El provincial de Hispania de los dominicos sostiene que "la vida religiosa puede y debe hacer mucho" Jesús Díaz Sariego, op.: "¿Cuántas religiosas y religiosos han entregado su vida con los más pobres?"
"Cuando hablamos de vulnerabilidad hablamos de muchas cosas, hablamos de sufrimiento, de dolor, de sin sentido, de heridas, etc."
"La pandemia que estamos viviendo nos pone de manifiesto también que en otros lugares del mundo se sufre y mucho de modo permanente. Ahora nos ha tocado a nosotros"
"Creo que esta experiencia nos va a reforzar en comunión eclesial y nos va a hacer más sensibles y prestos a colaborar con el conjunto de la sociedad en las consecuencias que va a dejar, especialmente la económica. También la espiritual"
"Creo que esta experiencia nos va a reforzar en comunión eclesial y nos va a hacer más sensibles y prestos a colaborar con el conjunto de la sociedad en las consecuencias que va a dejar, especialmente la económica. También la espiritual"
Jesús Díaz Sariego, op, es provincial de los dominicos, y vicepresidente de Confer, que ha estado en primera línea en el combate contras el coronavirus. Incluso, con bajas. "Las instituciones religiosas, especialmente las más volcadas por carisma en el ámbito sanitario, educativo y social han colaborado muy activamente con las administraciones públicas. Ahí, como en otras iniciativas, la Iglesia ha estado muy presente, aunque no sea debidamente reconocido", sostiene.
En conversación con RD, el religioso resalta que "la pandemia que estamos viviendo nos pone de manifiesto también que en otros lugares del mundo se sufre y mucho de modo permanente. Ahora nos ha tocado a nosotros", y espera que salgamos de ésta "'tocados', pero en sentido positivo".
-¿Cómo está viviendo vuestra congregación la crisis provocada por el coronavirus?
La estamos viviendo al igual que el resto de la sociedad española: en confinamiento, siguiendo las pautas sanitarias que se nos recomiendan y estando atentos a la evolución de la pandemia y sus consecuencias.
Dicho lo anterior, también he de añadir que las comunidades, según sus posibilidades, han estado muy atentas a las necesidades de muchas personas, especialmente las más vulnerables, y que la situación de ‘estado de alarma’ ha puesto de manifiesto. Las instituciones y proyectos sociales que sostenemos no han ‘cerrado sus puertas’. Todo lo contrario, han hecho lo posible por seguir atendiendo a los más necesitados durante todo este tiempo. Con más dificultades añadidas, dada la urgencia sanitaria en la que nos encontramos y hacia la que han ido, como es lógico, todos los recursos de las administraciones públicas. El Albergue para los ‘sin techo’ San Martín de Porres en Madrid ha trabajado estos días hasta el límite para seguir atendiendo a muchas personas sin hogar, algunas de ellas con necesidades sanitarias por la Covid-19. Por otro lado, el Observatorio de los Derechos Humanos ‘Samba Martine’, con sede en Madrid, ha seguido de cerca algunos casos de personas inmigrantes en situaciones especiales de necesidad. En otros lugares de la Provincia de Hispania, las comunidades no han dejado de atender a las necesidades, económicas y sanitarias, de algunas familias en situación de pobreza.
Durante este tiempo nuestras Iglesias, como así ha venido determinado por las autoridades, han permanecido cerradas a las actividades pastorales, litúrgicas y sacramentales habituales en condiciones normales. No obstante, algunos religiosos han colaborado en el acompañamiento de familias en la despedida de sus seres queridos fallecidos a causa del coronavirus. Este acompañamiento se ha hecho especialmente difícil, debido a las estrictas restricciones de las autoridades sanitarias, en el momento de realiza los sepelios. La presencia de estos religiosos ha permitido un breve consuelo en el tiempo, pero intenso a la hora de acoger tanto dolor no sólo ante la muerte de alguien querido, sino también, el hecho de no poder realizar la despedida merecida de familiares y amigos.
-¿De qué modo ha afectado a la vida comunitaria, a las obras...?
La pandemia del Covid-19 nos ha golpeado. Algunos religiosos han sido afectados por el virus, aunque no todos con la misma gravedad. Hemos sentido mucho el fallecimiento de uno de nuestros hermanos. Uno de los más jóvenes de la comunidad que ostentaba, además, la responsabilidad de ser el párroco. Esta dura experiencia nos hace, a su vez, mucho más solidarios con los miles de familias que han perdido a sus seres queridos. Hasta el día de hoy el virus no nos ha afectado en las enfermerías provinciales que tenemos. Desde el principio se establecieron medidas sanitarias estrictas, de este modo se pudo asegurar con algo más de garantía la necesaria protección de los mayores y enfermos.
Por otro lado, desde la Conferencia de Religiosos (CONFER), he podido constatar cómo otras instituciones religiosas han sido aún más golpeadas por el virus con el fallecimiento de un número mucho más grande de sus miembros.
¿Con respecto a las obras? Creo que éstas se verán reforzadas después de esta experiencia. Desde ellas deberemos reforzar una pastoral que ponga especial atención en lo que la pandemia nos ha despertado con respecto a nuestra vulnerabilidad. Tendremos que hacer una reflexión y obrar en consecuencia.
-¿Qué acciones habéis tomado? ¿Qué iniciativas relevantes nos podéis contar?
Como he indicado anteriormente, las comunidades han estado atentas a las necesidades sociales y pastorales de su entorno. Han respondido a ellas conforme a sus posibilidades en atención a las restricciones establecidas por el gobierno.
Desde la Fundación San Martín de Porres se han ofrecido a las autoridades de Madrid espacios que podría gestionar para acoger a personas en necesidad y ofrecerles la debida protección. Finalmente las autoridades no lo vieron necesario al considerar otros posibilidades más factibles.
Me consta que las instituciones religiosas, especialmente las más volcadas por carisma en el ámbito sanitario, educativo y social han colaborado muy activamente con las administraciones públicas. Ahí, como en otras iniciativas, la Iglesia ha estado muy presente, aunque no sea debidamente reconocido. No quiero dejar de lado a los miles de sanitarios, miembros de los cuerpos de seguridad del estado, ciudadanos anónimos, etc. que desde sus convicciones religiosas cristianas han estado ‘al pide el cañón’. Esa también es la Iglesia más comprometida, levadura, anónima, pero realmente admirable.
Las acciones a realizar serán mejores si se ven respaldas por la debida reflexión. Este tiempo de pandemia nos está haciendo reflexionar, y mucho. Es una reflexión que se interioriza. Busca los cambios necesarios, empezando por cada uno. Esta fase ya iniciada en lo personal requerirá un diálogo y contraste entre todos. Es una tarea que debemos hacer y que haremos cuando la pandemia haya sido vencida y podamos volver a la actividad habitual. De esa reflexión en conjunto retomaremos aquellas iniciativas asumidas en común que podremos ir aplicando a varios ámbitos de misión.
-¿Qué se puede hacer, desde la vida religiosa, para paliar el impacto del coronavirus en la sociedad?
La vida religiosa puede y debe hacer mucho. Desde el Consejo Nacional de CONFER ya hemos iniciado un diálogo a ese respecto. Hemos de conocer mejor el impacto. Aún estamos en plena pandemia. Pero hay ‘voces’ que ya se nos ofrecen como indicadores para analiza ese impacto y ver posibles respuestas.
Algo habrá de cambiar o tendrá que cambiar. Hemos de valorarlo con reflexión, sentido y en comunión desde el conjunto de la vida religiosa. Hay una cuestión que se vuelve especialmente relevante después de esta experiencia. Tiene que ver con una mayor toma de conciencia sobre nuestra condición vulnerable. De nuevo tendremos que retomar esto. Cuando hablamos de vulnerabilidad hablamos de muchas cosas, hablamos de sufrimiento, de dolor, de sin sentido, de heridas, etc. También, cómo no, una experiencia de vulnerabilidad nos ofrece la posibilidad de reconsiderar nuestro estilo de vida, nuestros valores, nuestros referentes, nuestras búsquedas y sentido para la existencia.
La pandemia que estamos viviendo nos pone de manifiesto también que en otros lugares del mundo se sufre y mucho de modo permanente. Ahora nos ha tocado a nosotros. Es de esperar que a partir de ahora nos volvamos mucho más solidarios con todos aquellos pueblos y naciones que llevan sufriendo situaciones extremas de vida por varias causas mucho tiempo. Hagamos de esta experiencia una virtud e incorporemos a nuestros sufrimientos el dolor de otros muchos, aunque no profesen nuestra religiosa, nuestra cultura, nuestro modo de pensar, etc.
La vida religiosa siempre fue un canal internacional de todo esto. No debemos olvidar que está presente en todos los continentes, en las diversas culturas y en lugares de extremada pobreza. ¿Cuántas religiosas y religiosos han entregado su vida con los más pobres? Este rostro de la Iglesia y de la vida religiosa es el mejor patrimonio espiritual que tenemos para ayudar a nuestra sociedad a salir adelante después de esta experiencia tan traumática para muchos.
-¿Cómo crees que saldremos de esta crisis, como sociedad y como Iglesia?
Saldremos ‘tocados’, pero en sentido positivo. Creo que esta experiencia nos va a reforzar en comunión eclesial y nos va a hacer más sensibles y prestos a colaborar con el conjunto de la sociedad en las consecuencias que va a dejar, especialmente la económica. También la espiritual. La económica porque, según nos adelantan, los expertos vendrán momentos duros para muchas familias. Deberemos estar muy atentos a esto potenciando desde nuestras instituciones proyectos que puedan, al menos, paliar los efectos de la crisis económica. Por otro lado está la cuestión humana, espiritual, las heridas de la vida. ¿Cómo reconciliar esto? Deberemos seguir profundizando en ello.