"El Reino de Dios es como la semilla de mostaza" Toño Casado: "La fuerza de lo débil, la fuerza de la cruz, el poder de la semillita de mostaza"
"Estos días vemos con tristeza como hay niñas preciosas que terminaron sus cortas vidas en lo profundo del mar, lastradas por la mente asesina de su propio padre, misterio de maldad muy difícil de entender"
"Desgraciadamente a veces la Iglesia prefirió aliarse con la fuerza de la espada, el poder e incluso la violencia, cuestión que algunas, pocas, personas añoran desde la ira de su fanatismos"
"Vivan y jueguen las niñas y los niños, corderos inocentes, por siempre felices en las praderas del cielo juntado semillitas y estrellas de los mares. A ellos con Cristo, el poder y la gloria y maravillosos atardeceres con bocadillos de Nocilla"
"Vivan y jueguen las niñas y los niños, corderos inocentes, por siempre felices en las praderas del cielo juntado semillitas y estrellas de los mares. A ellos con Cristo, el poder y la gloria y maravillosos atardeceres con bocadillos de Nocilla"
Jesús nos decía que El reino de Dios es como la semilla de mostaza, que aunque es la más pequeña de las semillas, su fuerza la lleva a convertirse en campeona de altura del huerto, hospitalera para todos los pájaros peregrinos que encuentran cobijo en el albergue de sus ramas. La fuerza de lo débil, lo pequeño y lo despreciado por los sabios y entendidos es una constante en la religión de Jesús. Él es "la piedra desechada por los arquitectos, el cordero que quita el pecado del mundo". Una frase que ya tenemos muy manida, pero si enfrentamos un débil cordero, blanco, tierno, dependiente, inocente, contra todos los pecados del mundo, guerras, violencias, fanatismos, egoísmos, no parece lógico que el resultado sea la victoria del pequeño. ¿Qué hará un corderito contra un dragón?
Estos días vemos con tristeza como hay niñas preciosas que terminaron sus cortas vidas en lo profundo del mar, lastradas por la mente asesina de su propio padre, misterio de maldad muy difícil de entender. Los débiles, los pequeños muchas veces son los que más sufren los zarpazos de los fuertes sin escrúpulos. Esas pequeñas y preciosas vidas no llegaron a crecer como las maravillosas mujeres que debían ser, semillitas de mostaza que el mar se llevó. ¿Quién las hará justicia?
Dios. Dios cuida de su pueblo de Israel, que es como un pequeño gusanito que sobrevive en la historia entre tantos imperios. Dios no rompe la caña cascada, la diminuta brizna de esperanza o bondad que guardamos en el corazón. El mantiene con vida el pábilo vacilante, o sea, la chiquitilla llamita de luz que se aferra a la vida. El respeta nuestras personas que son como pobres vasijas de barro que llevan el tesoro de nuestra fe y nuestro propio amor en un corazón lleno de agujeros, que se romperá en mil pedazos en el suelo de la cocina o la depresión o de nuestros propios pecados. Pero él ama nuestra pobreza y cura nuestras heridas “con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza”. Él dice que los niños son los más importantes en el Reino de los cielos y que debemos hacernos como ellos.
Dios elige a una pobre muchacha de Nazaret para que sea la madre de su Hijo, colaboradora de manos ajadas por el trabajo, tierna y acogedora con los pastores y los magos extranjeros, atenta a los novios desesperados de Caná o a la debilidad de su prima ya mayor y embarazada de un niño que llegó en el último tranvía. María que busca a sus hijos perdidos y que guarda todo, incluido lo que no entiende, en su gran corazón. María y Jesús unidos en la sombra de una cruz aplastante, cadalso de los poderosos, al lado de su Hijo que salva al mundo entero abrazando a todos desde un corazón destrozado, abrazando a todos desde sus brazos aparentemente inmovilizados por los clavos del poder.
Cuando celebro la misa tengo a la derecha de mi vista a Santiago Matamoros con el sable al viento, el caballo blanco y el moro despatarrado por el suelo esperando el mandoble. En el Señor de los Anillos hay una escena muy similar pero con Gandalf…Cuando lo trajeron a la parroquia hubo dos corrientes fuertes de opinión: los que les parecía una atrocidad y querían que cambiásemos el sable por una bandera blanca y ocultásemos al morito entre unas matas de flores, y los que pedían más luz para que se viese la escena. Al final la imagen quedó como estaba que además de respetar algo con un gran valor artístico, quede como recuerdo para meditar sobre las interpretaciones y vivencias del cristianismo a lo largo de la historia con sus luces y sus sombras. Porque desgraciadamente a veces la Iglesia prefirió aliarse con la fuerza de la espada, el poder e incluso la violencia, cuestión que algunas, pocas, personas añoran desde la ira de su fanatismos... Pero también florecieron en la Iglesia maravillosos árboles de mostaza, santos como San Antonio, que con su sencillez y capacidad de llegar a los demás fueron capaces de extender el Reino de Dios. Y no digamos del poder de los mártires que con su debilidad dieron testimonio de su fe con la fuerza de Dios.
La fuerza de lo débil, la fuerza de la cruz, el poder de la semillita de mostaza.
Vivan y jueguen las niñas y los niños, corderos inocentes, por siempre felices en las praderas del cielo juntado semillitas y estrellas de los mares. A ellos con Cristo, el poder y la gloria y maravillosos atardeceres con bocadillos de Nocilla.