No hay palmas para María
| toño casado
Como los católicos la queremos tanto le ponemos coronas de oro, vestidos y mantos de sedas y joyas, portamos su imagen por las calles y le cantamos todo lo que se nos ocurre; no sabemos como expresar tanta devoción y cariño.
Porque María, la madre de Jesús, no es un fetiche milagroso sin historia ni una simple modelo para los artistas. María es de nuestra tierra, de nuestra localidad, una vecina más. Pero no una vecina cualquiera. María es una judía perteneciente a un pueblo elegido pero complicado, capaz de gestas heroicas y de pecados terribles.
Siempre en problemas nuestra Madre María.
Porque naces en una tierra ocupada, violenta, como ahora y como siempre, Israel; Jerusalén, Palestina... ¡Cuánta sangre y lágrimas inundan la Tierra Prometida...! María la que sabe de guerras y opresión...
Porque un día viene un ángel Gabriel, muy rubio y muy de fray Angélico, y te desbarata la vida que ya tenías pensada con el bueno de José. Y se te caen los planes y ya no sabes que vendrá. Pero te fías de Dios y te sabes en sus manos y das todo lo que eres y lo que tienes. María la que sabe lo que es darse.
Porque tu novio te quiere abandonar en secreto porque eres una vergüenza, supuesta pecadora que merecería ser apedreada. Y la gente que cuchichea de ti a tus espaldas. Y el pobre carpintero que es buena gente pero aunque tenga roto el corazón, decide dejarte sin denunciarte. María que sabe lo que es ser criticada y juzgada. María que sabe que es la compasión.
Y así un día te vas hacia Belén sin saber que os traerá el futuro, dos pobres chavales a los que se les cierran todas las puertas de la posada, con la angustia de que el Niño viene y vas a tener que parir en la calle como los perros. María la que sabe que es ser rechazada y despreciada, la que no tiene hogar.
Y una noche fría en un establo con olor a vaca, traes al mundo a un Niño, que es el Amor de todos los mundos y los tiempos condensado en un pequeño ser que llora, que lleva dodotis, tan desvalido y tan terriblemente peligroso, la Salvación del mundo. María que es madre agradecida.
Y llegan los patorcicos, gente despreciable que frecuentan poco el templo, y los Magos de oriente, pagano y seguro que para muchos en la condenación, y os traen sus regalos sencillos o brillantes, pero con todo el corazón, mientras lo ángeles cantan Gloria a los hombres y mujeres buenos de toda la tierra. María que sabe de la generosidad de los excluidos.
Y una noche y a la carrera sales corriendo de tu casa, huyendo del tsunami de sangre de Herodes, mientras los llantos de las madres te taladran los oídos sosteniendo a sus pequeños ya muertos. Y así como una refugiada de patera te vas a una tierra de egipcios a trabajar de criada, sin saber la lengua, inmigrante sin papeles. María que es refugiada e inmigrante.
Y ya vuelta a tu vida en Nazaret, va un día Jesús con 12 años y se escapa por ahí como un adolescente incomprensible que les da buenos disgustos. María, que sabe lo que es tener un adolescente en casa, mas misteriosos que la santísima Trinidad...
En una boda te fijas en el desastre de quedarse sin vino y decides ayudar. María la que está atenta a nuestros fracasos posibles y nos echa una mano.
Y el hijo se va de casa. La gente del pueblo lo pone verde y lo quieren tirar por el barranco, los vecinos de toda la vida. Le dicen que está loco, que si es un endemoniado... Y ella aguantando mecha, María la que ve que las cosas se ponen complicadas.
María la insultada, María la madre del blasfemo y traidor que merece la muerte, María la que se mantiene al lado de la cruz mientras la tarde llueve en angustia increíble. Sientes que una espada te atraviesa el alma pues todo es sangre y barro y pena de hondo mar. María la que sabe lo que es el dolor y el miedo y perder a alguien a quien quieres.
Y así recibe a Juan como hijo y se sabe madre de todos, incluidos los romanos y judíos que matan a su Jesús. María la madre que nos quiere a todos.
Y María que está con los amigos del hijo rezando y haciendo tortillas de patata o lo similar que hacen las madres de los judíos, siempre atenta, cuidando, alentando, transmitiendo el fuego del Espíritu, el que un día inundó su ser, y la volvió la mujer mas fuerte y más sencilla del mundo.
Por eso queremos tanto a María. Porque nos entiende todo. Porque nos mira como la mejor de las madres.
Ella nos calienta el corazón y la esperanza.
NO tenemos oro ni rosas, ni luces, ni cantos, ni incienso, ni palmas, para decirle cuánto, cuánto, cuánto la queremos. Nuestra Madre, María.