16 de febrero, VI Domingo del Tiempo Ordinario
Texto bíblico
“Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo” (Lc 6, 20-23).
Reflexión
No resulta fácil comprender las razones de bienaventuranza y alegría que Jesús ofrece a quienes son pobres, lloran, padecen hambre o son perseguidos. Quizá debamos interpretar estas expresiones desde un contexto más amplio. El Evangelio de San Lucas muestra una sensibilidad especial hacia los marginados, los enfermos, los pecadores, los publicanos, las viudas y los extranjeros. En este contexto, el discurso de Jesús ofrece la Buena Nueva a quienes la sociedad desprecia.
Según su propia presentación en la sinagoga de Nazaret, Jesús tomó el texto del profeta Isaías: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor» (Lc 4, 18-19).
La opción del Maestro se distancia de los ayes. Según San Lucas, los menesterosos son los principales destinatarios del Evangelio, aunque nadie queda excluido de la salvación. «¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron» (Lc 10, 23-24). Lo que vemos y oímos es el ofrecimiento de la salvación que Jesús nos brinda.
Propuesta
Jesús te invita a la bienaventuranza.