"Solo sabremos cuándo hablar y cuándo callar, cuando callemos más que hablemos" "Es bueno esperar en silencio la salvación" (Lm 3, 26)

Nuestra señora del sielncio
Nuestra señora del sielncio

"Callemos para escuchar. Callemos para aprender a hablar. Hablemos cuando tengamos que hablar. Y solo sabremos cuándo hablar y cuándo callar cuando callemos más que hablemos"

"Si nuestro hablar no sale de nuestro silencio con facilidad hacemos daño. Porque no nos preocupamos de escuchar al que nos habla; solo oímos lo que coincide con lo que nosotros pensamos"

"Si quieres ver cómo oras, mira cómo haces cuando estás con los demás"

Manejamos la palabra “Dios” y la palabra “Espíritu” con mucha desenvoltura. Un poco más de recato nos vendría bien para no tomar el nombre de Dios en vano tantas veces. 

Un judío me escribió una carta hace tiempo y cuando usaba la palabra Dios escribía: “D’s”. Y yo pensaba:  sí, es mejor así. 

“¡Dios es y basta!”, gritaba el poverello de Asís. Sí, dejemos que Dios sea y basta de tanta charlatanería sobre Dios.  

Callemos para escuchar. Callemos para aprender a hablar. Hablemos cuando tengamos que hablar. Y solo sabremos cuándo hablar y cuándo callar, cuando callemos más que hablemos.

‘Informe RD’ con análisis y el Documento Final del Sínodo

Silencio

El 90 % de la vida de Jesús transcurrió en la oscuridad. ¿No nos salvó con su vida oculta también?

Dios ha querido hacer de la palabra vehículo de su salvación. Pero con las pocas palabras de los evangelios le ha bastado. Y así nos recomienda también no usar demasiadas palabras para dirigirnos a Él.

El Verbo se hizo “Palabra abreviada” al venir a nosotros, abreviemos también nuestras palabras para llegar a Él. 

“Adviertan los que son muy activos -dice S. Juan de la Cruz-, que piensan ceñir al mundo con sus predicaciones y obras exteriores, que mucho más provecho harían a la Iglesia y mucho agradarían a Dios si gastasen siquiera la mitad de este tiempo en estarse con Dios en oración… Porque de otra manera todo es martillar y hacer poco más que nada, y a veces nada, y aún a veces daño”.

“Martillar”. ¡Qué palabra más apropiada para gran parte de lo que hablamos! Como címbalo que aturde, decía Pablo... 

“Y aún a veces daño”… Sí. Si nuestro hablar no sale de nuestro silencio con facilidad hacemos daño. Porque no nos preocupamos de escuchar al que nos habla; solo oímos lo que coincide con lo que nosotros pensamos.

Respetar al otro es también respetar su silencio, respetar su palabra, escuchar lo que dice con los cinco sentidos. 

Nuestra señora del silencio

Como hacemos con los demás hacemos con Dios, no somos seres que puedan disociarse. Si quieres ver cómo oras, mira cómo haces cuando estás con los demás.   

“Si nuestra vida no habla por sus acciones, menos aún lo hará por nuestras palabras”, dicen nuestros hermanos cartujos.

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