La constitución 'Praedicate Evamgelium' está pendiente de traducción Cardenal Maradiaga: "El miedo a los cambios es una característica del espíritu de las tinieblas"
Con la Solemnidad del Pentecostés, este domingo, 05 de junio de 2022, entra en vigencia la nueva Constitución Apostólica sobre la Curia Romana y su servicio a la Iglesia en el mundo ‘Praedicate Evangelium’
Un proceso que nació a la par con el inicio de su pontificado en 2013, y donde cualquier bautizado, en especial los laicos y laicas, podrá ocupar funciones de gobierno y responsabilidades en la Curia romana
"El miedo a los cambios es una característica del enemigo del espíritu de las tinieblas, no del Espíritu Santo"
"Para conocer la reforma, el primer elemento es conocer el documento, porque sin conocerlo, sin leerlo sin reflexionarlo, es muy difícil que se pueda aplicar una reforma"
"El miedo a los cambios es una característica del enemigo del espíritu de las tinieblas, no del Espíritu Santo"
"Para conocer la reforma, el primer elemento es conocer el documento, porque sin conocerlo, sin leerlo sin reflexionarlo, es muy difícil que se pueda aplicar una reforma"
(ADN Celam).- ADN Celam ha hablado con el Cardenal Óscar Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa (Honduras), coordinador de la Comisión de Cardenales, que se encargó de encaminar esta nueva constitución, que sustituye la actual ‘Pastor bonus’, aprobada por san Juan Pablo II en 1988.
La fuerza del Espíritu
-¿Qué puede destacar de esta reforma, por qué esto en algunos sectores causa miedo?
-En primer lugar, si creemos en el Espíritu Santo y en su presencia no simplemente como un símbolo, sino como una fuerza, entonces nos damos cuenta de que el Espíritu Santo es el que impulsa los cambios y las reformas en la Iglesia; y el miedo es una característica del enemigo del espíritu de las tinieblas, no del Espíritu Santo. Entonces ciertamente no creo que esa deba ser la actitud de un servidor del Señor”.
Traducciones pendientes
-¿Cardenal, cómo lograr que estas reforma tan innovadora no se vaya a quedar en el papel mojado?
-“El primer elemento es conocer la reforma, porque nadie puede hacer lo que no conoce y entonces toca, y aquí tengo que lamentar que todavía las traducciones a las otras lenguas no hayan salido y que la misma publicación en la lengua italiana que es la lengua original en que trabajamos salió con errores. Así que el primer elemento es conocer el documento, porque sin conocerlo, sin leerlo sin reflexionarlo, es muy difícil que se pueda aplicar una reforma”.
-Y esto que menciona de los errores, ¿a qué se debe, adrede o involuntario?
-“Eso yo no puedo juzgarlo, porque no conozco los que estuvieron en la redacción del documento final, ciertamente se necesita profesionalismo, no son errores de dedo. Incluso he visto errores en la citación, por ejemplo, de documentos oficiales”.
Querer cambiar de corazón
-¿Y qué tan preparado está el clero para estos cambios, aún hay algunos que se resisten?
-“Es natural, si las personas no conocen, ¿cómo pueden aceptar lo que no conocen? Yo creo que preparados sí es estamos, porque no somos ignorantes y lógicamente se ha sabido y se ha conocido a lo largo de todos estos años de muchos elementos de la reforma, pero lógicamente está dentro del corazón querer cambiar o no.
En el fondo lo que nos dice el Santo Padre: necesitamos una conversión y una conversión pastoral. Así que estos son requisitos para poder aplicar la Constitución. El Santo Padre ha puesto como día de entrar en vigencia el domingo de Pentecostés, así como el día de San José fue el día que publicó.
Eso también es simbólico, no simplemente comenzar el 10º año de su pontificado, sino porque San José es el custodio de la madre Iglesia y, por consiguiente, él será también el custodio de la reforma y entrar en vigencia el día de Pentecostés tiene un significado profundo, un significado espiritual”.
Una reforma para el servicio
-¿Cardenal cuáles son los límites de esta reforma, por ejemplo, hasta dónde podrá tener poder un laico y hasta dónde el clérigo?
-“Me parece que estás enfocando equivocadamente la Reforma, no se trata de poder, se trata de servicio y, por consiguiente, a servir estamos llamados todos los bautizados. En segundo lugar, el hecho de que la Constitución abra las puertas a que una laica o un laico puedan ejercer un servicio en los distintos dicasterios es una novedad total, porque una cosa es aquellos servicios que están ligados al Sacramento del Orden y otra cosa es servir en una organización de la Iglesia como es la curia vaticana.
Entonces esto ha hecho caer algunos mitos, por ejemplo, que sólo cardenales podrían ser prefectos de Dicasterios. Y no es así, de hecho, Eso ya está en la práctica, tenemos el Dicasterio de Comunicación social que está bajo el servicio de un laico, el Doctor Paolo Ruffini; tenemos varias laicas que están trabajando en la Secretaría de economía, tenemos una religiosa que es Subsecretaria en el Sínodo, en fin, este mito está cayendo”.
-Por eso mismo hago la pregunta, pues algunos sectores están planteando la reforma en esos términos de geometría del poder
-“Por eso es importante conocer la Constitución; desde el principio dice que la Curia vaticana no es un instrumento de poder, es un instrumento de servicio aunque y hay que decirlo claramente que en el pasado ha sido instrumento de poder lamentablemente”.
Génesis de Praedicate Evangelium
Para el purpurado la búsqueda es otra, no se trata poner encima a un laico por el cardenal o viceversa. La nueva constitución abona el terreno para ejercer la sinodalidad, el mismo aclara que “el servicio de un cardenal es ser consejero del Papa y elector del nuevo Papa” y en ello, menciona que desde el año 2013, a solo cuatro días de haberse convertido en Francisco I, su hermano, colega y amigo, Jorge Mario Bergoglio lo contactó.
-Mucha gente desconoce el contexto de todo este proceso y usted que ha estado desde la gestación de esta reforma, ¿cómo es que surge?
-“Claro que sí, ya de las reuniones del pre cónclave en la cual pueden participar todos los cardenales, los eméritos y en el cargo, fueron saliendo varias cosas. Ya la última reforma fue de 1988 cuando San Juan Pablo II promulgó la Constitución Pastor bonus, que definía nuevos papeles de la curia vaticana.
Uno de los puntos que salió fue que la curia había ido creciendo en cuanto a organización de distintos niveles, como se les llamaban congregaciones, consejos pontificios, se llamaban también comisiones y etcétera; habían crecido como una burocracia muy grande con unas dificultades concretas cuando un gobernante no se puede reunir con frecuencia con sus ministros, cuando no hay consejos de ministros frecuentes, entonces se vuelve más difícil el conocimiento de la realidad y el mismo Gobierno de la institución.
Esto hacía difícil para el entonces papa Benedicto XVI ese tipo de reuniones con mucha frecuencia. Los trabajos que tiene un Sumo Pontífice, los fieles comunes no tienen ni siquiera idea es un servicio 24 horas sobre las 24 horas y, por consiguiente, no es que sea tan fácil.
Por eso es que necesitan estos colaboradores; pero al mismo tiempo ya sonaba la idea hay que reducir el número de dicasterios, porque en lugar de facilitar el servicio lo hacen más difícil, eso fue un primer punto.
Otro punto fue el de la información, muchas veces sin mala voluntad había informaciones que no llegaban al papa Benedicto que se quedaban tal vez en las nunciaturas o se quedaban en Secretaría de Estado.
Un cardenal benemérito de la Iglesia ya fallecido dijo: «por qué no pensar en un Consejo de cardenales que venga de la base, no de la misma curia vaticana, sino un cardenal de cada continente».
El cardenal Bergoglio estaba ahí, escuchó también esa propuesta de tal manera que cuatro días después de su elección me llamó por teléfono donde yo estaba hospedado y me dijo: «Oye qué tienes que hacer el domingo después del Ángelus; le digo, Santidad, lo que usted me mande; vente a comer conmigo; y pudimos comer juntos solo él y yo».
Lo primero que me dijo fue mira quiero hacer un Consejo. Lo tenía todo ya en su mente, ¿te animas a coordinar? Me pregunta. Yo le dije, «Santidad si a usted le parece, con gusto».
Y así comenzó. El Papa me dice: «No digas una palabra hasta el mes de abril después de Pascua cuando yo lo voy a publicar». Lo publicó y luego nos dijo que la primera reunión sería, el primero de octubre”.
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