El domingo después de Navidad, la Iglesia celebra la fiesta de la Sagrada Familia Las familias, una escuela de amor
José se muestra como un esposo que está atento a las necesidades de María. Sabe estar allí donde se le necesita. Apenas habla, nos enseña a amar sin hacer ruido, a darnos a los demás discretamente.
Ojalá su ejemplo nos anime a estar siempre disponibles cuando nos necesiten. Especialmente en este año que hemos dedicado a San José, convocado por el Papa
María tiene a Jesús en su falda y no se separa de él. Con su actitud, nos enseña a acoger a Jesús en nuestra vida. Sepamos abrirle las puertas a Cristo y dejemos que María sea nuestra maestra
María tiene a Jesús en su falda y no se separa de él. Con su actitud, nos enseña a acoger a Jesús en nuestra vida. Sepamos abrirle las puertas a Cristo y dejemos que María sea nuestra maestra
El domingo después de Navidad, la Iglesia celebra la fiesta de la Sagrada Familia. En ella recordamos que el Hijo de Dios aceptó nacer en el seno de una familia humana. Jesús, María y José formaron una familia que dijo «sí» a Dios. Como dice el papa Francisco, la Sagrada Familia fue un modelo de «respuesta coral» a la voluntad del Padre. Ellos se ayudaron mutuamente a realizar el proyecto de Dios en sus vidas (Ángelus del 29 de diciembre de 2019).
A propósito de la celebración de esta fiesta, que este año coincide con la de san Esteban, quisiera compartir con vosotros un relato apócrifo muy antiguo que tiene como protagonista a la Sagrada Familia. En él se narra que, cuando María y José huyeron a Egipto porque el rey Herodes quería asesinar al niño Jesús, se adentraron en el desierto para no ser capturados.
Cuando ya llevaban tres días caminando, María estaba extenuada por el calor. José la ayudó con delicadeza a sentarse bajo una palmera llena de dátiles. María tenía hambre y le pidió que le consiguiera algunos. José se extrañó mucho. La planta era tan alta que esto era del todo imposible.
Entonces el niño Jesús, que en aquel momento jugaba, risueño, en la falda de su madre, pidió a la palmera que les diese de comer. Inmediatamente, esta se inclinó y les ofreció sus dulces frutos. Después, volvió a erguirse y les regaló una fuente de agua cristalina con la que pudieron saciar su sed.
Continúa la narración diciendo que un ángel cogió una de las ramas de la palmera y se dirigió al cielo para plantarla en el paraíso. Cuando María y José vieron semejante prodigio sintieron miedo. Entonces Jesús les liberó del temor con su palabra y sus corazones se llenaron de alegría.
Los protagonistas de este bello relato pueden ser un modelo para nuestra vida familiar y para la vida de la Iglesia. Ellos nos enseñan a caminar juntos en medio de las dificultades.
En esta historia, José se muestra como un esposo que está atento a las necesidades de María. Sabe estar allí donde se le necesita. Apenas habla. Y es que José nos enseña a amar sin hacer ruido, a darnos a los demás discretamente. Ojalá su ejemplo nos anime a estar siempre disponibles cuando nos necesiten. Especialmente en este año que hemos dedicado a San José, convocado por el Papa.
El relato nos describe a María como una mujer profundamente humana. Tiene calor, hambre y sed. Al mismo tiempo es un modelo de creyente. Tiene a Jesús en su falda y no se separa de él. Con su actitud, María nos enseña a acoger a Jesús en nuestra vida. Sepamos abrirle las puertas a Cristo y dejemos que María sea nuestra maestra.
Jesús es el protagonista principal de esta narración. Él siempre está a nuestro lado y nos dice: «No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino» (Lc 12,32). Jesús quiere liberarnos de nuestros miedos y dudas. Tan solo nos pide que confiemos en su Palabra.
Queridos hermanos y hermanas, pidamos a la Sagrada Familia que ayude a nuestras familias a ser escuelas de amor y pequeñas iglesias domésticas que evangelicen con su testimonio, coherencia y espiritualidad. Que el Señor nos anime a construir juntos el proyecto que Dios tiene para nuestras vidas.
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