La decisión de Francisco de instituir el ministerio laico del catequista, que sigue a la apertura a las mujeres de los ministerios de acólito y lector, se coloca en la vía ya intuida por el Papa Pacelli: especialmente en nuestro tiempo, la tarea de testimoniar y transmitir la fe a las nuevas generaciones es una tarea de "los padres y madres de familia".
Ya a lo largo de los siglos y todavía hoy en varios países, ante la falta de sacerdotes, la fe se ha mantenido viva gracias a los padres y madres, y a los catequistas que han dedicado y a menudo sacrificado su vida por ello. Sin embargo, hoy en día, la participación, el reconocimiento y la plena valoración de los laicos es una urgencia y a menudo una necesidad en las sociedades secularizadas.
El Motu Proprio Antiquum Ministerium toma como punto de partida el Decreto Conciliar Ad Gentes en el que los Padres del Vaticano II afirmaban: "Digna de alabanza es también esa legión tan benemérita de la obra de las misiones entre los gentiles, es decir, los catequistas, hombres y mujeres, que llenos de espíritu apostólico, prestan con grandes sacrificios una ayuda singular y enteramente necesaria para la propagación de la fe y de la Iglesia. En nuestros días, el oficio de los catequistas tiene unaimportancia extraordinaria porque resultan escasos los clérigos para evangelizar tantas multitudes y para ejercer el ministerio pastoral”. Esta conciencia creció en los años siguientes y culminó en la Carta Apostólica Evangelii nuntiandi de Pablo VI.
La institución de nuevos ministerios laicos para responder a las nuevas necesidades también se discutió en el reciente Sínodo sobre la Amazonia, recordando en particular el Motu proprio Ministeria quaedam, el documento con el que el Papa Montini en 1972 reformó los ministerios en la Iglesia. En la perspectiva surgida del Concilio, de los Sínodos, subrayada en el Magisterio de los Sucesores de Pedro y, en particular, hoy por el actual Obispo de Roma, los laicos no están llamados, por tanto, a realizar sólo una labor de sustitución porque falten vocaciones al sacerdocio. No se trata de una sustitución, sino de una acción, implicación y corresponsabilidad plenas y reconocidas: su presencia es verdaderamente necesaria para que la Iglesia sea comunión y misionera.
La institución de un ministerio por parte de la Iglesiapone de manifiesto que la persona investida de ese carisma realiza un auténtico servicio eclesial a la comunidad cristiana para el crecimiento de su vida y para su testimonio de fe. Por tanto, la institución de un ministerio laico no pretende "clericalizar" al laico.
Es de esperar que este nuevo paso contribuya a contrarrestar ese retorno del clericalismo tantas veces denunciado públicamente por Francisco que, recordando a menudo el papel del santo pueblo de Dios, el papel de las abuelas y de las madres en la transmisión de la fe, actualiza las palabras de Pío XII sobre los "padres y madres de familia, padrinos y madrinas de bautismo" llamados a expandir el "reino del divin Redentor".