"Es necesaria una actitud abierta a la reflexión y a la evaluación de postulados" Alberto Roldán: “Cada nueva generación de cristianos necesita repensar su fe en nuevos contextos”
"Creo que el crecimiento de las iglesias evangélicas se debe, desde una mirada fenomenológica, al involucramiento de todos los fieles en la evangelización, la participación de los creyentes en diversidad de ministerios, una predicación menos doctrinal y más dirigida a las necesidades de la gente y, finalmente, al desarrollo de ministerios de ayuda y de acción social"
"Aquello que puede ayudar a superar ese dualismo y esa tendencia «neo-constantiniana» es una mejor comprensión de la teología"
| Sebastian Pattin
En 2019 se cumplieron 100 años de la publicación de Carta a los Romanos del reconocido teólogo suizo Karl Barth (1886-1968), una obra fundamental para la teología protestante, y hasta 2021 se organizan jornadas y congresos teológicos para discutir su legado. Con este pretexto, entrevistamos al teólogo protestante argentino Dr. Alberto Roldán con la intención de conversar sobre el crecimiento en las últimas décadas de las Iglesias evangélicas en Argentina, pero también sobre la participación evangélica en política partidaria y el rol de la mujer. Autor de una treintena de libros traducidos al portugués y al inglés, Roldán se doctoró en teología en el Instituto Universitario ISEDET en Buenos Aires. Así también realizó una maestría en Filosofía Política en la Universidad Nacional de Quilmes y una en Educación en la Universidad del Salvador de la Compañía de Jesús. En la actualidad es director de la destacada revista Teología y Cultura.
Sin duda el campo religioso argentino camina hacia una matriz de mayor pluralización y diversificación al ritmo de un decrecimiento del catolicismo. La ampliación de los creyentes que se identifican como evangélicos en las últimas décadas es notable, pero conviven con la paradójica elección de Francisco como papa de la Iglesia católica y la consolidación de un creciente número de no creyentes. A nivel de los creyentes se constata la subjetivación o individualización de las creencias religiosas (el núcleo de sociólogos del Centro de Estudios e Investigaciones Laborales del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas caracteriza esta tendencia como «cuentapropismo religioso»). Argentina no puede considerarse un país religioso pero donde la religión tiene un rol importante y donde el diálogo interreligioso es fluido y respetuoso. ¿Cómo comprende usted pues las transformaciones dentro del campo religioso de los últimos años en Argentina? ¿A qué se debe el crecimiento de las iglesias evangélicas?
La pluralización es un signo de nuestra época caracterizada desde lo conceptual como «posmoderna» y «globalizadora». Es cierto que el catolicismo romano ha experimentado un declive en el número de creyentes. Por caso, en la recientemente publicada «Segunda Encuesta Nacional sobre Creencias y Actitudes Religiosas» en Argentina realizada por el Centro de Estudios e Investigaciones Laborales de CONICET, bajo la dirección del sociólogo Fortunato Mallimaci, muestra claramente esa tendencia porque mientras en el 2008 un 76.5% se declaraban fieles católicos ahora ese porcentaje bajó a un 62.9%. Los evangélicos también crecieron de un 9% a un actual 18.9%. Pero significativamente, también creció el número de argentinos que no poseen afiliación religiosa dado que en 2008 eran el 11.3% y en la última encuesta creció al 18.9%. Por ello, atestiguamos, sin dudas, una tendencia cultural hacia la secularización. En lo que se refiere específicamente a la subjetivación o individualización a la que usted bien se refiere, se marca de modo más claro en los ámbitos fundamentalistas y conservadores del protestantismo que tienen, a mi modo de ver, una visión individualista y trascendente de la salvación con su famoso latiguillo: “acepta a Jesús como tu único y suficiente Salvador”, no advirtiendo que, como expresa de modo contundente el teólogo Harvey Cox, en No lo dejéis a la serpiente (1969), “la piedad protestante ha reducido las dimensiones de la pretensión cristiana. Hemos tomado la primitiva afirmación de que «Jesucristo es el Señor» y la hemos sustituido por el diminutivo pietista de «acepto a Jesús como mi salvador personal»”. En ese reduccionismo quedan afuera los alcances cósmicos de la reconciliación del mundo con Dios mediante Jesucristo que es, al fin y al cabo, la meta de la historia de la salvación. Como afirma San Pablo: “en Cristo Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo” (2 Corintios 5.19 NVI). En la visión paulina, el fin de la historia consiste en la recapitulación (anakefalaíosis) de todas las cosas en Cristo (Efesios. 1.10), y eso es mucho más que una mera salvación del alma. Creo que el crecimiento de las iglesias evangélicas se debe, desde una mirada fenomenológica, al involucramiento de todos los fieles en la evangelización, la participación de los creyentes en diversidad de ministerios, una predicación menos doctrinal y más dirigida a las necesidades de la gente y, finalmente, al desarrollo de ministerios de ayuda y de acción social. Ya no se discute si lo social es parte de la missio Dei, sino que casi todas las iglesias desarrollan esos ministerios que intentan cubrir las necesidades de la gente.
"El término evangelical, obviamente proveniente del inglés, define a sectores evangélicos acaso más conservadores, con un gran apego a la Biblia y un énfasis en el evangelismo (un anglicismo de «evangelización») y la conversión de las personas"
El universo cristiano no católico en Argentina ha sido comprendido a partir de claves conceptuales como «protestantismo histórico» (referente a las Iglesias fundadas por la inmigración anglosajona o europea central presente en el continente desde siglo XVI) e «Iglesias evangélicas» (relativo a las Iglesias creadas por una inmigración más reciente, sobre todo, en el siglo XX y asociada a inmigración chilena en la Patagonia, pero en años más reciente y en el área de la provincia de Buenos Aires con la expansión de los «neo-pentecostales» originarios de Brasil). ¿Cómo definiría o comprendería usted pues la identidad cristiana no católica a partir de ambas categorías? O incluso más allá de las mismas, es decir, ¿constituyen todavía conceptos útiles para comprender el cristianismo no católico argentino?
Clásicamente al protestantismo latinoamericano ha sido comprendido a partir de varias categorías, estamentos o nucleamientos. Por un lado, el llamado «protestantismo histórico» tanto de «trasplante» como «misionero». Las «iglesias de trasplante» que fueron las primeras en llegar a la Argentina en la primera parte del signo XIX, entre otras, la Iglesia anglicana (1824) y la Iglesia presbiteriana San Andrés de Escocia (1828). Pero no vinieron al país con fines evangelizadores o misioneros, sino para poder vivir sus cultos protestantes libremente. Y ello se comprueba con el hecho de que en sus inicios se manejaron exclusivamente en idioma inglés. Ello demuestra también la temprana pluralidad religiosa argentina.
Luego ya vinieron las «iglesias misioneras» protestantes y evangélicas tanto de Inglaterra como de los Estados Unidos. Y, recientemente, lo que podríamos denominar «iglesias evangelicales». Los términos «evangélicos» y «evangelicales» son ambiguos. El propio uso de la terminología «iglesias evangélicas» abarca a iglesias de origen directo o indirecto en la Reforma Protestante del siglo XVI. Como bien señala el teólogo argentino José Míguez Bonino en Rostros del Protestantismo Latinoamericano (1995), el término evangelical, obviamente proveniente del inglés, define a sectores evangélicos acaso más conservadores, con un gran apego a la Biblia y un énfasis en el evangelismo (un anglicismo de «evangelización») y la conversión de las personas, experiencia que luego producirá cambios en la sociedad. Por otro lado, el cuadro se complejiza a comienzos del siglo XX con la fuerte irrupción del pentecostalismo y, más recientemente, el llamado «neo-pentecostalismo» ilustrado de modo contundente por la «Iglesia Universal del Reino de Dios» originaria de Brasil. En mi libro ¿Para qué sirve la teología? contrasto ambas versiones de pentecostalismo mostrando los puntos coincidentes y los divergentes. El pentecostalismo clásico enfatiza el llamado «bautismo del Espíritu Santo» y la apelación a la Biblia es permanente. En el «neo-pentecostalismo» entran elementos mágicos cuyo uso, se afirma, produce la bendición. Además se caracteriza por lo que se da en llamar «evangelio de la prosperidad» que he criticado recientemente. Por lo tanto, resulta muy difícil definir la identidad cristiana no católica a partir de una diversidad tan grande como la expuesta. De todos modos, haciendo excepción del «neo-pentecostalismo», podría decirse que la identidad cristiana protestante y evangélica reside además de las grandes doctrinas - comunes también al catolicismo - como la trinidad, la divinidad y humanidad de Jesucristo, su adhesión a los postulados de la Reforma Protestante, con énfasis en la justificación por la gracia y mediante la fe en Cristo. Todas esas iglesias suscriben a esos grandes postulados. Por eso, dada la diversidad de expresiones eclesiales, en lo personal prefiero hablar de «iglesias protestantes», «iglesias evangélicas» e «iglesias pentecostales».
En una de sus últimas entrevistas, el reconocido teólogo metodista argentino José Míguez Bonino (1924-2012), respondía, frente a la pregunta sobre el presente y futuro del «pueblo evangélico» en América Latina, que un riesgo teológico y político podría resultar del intento de reemplazo de la «cristiandad católica» por una «cristiandad protestante». En la actualidad se atestigua una activa participación en política de cristianos no católicos en América Latina como por ejemplo en la notoriedad que asumieron en Brasil en la elección de Jair Bolsonaro o en la activa participación en la campaña de Juan José Gómez Centurión o de Alfredo Olmedo en Argentina. La presencia pública ha ido en aumento y los políticos ofrecen plataformas electorales, o mínimamente propuestas, que intenta resultar atractivas para la agenda cristiana no católica (para el caso argentino: ley de aborto no punible, aplicación de la ley de educación sexual integral, el combate a la llamada ideología de género, etc.). ¿Qué piensa de dicho proceso considerando no sólo la advertencia realizada por José Míguez Bonino, sino también el marcado conservadurismo de los alineamientos políticos de los cristianos no católicos?
Conozco bien el pensamiento del teólogo metodista José Míguez Bonino desde que fue mi director de tesis doctoral y mantuve un diálogo permanente y enriquecedor con él en la relación maestro-discípulo. Creo que ese riesgo, ya avizorado por él, se ha manifestado en las últimas elecciones en Brasil y en Argentina. En el primer país el apoyo de los evangélicos y, especialmente de la «Iglesia Universal del Reino de Dios», fue claro y notorio hacia el entonces candidato Bolsonaro. En el caso de la Argentina, si bien existieron en el pasado ciertas incursiones de los evangélicos en elecciones - sobre todo para el ámbito legislativo - en la actualidad, especialmente del ala conservadora, entraron decididamente en la arena política proponiendo como bien usted señaló incluso a candidatos a presidente y vicepresidente. Pasaron de ser «apolíticos» - como se definieron clásicamente - a «políticos en acción».
Eso tiene, sin embargo, una arista positiva en el reconocimiento que lo social depende inevitablemente de lo político, pero también tiene una arista negativa, porque no siempre los candidatos están preparados para ejercer la política y, en algunos casos, no entienden la separación de Iglesia y Estado, postulado al que suscriben acaso sin tomar en cuenta sus consecuencias. Ese postulado es heredero de la Reforma Protestante y del surgimiento del Estado moderno. Intentan, entonces, la toma del poder político, pero sin entender que debe gobernarse para todo el pueblo y sin reconocer el pluralismo que en la actualidad es un signo de la época. No obstante, aquello que puede ayudar a superar ese dualismo y esa tendencia «neo-constantiniana» es una mejor comprensión de la «Teología del Reino de Dios». Como decía Walter Rauschenbush, pionero del Social Gospel en Estados Unidos, si bien la Iglesia y el Estado deben ser distinguidos, ambos deben colaborar entre sí para la concreción de una instancia superadora que es el Reino de Dios y su justicia. A modo de recomendación puedo mencionar una obra clave de Rauschenbush titulada Christianity and the Social Crisis (1907).
La categoría de «Reino» y «Reino de Dios», enraizados en los escritos proto-cristianos (léase en el Nuevo Testamento), configuran conceptos densos y controversiales en la tradición cristiana utilizados habitualmente en contextos escatológicos…
«Reino» es una categoría política para hablar de la acción de Dios en el mundo que, en palabras insuperables del teólogo Paul Lehmann en su notable libro Ethics in a Christian Context (1963), representa la política de Dios, que consiste en «mantener humana la vida humana en la tierra». Es hacia allí donde debe conducir toda acción política que se precie de cristiana.
"La palabra 'Reino' representa la política de Dios, que consiste en «mantener humana la vida humana en la tierra»"
Al respecto, la «Teología del Reino» fue ampliamente desarrollada por teólogos - protestantes y católicos - como el propio Míguez Bonino en La fe en busca de eficacia (1979), Jon Sobrino en Jesús en América Latina (1982), Ignacio Ellacuría en Conversión de la Iglesia al Reino de Dios (1984), Juan Luis Segundo en La historia perdida y recuperada de Jesús de Nazaret (1991) y René Padilla en Misión integral (2015), entre otros, y a la cual suscribo tal como se puede ver en numerosos artículos míos y en el libro Reino, política y misión (2011).
Atendiendo las fluidas redes cristianas de intercambio teológico en Sudamérica, ¿en qué medida puede hablarse de una identidad cristiana no católica latinoamericana? Y, en caso de que sí podamos identificar una identidad, ¿qué rol juegan las mujeres protestantes en ella?
Las redes sociales han influido decididamente en el intercambio de las doctrinas, las teologías y las liturgias, al punto de que uno puede asistir a una iglesia presbiteriana o bautista o pentecostal y no va a percibir de modo directo las diferencias en el desarrollo de sus cultos. Es cierto que existe una cierta homogenización litúrgica y, en lo que se refiere a las doctrinas, ya resulta difícil mantener una «pureza» ya que el intercambio de mensajes, discursos y sermones hacen difícil evitar esa «contaminación cognoscitiva» de la que hablaba Peter Berger en Una gloria lejana (1994).
Es posible que esa homogenización se dé también en el ámbito católico al punto de que en algunas misas se cantan canciones del campo evangelical. La tendencia a la mimetización eclesial se da de modo más ostensible en lo que podríamos denominar como un proceso de «pentecostalización de iglesias evangélicas», cuyo caso más notorio se da en la denominación bautista que incluso modifica su característica histórica que era el gobierno congregacional, sustituido por un gobierno cuasi episcopal o directamente «apostólico».
"En 1961 se creó un núcleo de teólogos protestantes sudamericanos que, denominado «Iglesia y Sociedad en América Latina» (ISAL), discutió, en una vertiente similar a la «Teología de la Liberación», los grandes temas del Reino de Dios y la justicia social"
Cabe aclarar que mientras el gobierno congregacional es democrático ya que la comunidad elige a sus pastores y gobernantes sea de modo directo (modelo bautista clásico) o representativo (modelo presbiteriano), el gobierno episcopal (modelo anglicano y metodista) implica la figura de los y el gobierno apostólico constituye prácticamente una organización unipersonal, es decir, reside en la persona del «apóstol». Ahora bien, en cuanto a espacios de reflexión teológica, los protestantes y evangélicos vienen realizando congresos y consultas en conjunto y sobre temas diversos convocados por universidades e institutos teológicos a lo largo de América Latina. En dichas actividades tiene especial relevancia la «Fraternidad Teológica Latinoamericana» (FTL), surgida en el «Primer Congreso Latinoamericano de Evangelización» (CLADE) realizado en Bogotá en 1969, justamente un año después de la «II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano» (CELAM) celebrado en Medellín y donde se presenta en sociedad la naciente «Teología de la Liberación» de enorme influencia desde entonces en América Latina. En la actualidad, la FTL continúa promoviendo espacios de reflexión teológica. Cabe agregar, sin embargo, que en 1961 se creó un núcleo de teólogos protestantes sudamericanos que, denominado «Iglesia y Sociedad en América Latina» (ISAL), discutió, en una vertiente similar a la «Teología de la Liberación», los grandes temas del Reino de Dios y la justicia social. En ese espacio participaron grandes plumas teológicas como José Míguez Bonino (1924-2012), Emilio Castro (1927-2013), Richard Shaull (1919-2002) y Julio de Santa Ana (1934), entre otros. Tanto ISAL, como la Teología de la Liberación y la FTL recibieron la fuerte impronta de la teología barthiana, a la cual suscribo. Como ya mencioné, pese a su gran diversidad, la identidad protestante y evangélica, más allá de matices, se da con los grandes principios heredados de la Reforma Protestante en el siglo XVI. Otro aspecto que se ve claramente patentizado es el sacerdocio universal de todos los creyentes - redescubierto por Martín Lutero - que, llevado a sus lógicas consecuencias, permite la ordenación de las mujeres al ministerio pastoral, lo que se da tanto en iglesias históricas como evangélicas y pentecostales. En otras palabras, la mujer en las iglesias protestantes, evangélicas y pentecostales posee un rol decisivo y protagónico.
¿Cuál es el estado de situación de los institutos de teología protestante o centros de formación en Argentina teniendo en cuenta el cierre en 2015 del Instituto Superior Evangélico de Estudios Teológicos (ISEDET) en Buenos Aires?
En mi opinión, la educación teológica en la Argentina ha experimentado cambios sustanciales. El hecho se refleja como bien menciona usted en el cierre de ese prestigioso centro de formación teológica que, inicialmente fue la Facultad de Teología metodista, desde 1970, ISEDET y en los últimos años alcanzó el rango de universidad al ser reconocido como Instituto Universitario ISEDET. Conozco bien su historia y realidad dado que realicé allí mi doctorado en teología. Creo que fue, sin dudas, el instituto teológico más importante de habla hispana en América Latina en la segunda mitad del siglo XX atendiendo sus Conferencias dictadas en las Cátedras Carnahan donde participaron teólogos de la talla de John A. T. Robinson (1919-1983), Jürgen Moltmann (1926), Rubem Alves (1933-2014) y Juan Luis Segundo (1925-1996), entre otros. Lamentablemente, esa institución debió cerrar sus puertas. De todos modos, en Sudamérica la educación teológica continúa tanto en algunas universidades protestantes como en seminarios e institutos bíblicos y teológicos que representan diversos posicionamientos que van desde perfiles más conservadores y, en algunos casos fundamentalistas, hasta una educación teológica más contextualizada y que intenta responder a los grandes desafíos de la cultura y de un mundo en cambio permanente.
El segmento más conservador y fundamentalista da poca importancia a la teología y, en algunos casos, la rechaza abiertamente, poniendo todo su énfasis en el adoctrinamiento de los fieles. El fundamentalismo, como sabemos, además de presumir ser el guardián de la verdad se caracteriza por una hermenéutica literalista de la Biblia y por ser anticientífico. El problema radica en no diferenciar la doctrina del teologizar. En otras palabras: mientras la doctrina es fija, a manera de clausura de sentido, el ejercicio del teologizar significa lo que acuñó San Anselmo: inteligencia de la fe, una actitud abierta a la reflexión, a la evaluación y a la revisión de postulados. Cada nueva generación de cristianos necesita repensar su fe en nuevos contextos. En el extremo del segmento más conservador y fundamentalista se percibe una gran influencia de la ya mencionada «Teología de la Prosperidad» que, a mi entender, es individualista e insolidaria. Está en las antípodas del mensaje de Jesús de Nazaret que proclama la irrupción del Reino de Dios y cuya característica principal es la justicia para todos.
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