Pide a los carmelitas, en el día de su fiesta, que sigan el camino de la contemplación El Papa envía un "saludo especial a la comunidad católica venezolana, renovando la oración por vuestro amado país"
Ángelus papal ante una nutrida presencia de venezolanos en la plaza, con sus globos y sus carteles con los colores de su bandera nacional. Consciente de su presencia, el Papa Francisco envía "un saludo especial a la comunidad católica venezolana, renovando la oración por vuestro amado país". En la catequesis, explica la parábola del sembrador e invita a buscar un "corazón bueno" y "no duro ni impermeable".
Algunas frases de la aloución del Papa
"Jesús, cuando hablaba, usaba un lenguaje sencillo y se servía de imágenes de la vida cotidiana, para ser fácilmente comprendido por todos"
"Por eso, lo escuchaban con agrado"
"No era el lenguaje complicado que utilizaban los doctores de la ley de su tiempo, lleno de rigidez y que alejaba a la gente"
"La suya no era una teología complicada. UN ejemplo, la parábola del sembrador"
"No se impone, sino se propone"
"Esparce con paciencia y generosidad su Palabra"
"La parábola habla más del terreno que del sembrador"
"A veces, la Palabra no entra en nosotros"
"Entre el terreno bueno y el camino, hay dos intermedios"
"El terreno pedregoso...como el corazón superficial, que se cansa y no persevera. Un corazón sin espesor"
"El otro terreno es el lleno de espinas, que representan la preocupación del mundo y la seducción de las riquezas"
"Vivir ávidamente para el tener y el poder"
"Jesus nos invita a mirarnos dentro"
"Las espinas de los vicios"
"Llevemos a la oración nuestras piedras y nuestras espinas"
Algunas frases del saludo del Papa tras el ángelus
"Saludo especialmente a las Hijas de la Virgen de los Dolores, a las Hermanas Franciscanas de San José, a la casa croata de Roma, a las religiosas y religiosos carmelitas en el día de su fiesta. Que puedan continuar decididamente por el camino de la contemplación"
"Saludo especial a la comunidad católica venezolana, renovando la oración por vuestro amado país"
Texto completo de las palabras del Santo Padre antes de rezar la oración mariana del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy es la célebre parábola del sembrador (cf. Mt 13.1 a 23). El sembrador es Jesús. Notamos que, con esta imagen, Él se presenta como uno que no se impone sino que se propone; no nos atrae conquistándonos, sino donándose. Él propaga con paciencia y generosidad su Palabra, que no es una jaula o una trampa, sino una semilla que puede dar frutos. ¿Cómo? Si nosotros la recibimos.
Por eso la parábola tiene que ver sobre todo con nosotros: habla, de hecho, del terreno más que del sembrador. Jesús realiza, por así decirlo, una "radiografía espiritual" de nuestro corazón, que es el terreno sobre el que cae la semilla de la Palabra. Nuestro corazón, como un terreno, puede ser bueno, y así la Palabra da fruto, pero también puede ser duro, impermeable. Esto sucede cuando oímos la Palabra, pero ella nos rebota encima, al igual que sobre una carretera.
Entre el terreno bueno y la carretera hay, sin embargo, dos terrenos intermedios, que en diferentes tamaños, podemos tener en nosotros. El primero es aquel pedregoso. Tratemos de imaginarlo: un terreno pedregoso es un terreno «con poca tierra» (cf. v. 5), por lo que la semilla germina pero no logra echar raíces profundas. Así es el corazón superficial, que recibe al Señor, quiere rezar, amar y dar testimonio, pero que no persevera, se cansa y no nunca "despega". Es un corazón sin espesor, donde las rocas de la pereza prevalecen sobre la tierra buena, donde el amor es inconstante y pasajero. Pero quien recibe al Señor sólo cuando tiene ganas, no da fruto.
Luego está el último terreno, aquel espinoso, lleno de espinos que sofocan las plantas buenas. ¿Qué representan estos espinos? «Las preocupaciones mundanas y la seducción de las riquezas» (v. 22), dice Jesús. Los espinos son los vicios que están en desacuerdo con Dios, que asfixian Su presencia: ante todo los ídolos de la riqueza mundana, el vivir con avidez para sí mismos, para el "tener" y el "poder".
Si cultivamos estos espinos, ahogamos el crecimiento de Dios en nosotros. Cada uno puede reconocer sus pequeños o grandes espinos, los vicios que habitan en su corazón, los arbustos más o menos arraigados que no le gustan a Dios y que nos impiden tener un corazón limpio. Es necesario arrancarlos, de lo contrario la Palabra no da fruto.
Queridos hermanos y hermanas, Jesús nos invita hoy a mirar dentro nuestro: a agradecer por nuestro terreno bueno, y a trabajar en los terrenos todavía no buenos. Preguntémonos si nuestro corazón está abierto para acoger con fe la semilla de la Palabra de Dios.
Preguntémonos si en nosotros las rocas de la pereza son todavía muchas y grandes; identifiquemos y llamemos por nombre a los espinos de los vicios. Encontremos el valor de hacer un bello saneamiento del terreno, llevándole al Señor en la Confesión y en la oración nuestras rocas y espinos. Haciéndolo así, Jesús, el Buen Sembrador, será feliz de realizar un trabajo adicional: purificar nuestro corazón, quitando las rocas y los espinos que ahogan su Palabra.
Que la Madre de Dios, a quien recordamos hoy bajo el título de Bienaventurada Virgen del Monte Carmelo, insuperable en la acogida de la Palabra de Dios y en su puesta en práctica (cf. Lc 8,21), nos ayude a purificar el corazón y a custodiar en él la presencia del Señor. Ángelus Domini nuntiavit Mariae...