En efecto, en 1974, en vísperas del Jubileo y en pleno clima de la renovación postconciliar de la Iglesia, el Papa Montini invitó a los católicos de todo el mundo a ofrecer una ayuda concreta a las iglesias de Tierra Santa, con su Exhortación Apostólica Nobis in animo: una forma de caridad eclesial que une a todo el cuerpo eclesial.
Y después de su peregrinación a los Santos Lugares, en 1964, Pablo VI no se cansó de ayudar a las personas y a las iglesias en un camino renovado de paz y prosperidad: humana, social, económica y política.
Una ayuda que perfuma de esperanza
El Purpurado explica que esta solidaridad se hace concreta de muchas maneras, especialmente aportando para la educación y la formación, con subvenciones a las escuelas católicas de Tierra Santa. La colecta también apoya la presencia de los cristianos, que lamentablemente son cada vez menos en los lugares que han visto los pasos de la existencia de Jesús.
“No podemos hacer que la Iglesia permanezca en Tierra Santa como una especie de museo o monumento de piedras muertas – señaló el Cardenal Sandri – porque Cristo vive, vive ahora Resucitado, cerca del Padre del Reino, pero también en la Iglesia, que son los fieles, los miembros vivos del cuerpo de Cristo”.