Optan por intentar mantener una fidelidad incondicional al Amor, a la Paz, a la Libertad, a la Justicia, a la Amistad. Obsolescencia programada… ¿de las personas?
“¿A una sociedad neocapitalista y de consumo, de usar y tirar, le va mejor la estabilidad en los matrimonios o es para ella más adecuada una serie de divorcios? Y otra pregunta: ¿A los poderosos y gobernantes que les va mejor: la fidelidad o la infidelidad en la vida de los matrimonios?”
| Antón Negro
Muchas personas saben que hay bombillas con más de cien años alumbrando. En concreto, en la Estación de bomberos de Livermore (California) alumbra desde junio de 1901 (ABC, 4.VI.2018). Sin embargo todos conocemos que en la actualidad las bombillas duran poco tiempo. Igualmente cualquiera es consciente que hoy los electrodomésticos duran menos que hace unos años, y que los teléfonos móviles es raro que duren más de dos años.
A esto los economistas le llaman OBSOLESCENCIA PROGRAMADA. La cosa comenzó en 1924 con la creación de un Cártel mundial llamado Phoebus para la producción de bombillas que durasen 1.000 horas y repartirse el mercado mundial. Un amigo informático me enseñó una vez donde estaba el chip que provocaba que la fotocopiadora fallara (caducara) al llegar a un número de copias realizadas. Esta es una realidad más acentuada en el Neocapitalismo actual que en el Capitalismo Industrial del pasado. La razón por la que fabrican con esta obsolescencia programada es que así pronto nos harán volver comprar otro producto que nos seguirán vendiendo sin que se sature el mercado. Para que esto se haga mentalidad y cultura en la sociedad contemporánea se añaden también las ITV, las fechas de caducidad, de consumo preferente... Tampoco olvidemos las modas pasajeras o modas de temporada.
Para afianzar esa mentalidad de caducidad de las cosas y, sobre todo, que también se extiendan a unas relaciones pasajeras entre personas tenemos “las catequesis mediáticas”, en las que se muestran múltiples ejemplos de caducidad en las relaciones entre personas. ¿Quién no vio cientos, ¡qué digo, miles!, de fin de amores románticos y nuevos amores en las películas, novelas, telenovelas... en su vida? Es más, en el caso de ver los programas televisivos de corazón, de los llamados coloquialmente de “cotilleo”, de la prensa rosa... ¡serían miles de ejemplos cada año!. Con esto y los “realities” se afianza en la sociedad una mentalidad de usar e tirar... ¡a las personas!
Hoy ya está siendo cultura asentada que el amor en el matrimonio tiene caducidad. Así es frecuente que les pregunten a los que ya llevan muchos años de convivencia: “¿Pero sigues todavía con ese/a?, ¡oh, que aburridos!”. Cuando en clase de Sociología trato el tema de la familia con los alumnos hago frecuentemente una pregunta:“¿A una sociedad neocapitalista y de consumo, de usar y tirar, le va mejor la estabilidad en los matrimonios o es para ella más adecuada una serie de divorcios? Y otra pregunta: ¿A los poderosos y gobernantes que les va mejor: la fidelidad o la infidelidad en la vida de los matrimonios?” Igualmente no está fuera de lugar esta pregunta: “Para luchar por una sociedad más libre, justa, humana y solidaria ¿es más eficiente la estabilidad y solidaridad familiares o la falta de ellas?”.
Lógicamente esta obsolescencia programada, esta sociedad de consumo de usar y tirar, se extiende a más ámbitos de la vida humana y también afecta a las relaciones de amistad y, de hecho más trágico, al final de la vida de las personas: Su “calidad” de vida ya caducó y, por tanto, hay que darles el pasaporte a la otra vida, a ser posible, de manera rápida e indolora.
Esta mentalidad y realidad social, aplicada a los nuevos miembros de la vida familiar en sus consecuencias, la resumió de manera muy perspicaz Forges en una viñeta, en la que dos niños llevando sus mochilas escolares conversan en la vuelta al cole en septiembre:
“-¿Dónde has estado de vacaciones?
-Un mes rotando con mi hermanastra por los chalés de sus 5 abuelas; 15 días en Irlanda por el inglés; 2 semanas de agosto con los hijos de mi madre en Marbella; 7 días con los sobrinos de la novia de mi padre en Palma y 250 horas en la consulta del psicólogo.
-Jó.”
Es tanta la claridad del inteligente Forges que cualquier comentario no haría más que oscurecer esta lección magistral.
Pero nos queda el consuelo de que todavía quedan en la sociedad personas resistentes a esta imposición cultural y que optan por intentar mantener una fidelidad incondicional al Amor, a la Paz, a la Libertad, a la Justicia, a la Amistad... es decir, en lo hondo, fidelidad a Dios, fuente y garantía de esos bienes tan necesarios para la felicidad de los seres humanos. Por eso no es de extrañar que Francisco nos urja a combatir la “cultura del descarte”.