Fue un día de fiesta para que los pequeños dejaran atrás los traumas de la guerra, de todas las guerras. Fue organizado por la organización benéfica Tabor y la asociación religiosa Santa Sofía.
Eminencia, ¿por qué decidió aceptar esta invitación a una fiesta infantil?
Jesús dice que debemos ser como niños, ¡así que hay mucho que aprender aquí! Pero, yo no podía decir que no porque son refugiados, son los que necesitan no sólo nuestras oraciones, sino también nuestra presencia. Han huido de su país y aquí, incluso en Italia, han encontrado una acogida excepcional, y la Iglesia debe estar en medio de ellos.
Hace poco más de una semana usted ha regresado de Ucrania, donde pudo ver el sufrimiento del pueblo ucraniano. ¿Qué siente ahora al estar entre las personas que han huido de estos territorios?
He vuelto al Vaticano, pero estoy en Ucrania. Puedo decir que todavía no me he ido de allí. Pienso en toda la gente que sufre, que lucha, la gente que tiene que dejar sus casas; pienso en los enfermos, también pienso en los muertos, vi tantos en Izjum. Pasé dos semanas en Ucrania, pero, como ya he dicho, no salí de Ucrania. He visto gente extraordinaria, incluso la Iglesia que no ha abandonado a sus fieles, la Iglesia latina, la Iglesia greco-católica, la Iglesia ortodoxa: todas unidas. Y vi gente con mucha esperanza, con mucho amor por su patria. Lo que me conmovió mucho es que no vi odio. Hay mucha gente sufriendo allí, no sólo los soldados, sino los civiles que están siendo asesinados, los civiles que han tenido que abandonar su país, sus hogares. Le conté todo esto al Santo Padre y él todos los días, cuando hace discursos públicos, siempre reza por Ucrania, reza por los refugiados de todo el mundo: hace lo que haría Jesús.
El tema de esta fiesta es "Hagamos la paz": por supuesto, es el deseo de los niños que quieren vivir una vida normal, y la paz es una condición indispensable para vivir una infancia normal...
Les hemos robado esta paz: son inocentes. Los adultos, los mayores, son responsables de todo lo que ocurre en el mundo. La paz... debemos empezar por nosotros mismos, dentro de nosotros debe haber paz, y luego podemos darla a los demás. No funciona de otra manera. Y por ello quiero dar las gracias a tantas familias, empezando por las de los países fronterizos con Ucrania, hasta llegar a Italia, Francia, Alemania, Portugal, España, a todas esas familias que acogen en sus casas a familias de refugiados ucranianos y les ofrecen la paz. Ofrecen esa paz que no pueden encontrar en su propia patria: y eso es algo hermoso. Por un lado, está la guerra, por otro está esta belleza que sale de nosotros, de las familias que acogen. Podemos decir que crean un pequeño Belén en el que se puede nacer de nuevo, en el que se puede crecer y desde el que se puede salir a llevar esta paz.
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