Volver del Sínodo a las comunidades con las manos vacías sería decepcionante Mauro Castagnaro: "Francisco se ha confirmado como tal vez el único líder mundial con mirada planetaria"
"En el Sínodo, los obispos procedentes de la periferia extrema de la Iglesia han demostrado una autoridad dada por el profundo conocimiento de su propia realidad"
Los cardenales de la Curia, al contrario, se han presentado "como guardianes de una estaticidad infecunda"
Consideran ordenar como presbíteros a hombres casados la tumba potencial del celibato
Consideran ordenar como presbíteros a hombres casados la tumba potencial del celibato
| Mauro Castagnaro
El Sínodo Panamazónico ha llegado a su recta final. La última semana se dedicará a la redacción, discusión y votación del documento final, que deberá trazar "nuevos caminos para la Iglesia y la ecología integral" en esta parte del mundo.
El presente Sínodo ha suscitado una enorme atención internacional y grandes expectativas, especialmente entre los pueblos amazónicos. Esto gracias sobre todo al Papa Francisco, que no sólo puso en el centro de la atención de la Iglesia Católica uno de los problemas más dramáticos de la humanidad (confirmándose quizás como el único líder mundial capaz de una mirada planetaria), sino que también garantizó un debate libre y franco; gracias a los numerosos auditores y auditoras, especialmente a las mujeres (que hasta ahora no votan) y a los representantes de los pueblos indígenas, que han traído la vida de las comunidades y de los pueblos - sus sufrimientos, sus esperanzas, sus luchas - a un espacio a menudo muy autorreferencial; y gracias a los numerosos obispos, muchos de ellos procedentes de la periferia extrema de la Iglesia, que han demostrado una autoridad dada por el profundo conocimiento de su propia realidad (curiosamente igualada sólo a la de aquel que encarna hoy el centro del catolicismo) y han hecho propuestas valientes y “corajudas”.
Sin embargo, no han faltado resistencias: no tanto la de los pequeños grupos reaccionarios, ruidosos, pero completamente anacrónicos, sino, en primer lugar, las de los cardenales de la Curia (con excepciones, es verdad), hoy como nunca presentándose como guardianes de una estaticidad infecunda y, en última instancia, de su propio poder; las de algunos obispos procedentes de otras partes del mundo (en primer lugar los italianos), aquí tampoco todos ellos, simplemente incapaces de comprender realidades culturales y pastorales tan diferentes; y, por último, las de algunos obispos de la Amazonia, generalmente nacidos en otros lugares y catapultados a esos territorios por no se sabe qué mecanismo eclesiástico y, de hecho, "extranjeros en sus propias tierras".
Su oposición a cualquier cambio, especialmente dentro de la Iglesia en especial, a la posibilidad de ordenar como presbíteros a hombres casados – algo visto como la tumba potencial del celibato (¡en cuya belleza que tanto proclaman muestran creer muy poco!), casi como si en las 20 Iglesias católicas de rito oriental el clero célibe y el clero uxorato no hubieran coexistido siempre pacíficamente - y conferir el diaconado a las mujeres (a quienes cantan grandes alabanzas, excepto para acusarlas de "querer el poder" cuando piden ser tratadas como varones, revelando así que para ellos el ministerio no es un servicio) corre el riesgo de concluir el Sínodo sin ningún resultado concreto.
Esto sería un golpe muy grave para la credibilidad de la Iglesia. Esto fue bien mostrado por una voz surgida en la asamblea que, después de contar que había participado en la consulta de 500 aldeas, de las cuales había recogido pedidos y solicitudes, dijo en esencia: "Ahora tendré que volver a esas comunidades, que me pedirán cuentas de las peticiones que me han sido confiadas. No me hagan presentarme con las manos vacías. ¡No decepcionen a mi pueblo!".