Fe, compromiso y pastoral juvenil popular
La fe e iglesia, por ejemplo con el Papa Francisco con su Exhortación Apostólica “Christus Vivit” (CV), sigue promoviendo la misión y el Evangelio entre los jóvenes, realizando diversas actividades e iniciativas al respecto. En este sentido, en nuestra misión en Perú, por ejemplo con el trabajo docente e investigador universitario que llevamos a cabo, hemos estado asimismo presentando y exponiendo dicho documento de Francisco sobre los jóvenes con sus perspectivas misioneras, pastorales y sociales.
Y es que, como nos muestra la Revelación en la Palabra, el Dios manifestado en Jesús Crucificado-Resucitado es la entraña y modelo inspirador para toda persona, joven y creyente. Siguiendo a Jesús, frente a toda pasividad y conformismo, la fe nos lleva a entregar la existencia al servicio y compromiso por la promoción de la dignidad del ser humano, la paz, la solidaridad, la equidad con los pobres, la vida, la familia y el trabajo decente (CV 168-174; 253-273). Las personas, los jóvenes y los pobres son sujetos protagonistas de la misión y del auténtico desarrollo humano, liberador e integral (CV 175-178; 239-241).
La misión de los jóvenes y cristianos-católicos “con su vocación laical es, ante todo, la caridad en la familia, la caridad social y la caridad política: es un compromiso concreto desde la fe para la construcción de una sociedad nueva, es vivir en medio del mundo y de la sociedad para evangelizar sus diversas instancias, para hacer crecer la paz, la convivencia, la justicia, los derechos humanos, la misericordia, y así extender el Reino de Dios en el mundo” (CV 168). Todo ello es el sentido de la pastoral juvenil, educativa, universitaria y con su carácter popular (CV 230-238).
Personas y católicos “realmente «populares», no elitistas o clausurados en pequeños grupos de selectos. Para que sean capaces de generar una pastoral popular en el mundo de los jóvenes, hace falta que «aprendan a auscultar el sentir del pueblo, a constituirse en sus voceros y a trabajar por su promoción». Cuando hablamos de “pueblo” no debe entenderse las estructuras de la sociedad o de la Iglesia, sino el conjunto de personas que no caminan como individuos sino como el entramado de una comunidad de todos y para todos, que no puede dejar que los más pobres y débiles se queden atrás: «El pueblo desea que todos participen de los bienes comunes y por eso acepta adaptarse al paso de los últimos para llegar todos juntos». Los responsables y católicos populares, entonces, son aquellos que tienen la capacidad de incorporar a todos, incluyendo en la marcha juvenil a los más pobres, débiles, limitados y heridos. No les tienen asco ni miedo a los jóvenes lastimados y crucificados” (CV 231).
La existencia espiritual, en la presencia y encuentro con Jesús, nos da vida con la mística que nos une al Dio revelado en Cristo, y que nos lleva la comunión de vida, de bienes y acción por la justicia con los pobres. Frente al pecado de egolatría con la idolatría de la riqueza-ser rico, del poder y la violencia. “A veces, por pretender una pastoral juvenil aséptica, pura, marcada por ideas abstractas, alejada del mundo y preservada de toda mancha, convertimos el Evangelio en una oferta desabrida, incomprensible, lejana, separada de las culturas juveniles y apta solamente para una élite juvenil cristiana que se siente diferente, pero que en realidad flota en un aislamiento sin vida ni fecundidad…La pastoral juvenil, cuando deja de ser elitista y acepta ser “popular”, es un proceso lento, respetuoso, paciente, esperanzado, incansable, compasivo” (CV 232-236).
De esta forma, como ya apuntamos, debemos seguir desarrollando toda esta pastoral popular y misionera, con los jóvenes como autores de la misión en los diversos ámbitos (CV 241). En la pastoral familiar, frente a dichas colonizaciones ideológicas, Francisco nos recuerda que Dios nos creó sexuados. Él mismo «creó la sexualidad, que es un regalo maravilloso para sus creaturas». Dentro de la vocación al matrimonio hay que reconocer y agradecer que «la sexualidad, el sexo, son un don de Dios. Nada de tabúes. Son un don de Dios, un don que el Señor nos da. Tienen dos propósitos: amarse y generar vida. Es una pasión, es el amor apasionado. El verdadero amor es apasionado. El amor entre un hombre y una mujer, cuando es apasionado, te lleva a dar la vida para siempre. Siempre. Y a darla con cuerpo y alma»” (CV 261).
En esta línea, la pastoral juvenil popular unida a la pastoral social y obrera, con dicha caridad social y política en la promoción de la justicia con los pobres u obreros (trabajadores), en contra de las actuales “formas de exclusión y marginación. Es un asunto fundamental de la sociedad, porque el trabajo para un joven no es sencillamente una tarea orientada a conseguir ingresos. Es expresión de la dignidad humana, es camino de maduración y de inserción social, es un estímulo constante para crecer en responsabilidad y en creatividad, es una protección frente a la tendencia al individualismo y a la comodidad; y es también dar gloria a Dios con el desarrollo de las propias capacidades” (CV 270-271).
Vemos pues toda la fecundidad de esta pastoral juvenil popular, comprometida, familiar, social y obrera. Lo cual exige, concluyendo, la vocación e identidad específica del laicado, en un proceso de adultez y maduración desde la Gracia de Dios, para ejercer su misión específica de la caridad política, en la la búsqueda del Reino de Dios y su justicia. Esto es, la gestión y transformación más directa e inmediata de toda la realidad, para que se vaya renovando el mundo e historia, hasta su consumación en los cielos nuevos y en la tierra nueva, la vida realizada, plena eterna y trascendente.