Organizado por el ITVR de los claretianos Crónica de la primera jornada presencial del Curso de Protección de Menores
El ITVR imparte por primera vez este Curso para la Protección de Menores en colaboración con el Centre for Child Protection de la Pontificia Universidad Gregoriana en el que participan más de 50 alumnos: sacerdotes, miembros de la vida consagrada y laicos con responsabilidades pastorales
El pasado sábado 2 de marzo tuvo lugar la primera jornada presencial del Curso de Protección de Menoresorganizado por el Instituto Teológico de Vida Religiosa. La mañana comenzó con la Eucaristía presidida por Mons. Juan Antonio Menéndez, presidente de la Comisión Episcopal para la prevención y la protección de los menores, al que acompañaron el Superior General de los Misioneros Claretianos, de paso por Madrid y recién llegado de haber participado en el Encuentro en Roma con el Papa Francisco y el director del ITVR, P. Carlos Mtnez. Oliveras.
Con motivo del evangelio del día, “dejad que los niños se acerquen a mí”, el obispo de Astorga reiteró, a la luz de las palabras de Jesús, la actitud de cuidado y cercanía hacia los niños y adolescentes, la convicción de todos de ayudar a las víctimas y trabajar para que la Iglesia sea un lugar completamente seguro. Ya en la sala compartió con los asistentes cómo está viviendo toda esta situación que tan de cerca le está tocando vivir y, al mismo tiempo, explicó la creación y el funcionamiento de la Comisión creada en su diócesis recientemente.
"La letra, con sangre entra"
La reflexión de la mañana estuvo a cargo del sociólogo Javier Elzo que dividió su exposición en dos momentos. El primero de ellos estuvo centrado en la explicación de los modelos de familia y los agentes de socialización y su influencia en los niños y jóvenes (familia, amigos, MCS, calle, Iglesia, internet…). Al hablar de la relación entre la web y la educación aseguró: “En realidad hemos transitado del deleznable principio de que ‘la letra con sangre entra’ (el reino de la ‘potestas’), al reino de la ‘violencia simbólica de la Web’, sin aceptar, incluso renegando del gran principio de la transmisión de los saberes, y a la conducción al educando a la autonomía y responsabilidad propias (el reino de la ‘auctoritas)’.
El segundo momento estuvo más centrado en la cuestión de los abusos en la Iglesia y estuvo recordando los diferentes informes realizados en Australia, Alemania, Pensilvania… Sobre la cuestión de una supuesta relación entre celibato y abusos afirmó que no estaba claro: “La cuestión no es celibato sí o celibato no, sino cómo se vive la sexualidad célibes y casados”. Al mismo tiempo, abogó por un mayor protagonismo de la mujer en responsabilidades eclesiales.
Por la tarde, los participantes pudieron acercarse al testimonio directo de las víctimas a través de la lectura de una larga carta a cargo del P. Lino Díez, sss, que lleva más de cinco años acompañando el proceso de una mujer que sufrió, por parte de su párroco, una situación de abusos sexuales cuando era una niña de seis años y que se prolongaron durante tres años. La escucha de la carta causó un sobrecogimiento en la asamblea y pidió al P. Lino que le transmitiera su agradecimiento y solidaridad a esta persona por haber abierto su corazón y haber compartido, no solo el infierno que pasó, sino el difícil proceso de reconstitución vital, aún no concluido.
Poner a la víctima en el centro
La jornada concluyó con una conferencia de la Mª Teresa Compte, presidenta de Betania y una de las profesoras del curso, que explicó de un modo más general las claves del acompañamiento a las víctimas basado en la importancia de la escucha, la ayuda, la terapia, la familia... Manifestó su convicción de que, a pesar de todo, se puede salir de la situación si “somos capaces de comprometernos todos en poner a la víctima en el centro de nuestra intervención”.
El ITVR imparte por primera vez este Curso para la Protección de Menores en colaboración con el Centre for Child Protection de la Pontificia Universidad Gregoriana en el que participan más de 50 alumnos: sacerdotes, miembros de la vida consagrada y laicos con importantes y significativas responsabilidades eclesiales (provinciales, directores de la CEE, directores de instituciones educativas, formadores, miembros de curia diocesana, párrocos, responsables pastorales…).
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