Nueva instrucción de la Congregación del Clero advierte de la "pastoral inmovilista" y de "autoconservación" El Papa 'reinventa' la parroquia como "comunidad de comunidades" y pide que sea “inclusiva, evangelizadora y atenta a los pobres"

“Inclusiva, evangelizadora y atenta a los pobres”. Así deben ser las parroquias del futuro, según la instrucción 'La comunidad parroquial al servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia' que acaba de publicar la Congregación del Clero con el aval del Papa Francisco.

Parroquias “en salida”, que sean “comunidad de comunidades”, que “salgan de sí mismas, ofreciendo instrumentos para una reforma, incluso estructural, orientada a un estilo de comunión y de colaboración, de encuentro y de cercanía, de misericordia y de solicitud por el anuncio del Evangelio”.

El documento busca renovar el trabajo en las comunidades parroquiales de todo el mundo, teniendo en cuenta “los cambios en curso en la cultura actual y en la existencia de las personas”, y las necesarias “sinergias” entre presbíteros, diáconos, personas consagradas y laicos. Porque hacer parroquia “requiere la contribución de todos los bautizados”, subraya el texto.

Prisioneros del inmovilismo

“Esto exige que la histórica institución parroquial no permanezca prisionera del inmovilismo o de una preocupante repetitividad pastoral, sino que, en cambio, ponga en acción aquel “dinamismo en salida” que, a través de la colaboración entre diversas comunidades parroquiales y una reforzada comunión entre clérigos y laicos, la haga orientarse efectivamente a su misión evangelizadora, tarea de todo el Pueblo de Dios, que camina en la historia como “familia de Dios” y que, en la sinergia de sus diversos miembros, trabaja para el crecimiento de todo el cuerpo eclesial”, afirma el documento en sus conclusiones.

Para Roma, “la parroquia está llamada a acoger los desafíos del tiempo presente, para adecuar su propio servicio a las exigencias de los fieles y de los cambios históricos”, para “mostrar el rostro de una comunidad evangelizadora, capaz de una adecuada lectura de los signos de los tiempos, que genera un testimonio coherente de vida evangélica”. Esto es: no caer en una “pastoral inmovilista”, sino adecuarla a las necesidades de los hombres y mujeres de hoy.

Así, junto a la labor del párroco, el documento da relevancia a “la peculiaridad de los diversos carismas de los diáconos, las personas consagradas y los laicos”, y reconstruye la parroquia como “santuario” abierto a todos “y llamada a llegar a todos sin excepción”: “Los pobres y los excluidos siempre deben tener un lugar privilegiado en el corazón de la Iglesia”, constata el texto.

Junto a esto, advierte la instrucción, “la parroquia debe evitar el riesgo de caer en una excesiva y burocrática organización de eventos y en un ofrecimiento de servicios, que no responden a la dinámica de la evangelización, sino al criterio de autoconservación”.

No imponer las normas al Pueblo de Dios

La renovación, admite, “no sólo concierne al párroco, ni puede ser impuesta desde arriba, excluyendo al Pueblo de Dios”, porque “cada vez que como Iglesia, como pastores, como consagrados, hemos olvidado esta certeza, erramos el camino. Cada vez que intentamos suplantar, acallar, ningunear, ignorar o reducir a pequeñas elites al Pueblo de Dios en su totalidad y diferencias, construimos comunidades, planes pastorales, acentuaciones teológicas, espiritualidades, estructuras sin raíces, sin historia, sin rostros, sin memoria, sin cuerpo; en definitiva, sin vida”.

Cada vez que intentamos suplantar, acallar, ningunear, ignorar o reducir a pequeñas elites al Pueblo de Dios en su totalidad y diferencias, construimos comunidades, planes pastorales, acentuaciones teológicas, espiritualidades, estructuras sin raíces, sin historia, sin rostros, sin memoria, sin cuerpo; en definitiva, sin vida

Por tanto, se requiere «buscar consciente y lúcidamente espacios de comunión y participación, para que la Unción del Pueblo de Dios encuentre sus mediaciones concretas para manifestarse», evitando “una clericalización de la atención pastoral”, porque “toda la comunidad es el sujeto responsable de la misión, ya que la Iglesia no se identifica solamente con la jerarquía, sino que se constituye como el Pueblo de Dios”.

Nuevas estructuras

En lo organizativo, el documento establece distintas formas de organización pastoral de las diócesis y sus parroquias, con términos como 'unidad pastoral' o 'zona pastoral', 'agrupaciones de parroquias', erecciones o supresiones de las mismas.

La instrucción pastoral delimita las funciones de los párrocos o administradores apostólicos, vicario o diáconos, personas consagradas y fieles laicos. A éstos últimos el Vaticano abre la puerta, en casos extremos, a una “solución pastoral extraordinaria y temporal” el “ejercicio de la cura pastoral” a laicos “o incluso a un conjunto de personas”.

Una apertura que, no obstante, no llega a la totalidad de los sacramentos. “Solo pueden desempeñar las funciones que corresponden a su respectivo estado diaconal o de fiel laico, respetando «las propiedades originarias de la diversidad y la complementariedad entre los dones y las funciones de los ministros ordenados y de los fieles laicos, propios de la Iglesia que Dios ha querido orgánicamente estructurada»”.

Administrar bautismos, exequias, predicar y asistir al matrimonio

¿Qué misiones puede realizar, entonces? Los fieles laicos “pueden ser instituidos lectores y acólitos en forma estable, a través de un rito especial, según el can. 230, § 1. El fiel no ordenado puede asumir la denominación “ministro extraordinario” solo si, efectivamente, ha sido llamado por la Autoridad competente a desempeñar las funciones de suplencia mencionadas en los cans. 230, § 3 y 943”. Esto es, las tradicionales funciones de lectores acólitos.

Las 'novedades' (ya existe la posibilidad en el Derecho Canónico, aunque esta instrucción las explicita y organiza) son las siguientes: “La celebración de una liturgia de la Palabra en los domingos y en las fiestas de precepto”; “la administración del bautismo”; “la celebración el rito de las exequias”; o la predicación. Además, “donde no haya sacerdotes ni diáconos, el Obispo diocesano, previo voto favorable de la Conferencia Episcopal y obtenida licencia de la Santa Sede, puede delegar a laicos para que asistan a los matrimonios”.

La conversión pastoral de l... by Jesús Bastante on Scribd