Hermenéutica humanista en el horizonte de la fe
En este artículo profundizo algunas cuestiones, que vengo desarrollando con la misión y actividad académica, docente e investigadora en diversas universidades peruanas e iglesias latinoamericanas con conferencias, clases y demás tareas. Tal como nos enseñan los estudios y el propio magisterio de la iglesia, con los Papas como Francisco, vivimos en una época de creciente individualismo y relativismo, tanto teórico como practico. Una globalización de la indiferencia y cultura del descarte, que se co-relaciona con nuestra sociedad-mundo materialista (economicista), consumista, hedonista y nihilista.
Por lo tanto, en esta era tan vacía y sin sentido, que lleva a la nada destructiva, hoy más que nunca hacen falta unas claves de lecturas e interpretativas de la realidad para humanizarnos, vivir con más ética y espiritualidad. Tratando de acoger lo más valioso de la historia del pensamiento, con la perspectiva del humanismo espiritual e integral inspirado en la fe, presentamos a continuación dichas claves o tesis que nos posibilitan un desarrollo humanizador, liberador y global para las personas y los pueblos.
Lo primero, creemos, es acoger el Don de la vida y de lo real, del otro- de Dios mismo-, que nos han suscitado (creado) por y para el amor: soy amado, luego existo, es de bien nacidos ser agradecidos. Esta acogida y reconocimiento de la realidad, de la vida y amor que, en Dios, nos hace ser y vivir, nos lleva a ese amor agradecido que (a su vez) ama y se entrega por los demás al servicio del bien más universal, de la fraternidad, la paz y la justicia.
Este Don (Gracia) de lo real y de la vida, del Amor del otro y de Dios que nos crea, ama, perdona, salva y libera: nos mueve a este reconocer la vida y dignidad, sagrada e inviolable, de cada persona como sujeto de la realidad. El ser humano es el protagonista, centro y finalidad de todas las cosas, de toda la vida social, económica, política y cultural que no pueden dominar u oprimir a la persona. El ser humano es el actor (autor) y sujeto gestor de la realidad del mercado y el estado, de la economía y la política que están al servicio de la vida y dignidad de la persona, de las necesidades y bien común universal de todos los pueblos, de las capacidades y desarrollo integral de cada ser humano.
De lo contrario, como sucede actualmente, se cae en el totalitarismo e idolatrías que sacrifican a los seres humanos en el altar del poder económico con el lucro (capital) y político con la dominación del estado; o del poder cultural con colonizaciones e ideologizaciones, que esclavizan o desfiguran esta vida digna e identidad de la persona que la constituye como ser humano. De ahí la necesidad de una ecología humana e integral con una bioética global, que defienda la vida y dignidad del ser humano en todas sus fases, desde el inicio con la concepción-fecundación como nos enseña la ciencia, dimensiones y aspectos; con el respeto a todo ser y el cuidado de esa casa común que es nuestro planeta tierra.
En esta línea de la ecología humana, como célula vital de la sociedad-mundo, hay que reconocer y proteger la trascendencia del matrimonio-familia con ese amor fiel, fecundo de un hombre con una mujer que se abre a la vida, a los hijos, a la solidaridad y al bien común. Tal como nos enseñan la ciencia y la filosofía, la naturaleza humana se fundamenta en este don de la realidad del cuerpo sexuado-afectivo, en su complementariedad y diversidad, del hombre con la mujer, que se ha he acoger, reconocer y cuidar. Esta antropología bio-corporal, afectiva y del amor da lugar al matrimonio y la familia con el hombre y la mujer; con el esposo (padre) y esposa (madre) e hijos que es fuente de fecundidad, de vida y del dinamismo de amar que se entrega, cauce solidario, escuela de ética y espiritualidad para la educación-formación humanista, moral, en la fe e integral.
De esta forma, en una verdadera ecología social, la persona con la familia y comunidad civil, el ser humano con su dimensión socio-comunitaria, se fecundan mutuamente. La persona es un ser que se realiza en la inter-relación con los otros, con la comunidad social y el mundo. De tal forma que la persona y sociedad-mundo deben servirse mutuamente, respetando la correlación inseparable de la libertad e igualdad (justicia), en la búsqueda de la solidaridad, del bien común y la civilización del amor. Frente al comunismo colectivista o colectivismo, con su totalitarismo del partido y del estado, ha de asegurarse la libertad y participación (gestión) democrática de cada persona junto a la comunidad civil. Y en contra del neoliberalismo capitalista, del capitalismo con su totalitarismo e individualismo del mercado y del capital, la persona es un ser solidario que se entrega y compromete por una sociedad-mundo más solidario, con justicia y que persiga el bien más universal.
Si ante el totalitarismo del comunismo colectivista hay que reconocer la capacidad de la propiedad de bienes, en contra de la entraña perversa del capitalismo el destino universal de los bienes, la justa distribución de los recursos, tiene la prioridad sobre la propiedad. El derecho de propiedad es para toda persona, no solo para unos pocos, y solo es legítimo si cumple esta finalidad común de los bienes que, a la vez, realiza la inherente dimensión personal y social de la propiedad. De igual forma, el trabajo está antes que el capital, la dignidad y derechos de la persona trabajadora, como es un salario justo, está por encima del beneficio, de la productividad y competitividad, yendo así en contra del corazón maligno del capitalismo. Y es que la economía está enraizada en la ética, al servicio de las necesidades de las personas, del desarrollo de los pueblos y la justicia con los pobres de tierra.
Por tanto, sin caer en el estatalismo (colectivismo) de los medios de producción y de la empresa como impone el comunismo, el mercado y la actividad económica deben estar regulados por la vida moral, por la comunidad ética y el estado social de derechos para que se instaure el bien común, la solidaridad y la justicia social. Los medios de producción y la empresa se orientan por esta socialización de la actividad económica con sus bienes. Una economía social y cooperativa donde los trabajadores son protagonistas, gestores y dueños de la empresa con sus medios de producción.
Tal como se observa, la verdad real e histórica de la vida y dignidad del ser humano, con dicha ecología social, se realiza en la opción por los pobres (empobrecidos, oprimidos y victimas) como sujetos protagonistas de su promoción liberadora e integral. En contra de todo paternalismo y asistencialismo. Los empobrecidos, oprimidos o excluidos y víctimas son lugar social y hermenéutico para conocer la realidad, son los signos de los tiempos que se comprenden desde todos estos crucificados por el mal e injusticia. Ya que son aquellos grupos humanos y sociales a los que se les niega esta vida, dignidad y justicia que le es debida a cada persona por su ser trascendente, espiritual y moral. Esta opción por los pobres, ineludiblemente, supone la vida de pobreza solidaria en comunión de vida, de bienes y acción por la justicia con los pobres de la tierra; frente al mal y pecado de la egolatría, del individualismo burgués con sus ídolos de la riqueza-ser rico, del tener y del poseer que se anteponen al ser persona con esta vida solidaria y lucha por la justicia con los pobres.
Es la existencia austera, sobria y ecológica en la comunión con los otros, que escucha el grito de los pobres (justicia-ecología social), con la naturaleza que acoge el clamor de la tierra (justicia-ecología ambiental) en el Dios de la vida (ecología espiritual), para el cuidado de la existencia, de toda la realidad, del planeta y cosmos. Un eco-pacifismo que rechaza el mal de la guerra y de las armas, de cualquier agresión a la vida y todo tipo de violencia, con una perspectiva femenina que cuida (protege) cualquier vida; con la dignidad y protagonismo de la mujer maltratada, victima, oprimida y empobrecida en sus procesos de liberación integral de todo mal, desigualdad e injusticia.
Como se puede concluir, frente a las ideologías e ideologizaciones de la ética y de la fe, todo este humanismo solidario e integral, tal como nos enseñan la iglesia y sus papas como Francisco con su doctrina (magisterio) social, posibilita ese otro mundo posible. Una mundialización de la fraternidad y la empatía, en una ética de la com-pasion con entrañas de misericordia, que acoge solidariamente el sufrimiento e injusticia que padecen los otros, los pobres y la tierra. La globalización de la solidaridad, de la paz y la vida (realizada, plena y eterna) como se nos manifiesta en el Dios revelado en Jesús y su Espíritu que nos habita (vivifica).