclicas sobre las otras dos virtudes teologales, Spe salvi y Caritas in veritate. De hecho, fue el propio Joseph Ratzinger el responsable de la primera versión del texto, que preparó antes de su renuncia, y que luego sería revisada y completado por Jorge Mario Bergoglio. Esta colaboración dice mucho de ambos pontífices, uno lo escribe para el otro y el otro lo asume como propio, afirmó Cordovilla. Con todo, y pese a las presumibles tensiones creadas por un texto que firma Francisco pero en el que se percibe a Benedicto, la encíclica es "magisterio auténtico de la Iglesia".
Pedro Rodríguez Panizo habló de "La fe, una luz por redescubrir" y, en su intervención, abordó la importancia de la recuperación y el redescubrimiento de lo específico de la fe en el texto. Según la encíclica, la fe nace del encuentro del Dios vivo, que nos llama y nos ofrece la luz: "La fe es la luz que ilumina hasta las zonas más oscuras de la condición humana". Puso distintos ejemplos de la objeción moderna a la fe, personificándolos en Johann Fichte, Theodor Adorno y Jacques Derrida, para demostrar que esta objeción va en la dirección contraria a lo que propone la encíclica. La novedad de Lumen fidei es que supera el dilema de si la fe es sentimiento, experiencia, etc., porque "la fe es la entrega del hombre entero". Por otra parte, la fe es motor de la comprensión, pero también de la expresión y, sobre todo, de esperanza y caridad, aclaró. La experiencia de Dios transforma la vida del creyente sin desvalorizar la realidad. Por ejemplo, en la encíclica se dice que "la fe, además, revelándonos el amor de Dios, nos hace respetar más la naturaleza (...)". Antes de acabar su profunda reflexión, Rodríguez Panizo señaló que los creyentes son "el libro abierto que narra la experiencia del espíritu".
Nurya Martínez-Gayol tituló su exposición "Fe, esperanza y caridad en admirable urdimbre", e inició su reflexión con las implicaciones del último término del título, en su vertiente más obvia, la textil, pero también la psicoevolutiva. La urdimbre tiene un papel tutelar sin el cual la existencia humana sería inviable, nos recuerda el sustrato biológico de la esperanza, pero es también una cualidad liberadora que posibilita la autonomía. Se detuvo en la raíz antropológica de las virtudes teologales, la base que sostiene la experiencia trascendente en la que se funden fe, esperanza y amor. "La admirable urdimbre es la encarnación de la gracia en la naturaleza, de lo divino en lo humano", continuó. El dinamismo de las tres virtudes nos permite, a su juicio, integrar las preocupaciones de los hombres en el camino hacia Dios. La mutua inmanencia de fe, esperanza y amor hacen posible dar cuenta del dinamismo de la existencia cristina. "Las tres personas de la Santísima Trinidad son consustanciales, algo así ocurre con fe, esperanza y caridad", dijo. Para Martínez-Gayol, lo novedoso en Lumen Fidei es, además, que el motivo de unidad descansa también en las mutuas relaciones que se establecen entre las tres.