Jornada Pro Orantibus: "Hay cantidad de hombres y mujeres que aún se sienten atraídos por esta vida" Fray Roberto, abad de Cardeña: "En los monasterios somos testigos de un anhelo de espiritualidad"
La Iglesia celebra el domingo 26 de mayo, solemnidad de la Santísima Trinidad, la Jornada Pro Orantibus, que este año lleva por lema, "Contemplando tu rostro, aprendemos a decir: '¡Hágase tu voluntad!'"
"En los monasterios somos testigos de este anhelo de espiritualidad. Muchas gente acude a nuestros locutorios buscando un testimonio de vida cristiana, a nuestra liturgia buscando profundidad y pausa, a nuestras hospederías buscando oasis espirituales, nos piden que les enseñemos el sentido profundo de la Sagrada Escritura, los caminos de la oración y de la vida interior"
"Los monasterios, por muy altos que sean los muros, siempre han vivido en interrelación con la sociedad, por eso si en la sociedad hay prisa, ruido, también en el monasterio lo suele haber, y así todo lo demás. De hecho, es algo sobre lo que debemos estar vigilantes: que el activismo, con todo su cortejo de males, no nos atrape y desvirtúe nuestra vocación"
"Los monasterios, por muy altos que sean los muros, siempre han vivido en interrelación con la sociedad, por eso si en la sociedad hay prisa, ruido, también en el monasterio lo suele haber, y así todo lo demás. De hecho, es algo sobre lo que debemos estar vigilantes: que el activismo, con todo su cortejo de males, no nos atrape y desvirtúe nuestra vocación"
"Los monjes y monjas contemplativos intentamos discernir los signos de los tiempos y ver en ellos la voz de Dios. 'Hágase tu voluntad' [el lema de la Jornada Pro Orantibus, que se celebra hoy] debiera ser nuestra respuesta siempre, como Jesús", señala en entrevista con Religión Digital fray Roberto, el abad del monasterio cisterciense de San Pedro de Cardeña, en Burgos.
Y en estos tiempos que algunos consideran aciagos para las vocaciones y de repliegue hacia los cuarteles ante lo que parece un frío invierno para la vida contemplativa, este monje trapense, afable y solícito, ofrece un inesperado contrapunto sin pretender tampoco con ello lanzar las campanas al vuelo. Sólo ofrecer lo que él y su comunidad están contemplando.
"Es cierto que se cierran muchos monasterios en España -señala-, pero esa no es toda la realidad de la vida contemplativa. Porque somos testigos de la cantidad de hombres y mujeres que se sienten atraídos aún hoy por esta forma de vida cristiana. Actualmente cientos de jóvenes -y no tan jóvenes- están en la etapa de formación inicial en alguno de nuestros monasterios. Cada una de estas vocaciones causa admiración porque en ellas palpamos que Dios sigue llamando, a veces en formas increíbles, y que hay personas que siguen respondiendo con su vida entera".
“¡Hágase tu voluntad!”. ¿Qué nos sugiere este lema de esta Jornada Pro Orantibus cuando asistimos a un imparable cierre de monasterios y conventos?
Los monjes y monjas contemplativos intentamos discernir los signos de los tiempos y ver en ellos la voz de Dios. “Hágase tu voluntad” debiera ser nuestra respuesta siempre, como Jesús. Pero como Jesús también sentimos inseguridad, miedos, y pedimos “aparta de nosotros este cáliz”. Dios sabe lo que tiene que ser, nosotros solo oteamos torpemente la historia para poder ir al paso de Dios. Pero siempre los hombres somos renuentes.
Dios nos enseña, es nuestro maestro en este paso de la historia. Y nos enseña a través de la desilusión, del fracaso. Sí, la desilusión, el sentimiento inconsciente de fracaso es nuestro maestro en nombre de Dios. Dios nos espera en la realidad, una realidad que en nuestros monasterios hoy es, en general, frágil. Nuestros pretendidos anhelos de grandeza, aunque sea grandeza espiritual -que en el fondo es la peor clase de soberbia-, caen por tierra en esta hora y no puedo menos que dar gracias a Dios por ello. Nuestra pobreza nos hace tener necesidad unos de otros y abrirnos a caminar más en sinodalidad, viendo que somos más iguales que diferentes a pesar de los diferentes carismas contemplativos.
Los números… a los hombres nos gustan tanto, pero ¡Dios se burla de ellos! La pregunta fatídica y constante: “¿cuántos monjes/as sois en comunidad?”, no nos gusta que nos la hagan, porque nosotros, hombres y mujeres de poca fe, también confiamos en los números y en la gloria humana que nunca nos dará ninguna seguridad.
Lo nuestro es vivir cada día en el asombro del amor y la misericordia de Dios reflejado en Jesús, el primer contemplativo. Para esto no hace falta ser mucha gente, solo se necesita un corazón purificado para ver.
¿Hay que cambiar algo en la vida contemplativa o esta situación es una prueba más en una historia milenaria?
La vida contemplativa ha cambiado mucho en las últimas décadas. Las constituciones de cada Orden o Congregación se han adaptado según las directrices de la Iglesia y, creo que hay una comprensión del carisma de cada instituto como pocas veces en la historia.
El papa Francisco se ha preocupado de la vida contemplativa, redactando una nueva Constitución Apostólica para las monjas que es una maravilla. Algunos monjes, al menos, también nos sentimos reflejados allí. Lo que hace falta es primero conocer y después vivir todo esto.
Creo, personalmente, que hay que hacer hincapié en la formación, tanto inicial como permanente, no de tipo libresco sino espiritual. Porque solo hay dos opciones: o formación permanente o frustración permanente. Se ha editado una guía de formación en la vida contemplativa por parte del Dicasterio de la Vida Religiosa que es una preciosidad. También creo que hay que hacer hincapié en la vida fraterna. La calidad contemplativa de una comunidad se mide por la calidad de su vida fraterna. Es uno de los testimonios evangélicos más claros que podemos dar a la Iglesia y al mundo.
Muchas gente acude a nuestros locutorios buscando un testimonio de vida cristiana, a nuestra liturgia buscando profundidad y pausa, a nuestras hospederías buscando oasis espirituales
La vida monástica en la Iglesia es casi tan antigua como la Iglesia misma. Parece que hay en el evangelio como una semilla que suscita en algunas personas la voluntad de entregarse de por vida a la oración. Creo que esto ocurrirá siempre aunque las formas varíen.
¿Realmente hay un declive de la vida contemplativa? Se habla de un repunte en la búsqueda de espiritualidad, de un aumento en el número de bautizos de adultos en países como la laica Francia...
Es cierto que se cierran muchos monasterios en España, pero esa no es toda la realidad de la vida contemplativa. Porque somos testigos de la cantidad de hombres y mujeres que se sienten atraídos aún hoy por esta forma de vida cristiana. Actualmente cientos de jóvenes -y no tan jóvenes- están en la etapa de formación inicial en alguno de nuestros monasterios. Cada una de estas vocaciones causa admiración porque en ellas palpamos que Dios sigue llamando, a veces en formas increíbles, y que hay personas que siguen respondiendo con su vida entera.
En los monasterios somos testigos de este anhelo de espiritualidad. Muchas gente acude a nuestros locutorios buscando un testimonio de vida cristiana, a nuestra liturgia buscando profundidad y pausa, a nuestras hospederías buscando oasis espirituales, nos piden que les enseñemos el sentido profundo de la Sagrada Escritura, los caminos de la oración y de la vida interior. El Papa Francisco mismo ha pedido a los monasterios que seamos escuelas de oración y vida cristiana. Todo esto a veces nos supera porque nosotros mismos, muchas veces, nos vemos párvulos en los caminos del espíritu. Pero a la vez vemos que compartir la fe con otros es el mejor medio para fortalecerla.
¿Cómo se ve en la actualidad el mundo intramuros? ¿Hay mucho ruido y poca contemplación fuera?
El mundo intramuros y extramuros es el mismo. Como dice el refrán monástico: “hombres dejé y con hombres me encontré”. Hacer una dicotomía total entre uno y otro es una ficción. El corazón del hombre es siempre el mismo, en todos los tiempos y lugares. El camino monástico, como todo verdadero camino espiritual, comienza por el conocimiento propio. Y este conocimiento te lleva a la unidad y a mirar con compasión, primero a ti mismo, después a todos los demás. Como Santa Teresa de Lisieux, nos sentimos sentados a la mesa de los pecadores. O como decía otra gran contemplativa, Santa Catalina de Siena, “soy la nada más el pecado”, es decir, la nada al cuadrado...Por eso, cuanto más profundizamos en la vida interior más nos sentimos unidos a todos los hombres nuestros hermanos y menos nos creemos diferentes. Los contemplativos intentamos ser esclavos de todos, vivir para los demás a ejemplo de Jesús.
Los monasterios, por muy altos que sean los muros, siempre han vivido en interrelación con la sociedad, por eso si en la sociedad hay prisa, ruido, también en el monasterio lo suele haber, y así todo lo demás. De hecho, es algo sobre lo que debemos estar vigilantes: que el activismo, con todo su cortejo de males, no nos atrape y desvirtúe nuestra vocación.
Objetivamente, en los monasterios tenemos más medios para llevar una vida interior plena, pero eso no significa que automáticamente quien esté allí lo va a lograr si no hace el viaje por sí mismo.